Cuando Pelé llevó el fútbol a Estados Unidos: el rol de la dictadura, el papel de Kissinger y sexo en los aviones

Por: Andrés Burgo

Con la llegada de Lionel Messi al Inter Miami de la MLS, los estadounidenses dan un golpe en el mercado que hace recordar la llegada de Pelé en la década del 70. Fue el primer intento de masividad de un país que históricamente vivió de espaldas a lo que llama soccer.

La llegada de Lionel Messi al recién fundado Inter Miami recuerda a uno de esos pocos equipos que cumplieron todos los requisitos para ser un mito: irrupción, cumbre fugaz y desaparición veloz, todo en 15 años. Se trata, claro, del Cosmos, el equipo de Pelé en Estados Unidos en la década del 70.

¿Qué era el fútbol en Estados Unidos hasta el Cosmos? Era lo que era Joe Gaetjens, un hatiano sin la ciudadanía legal que lavaba platos en Nueva York, y que sin embargo había anotado el gran gol de la historia del país, el de Estados Unidos 1-Inglaterra 0 en el Mundial 1950. El fútbol era eso: una cuestión de extranjeros, de indocumentados.

En la década del 60, en Estados Unidos no había campeonatos ni divisiones inferiores ni nada. No es que el 99,9% de la gente no sabía cómo se jugaba a ese deporte: directamente no había sentido nombrar la palabra soccer. Pero hubo una semilla: fue televisada en vivo la final del Mundial 66, generó un mínimo interés y en 1968 comenzó una liga, la North American Soccer League, la NASL.

Paralelamente entró en acción un número 1 de los medios, Steve Ross, el dueño de la Warner, que tenía estudios de cine y seis discográficas. Una de ellas, Atlantic Records, estaba a cargo de dos hermanos turcos, los Ertegun. Uno de ellos quiso irse de la empresa y Ross intentó retenerlo bajo cualquier costo. “Decime qué querés que te lo compro y te quedás”, le dijo.

“Quiero un equipo de fútbol”, le respondió el turco, y fue como si hubiese dicho submarinismo o botánica: en el resto de la Warner nadie tenía noción de fútbol: no sabían lo que era un cabezazo. Quien asumiría la vicepresidencia del Cosmos era un tipo que no sabía cuántos jugadores debía tener un equipo. En ese contexto, en 1970, fue fundado el Cosmos, que compró la franquicia del equipo de Nueva York, los Mets, los Metropolitanos. Como los nuevos dueños querían hacer algo grande, lo bautizaron los Cosmopolitas. De ahí surgió Cosmos.

La primera camiseta fue verde y amarilla por la admiración a la selección de Brasil, que acababa de ganar el Mundial de 1970, pero también por un primer intento para seducir a Pelé. Empezaron jugando en el estadio de los Yankees, el equipo de béisbol de la ciudad, pero no iba nadie: nunca se llenaba más del 10%. Al año siguiente cambiaron de lugar y se fueron a 40 kilómetros de Nueva York, a una cancha con tribunitas de madera de 10 escalones. Y fue peor: concurrían 50, 100, 200 personas, casi todos familiares.

En 1972, el Cosmos salió campeón de Estados Unidos y nadie se enteró. Los dirigentes regalaban entradas, llaveros, no sabían qué hacer, pero el fútbol era como una peste: nadie se acercaba. En Warner se preguntaron, ¿qué hacemos?, y entonces reiniciaron lo que había sido un tímido intento por traer a Pelé en 1970, pero ahora en serio. O todo lo serio que podía ser el fútbol de Estados Unidos en ese momento: en medio de esa decisión, el vicepresidente del Cosmos preguntó en voz alta “Pelé, ¿quien es Pelé?”, sin saber que era el único futbolista en haber ganado tres Mundiales.

A un ejecutivo de la Warner que estaba negociando con Dustin Hoffman para que actuara en “Todos los hombres del presidente” le dijeron “dejá eso” y anda a Brasil a traer a Pelé. En principio, aceptaron pagarle 5 millones de dólares por dos años y medio, un monto que hoy puede parecer poco pero que para la época era una locura: el mejor beisbolista ganaba 200 mil dólares por temporada. El tema fue que el pase entró en peligro porque el dictador que ejercía la presidencia de Brasil, el militar Ernesto Geisel, se negó: “Brasil es Pele y Pelé es Brasil”, dijo.

“Warner se comunicó entonces con uno de sus enlaces políticos, el vicepresidente de Estados Unidos, Nelson Rockefeller, que quedó desconcertado ante el pedido: ‘No sé quién es Pelé’, les respondió. La operación habría naufragado si en esa misma reunión no hubiese estado el secretario de Estado y hombre cercano a las dictaduras latinoamericanas, Henry Kissinger, que intercedió al intuir que Pelé podía resultar útil para sus estrategias al sur del continente”, puede leerse en el perfil de Pelé que integra el libro “Ïdolos”, publicado este año por Ediciones Universidad Diego Portales, de Chile, y editado por Leila Guerriero.

“En cierta forma, los militares brasileños terminaron cediendo a Pelé a sus propios financistas: Estados Unidos le aportaba a Brasil ayuda logística y económica desde el golpe de Estado de 1964, y en ese mismo 1975 había puesto en marcha el Plan Cóndor en connivencia con sus regímenes amigos del Cono Sur, la campaña de terrorismo de Estado que incluía operaciones de inteligencia y asesinatos contra opositores”, agregó el perfil.

La llamada de Kissinger a los dictadores brasileños destrabó el pase y a mediados de 1975, cuando tenía 34 años, Pelé llegó al Cosmos. Para entonces, el equipo ya se había mudado a Randall Island, entre el Bronx y Manhattan, debajo de un puente, en una cancha que era un desastre, un baldío lleno de barro.

Sobre la marcha, las autoridades debieron comprar aerosoles para maquillar la tierra y pintaron la cancha de verde, pero igual el debut fue un éxito: acudió muchísima gente. El problema fue que Pelé terminó en llamas: “Yo acá no juego más, tengo los pies llenos de hongos”, le dijo al vicepresidente, que debió explicarle que no eran hongos: era la pintura verde.

El Cosmos empezó a usar una camiseta blanca, por el Santos –el histórico equipo de Pelé-, y volvió al estadio de los Yankees: fue entonces que arrancó el show del fútbol. Comenzaron a llegar jugadores a otros equipos, como el inglés Gordon Banks o el norirlandés George Best a Los Ángeles, donde más tarde también jugaría Johan Cruyff.

El Cosmos arrasó en la temporada regular en 1976 pero sorpresivamente perdió en los playoffs en Tampa. El rumor fue que los locales les habían dado una bienvenida con limusinas, whisky y mujeres a Pelé y sus compañeros, que no se recuperaron. Pero el furor ya estaba en marcha y en 1977, el que sería el último año de Pelé, el Cosmos dejó el estadio de los Yankees y pasó al de los Giants, el más grande de la ciudad. Se sumaron el alemán Franz Beckenbauer y el brasileño Carlos Alberto y se consolidó el boom, con estadios llenos por 77.000 personas.

El fútbol pasó a ser comparado con el béisbol, artistas y políticos acudían a ver al Cosmos, Mick Jagger visitaba el vestuario, Kissinger estaba en el palco, todos los lunes había fiesta en Studio 54 -el boliche de moda en Manhattan para la música disco-, los jugadores tenían sexo arriba de los aviones y el Cosmos salió campeón en la despedida de Pelé.

Pero ya en 1979, sin el brasileño, empezó el declive: el rating de la televisión fue muy malo y ningún canal compró los derechos para el año siguiente. El final estaba cercano y la Warner, en 1984, se desprendió de los negocios que le daban pérdida: al cerrar el Cosmos, la liga se disolvió a las pocas semanas.

Según agrega el perfil del brasileño en “Ídolos”, “irónicamente Pelé se convirtió en un modelo para las chicas estadounidenses en edad escolar. Mientras la selección masculina nunca pegaría el salto al primer pelotón mundial, el equipo femenino de Estados Unidos se convertiría a partir de la década del noventa en la mayor potencia mundial de su género. Las semillas habían sido plantadas en 1972 gracias a una ley que obligó a las universidades a crear programas destinados exclusivamente a las mujeres, pero la presencia de Pelé  ayudó a esa difusión de un deporte menos violento y más familiar, al menos que el fútbol americano y el hockey sobre hielo”.

La era Messi en el Inter Miami, por lo pronto, está a punto de comenzar. Seguramente será un documental.

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