Ricardo Centurión puso otra vez al fútbol a hablar sobre salud mental. Su testimonio acerca de los días que transita se leyó como un pedido de ayuda. “¿Qué es de tu vida?”, abrió la charla Marcelo Palacios en la radio La Red. “Nada, entrenando en Vélez de lunes a viernes por la tarde y después nada, con una vida normal”, le respondió Centurión, veintinueve años. La última vez que estuvo en una cancha fue el 23 de abril pasado. Ese día jugó para San Lorenzo, derrota 2-1 frente a Patronato. Volvió a Vélez, el club dueño de la mitad de su pase, pero el entrenador Alexander “Cacique” Medina, que había llegado unos meses antes, no quiso sumarlo al equipo. Centurión se entrena solo y a contraturno del plantel profesional.
Las circunstancias que rodearon su salida de San Lorenzo no fueron distintas a las que sucedieron en otras ocasiones con otros clubes. Salidas por las noches hasta el amanecer, llegadas tarde, desplante a algún entrenador. En 2017, su ex pareja lo denunció por violencia de género. Le impusieron una perimetral. La causa no avanzó porque hubo un acuerdo extra judicial. Centurión debutó en Racing durante mayo de 2012. Tenía 19 años. Caño, gambeta y gol. Pero esas situaciones cruzadas con su talento para pisarla y encarar marcaron la década que lleva como futbolista profesiona.
El origen pobre, la muerte temprana del padre, una madre que salía todo el día a trabajar para que pudieran comer fue también un modo de explicar lo que le pasaba. Centurión se mostró siempre bastante sincero. «Lo que pasa es que yo de noche no tengo sueño, entonces me gusta salir a tomar algo”, le dijo hace un tiempo a Oscar Ruggeri en una charla por televisión. Algo parecido contó en la radio esta semana. “¿Dónde exploto yo? Saliendo a la noche, poniéndomela en la pera y ahí tiro todo por la borda”.
“Me había cansado de la vida -dijo y fue lo que más llamó la atención- Necesitaba aislarme de todo, me sentía agobiado, he tenido ataques de pánico”. Describió sus días como si viviera en pandemia, de la misma manera. Sin compañeros, sin jugar. Centurión relató que es alguien muy cerrado y que por eso dejó al psicólogo y al psiquiatra con los que se trató. “Mi psicólogo era el vestuario”, contó.
Vélez le ofrece cada día un preparador físico, un kinesiólogo y un médico. También tiene una psicóloga a disposición. Pero ya dijo él que no quiere trabajar con psicólogos. Sin embargo, hubo reuniones interdisciplinarias para acompañarlo. Vélez fue el club que le incluyó en su contrato una cláusula ante una eventual denuncia por violencia de género. Centurión puede entrenarse cuando quiera en la villa olímpica. Además, cobra su salario. Lo que no puede es formar parte del plantel profesional. Centurión tiene que esperar a que otro club quiera tenerlo en el equipo.
Hubo una deformación de las citas, medios que reprodujeron tuits sobre lo que había dicho Centurión sin haber escuchado la nota. Y luego se repitió mucho que Centurión necesita ayuda. Se apeló a Racing, a Vélez, a Boca, a dirigentes para que le dieran una mano. Centurión las tuvo y las tiene. Entonces, ¿qué más puede hacer el fútbol con Centurión? ¿Qué le pedimos al fútbol? ¿Y a los clubes? Si Vélez puso una estructura a su disposición, lo que queda es que él mismo pueda ayudarse. Que se pueda escuchar a sí mismo. La reacción inmediata es señalar a los clubes y es verdad que muchas veces lo que falla son las políticas de trabajo psicológico. Pero a veces todo eso está. Y otras veces, incluso, no alcanza.
“Tiene que haber un ida y vuelta en forma conjunta, de manera recíproca entre profesionales y jugador ”, me dice Marcelo Halfon, médico psiquiatra y psicoanalista.
Decían de Oreste Osmar Corbatta que lo habían dejado solo. Que sus mujeres lo habían vaciado y que sus amigos se habían olvidado de él. Corbatta, wing mítico, el Loco, nació pobre. Jugó y brilló pero su alcoholismo lo destruyó. Tuvo compañeros que intentaron enseñarle a escribir (era analfabeto), esposas que lo esperaron de madrugada y que intentaron todo, hijas que vieron cómo él se alejaba, hermanas que quisieron cuidarlo y dirigentes que lo ayudaron con plata. Y tuvo a Racing, que le dio trabajo y hasta lo recibió en su cancha cuando ya no tenía dónde vivir. Los clubes no tenían áreas profesionalizadas para contener situaciones de adicción. Lo cierto es que Corbatta se desprendió de todo y de todos. Dejó pasar cada mano y cada oportunidad.
Aceptar a Centurión con sus problemas no lo ayuda ni siquiera a él mismo. No sirve mirar para otro lado. No sirvió mirar para otro lado cuando lo denunció su ex pareja y que siga siga porque hay que ganar. No se trata del perdón, no es un asunto moral. Tampoco se trata de que le pretendan enseñar a vivir, que le den supuestas lecciones de vida o que lo juzguen. Es sólo una cuestión de salud. Centurión se necesita a sí mismo. Tiene 29, un gran talento y todavía puede jugar. Ojalá lo haga, donde sea. Aunque ahora no importa tanto lo que pase con el jugador, importa lo que pase con el hombre.