La calle Miguel Sánchez es una pasarela ancha, exigente. Por allí caminan historias anónimas y deambulan ilusiones. Nace en Avenida del Libertador y termina con una torre celeste y blanca, camuflada entre los árboles, en la que se lee «Cenard». Desde hace tres décadas esa es la entrada, en pleno Núñez, de la casa de los deportistas argentinos. Ya no lo será más: 2018 dejó la confirmación de que el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo se mudará a Villa Soldati en los próximos dos o tres años, el tiempo que llevará poner en condiciones el nuevo predio.
Después de los Juegos Olímpicos de la Juventud, en los jardines de la Quinta de Olivos, donde Mauricio Macri recibió a los deportistas, se hizo pública la decisión política de trasladar el Cenard al que fuera el Parque Olímpico de Buenos Aires 2018 y destinar los 115 mil metros cuadrados que abarca el predio de Núñez a un millonario negocio inmobiliario. «Tenemos que estar listos para mudarnos a esas instalaciones», avisó Macri. La negociación entre el gobierno nacional, del que depende el Cenard, y el porteño, que es dueño del Parque Olímpico, ya estaba cerrada. La cotización de las tierras, claro, es muy distinta: en Núñez el metro cuadrado tiene un valor de 3591 dólares mientras que en Soldati apenas llega a 665, según la revista Reporte Inmobiliario.
En la zona del Cenard, frente al estadio de River, ya se realizó la venta del Tiro Federal. Y el fideicomiso financiero privado «Buenos Aires Landmark», que es propiedad de los grupos Werthein y Sielecki, ganó la subasta por 5600 millones de pesos. Gerardo Werthein, parte de esa firma, es a la vez el presidente del Comité Olímpico Argentino (COA). «La inversión de mi familia se dio en un remate público, no tengo ninguna explicación», fue la escueta declaración de la autoridad del olimpismo nacional. En este contexto, y con la certeza de que el Cenard dejará de existir, la última semana un grupo de deportistas se reunió con el propio Werthein y Diógenes De Urquiza, el nuevo secretario de Deportes de la Nación. El mismo que en su primera nota como funcionario denostó el apoyo estatal a los deportistas. «No puede ser que el deporte sólo viva del Estado, es una locura. No puedo entender eso de ‘vamos a pedirle al Estado'», había dicho De Urquiza, quien en la reunión con los deportistas les aseguró que la mudanza llevará dos o tres años y que el ciclo olímpico hasta Tokyo 2020 está asegurado en el Cenard.
Como sea, sólo es cuestión de tiempo.
La imagen de una topadora destruyendo la infraestructura deportiva es difícil de imaginar. Por el predio, además de los trabajadores de la Secretaría, circulan 1500 deportistas por día que ocupan las diferentes locaciones, muchas hechas a nuevo en los últimos años. El Cenard tiene dos pistas de atletismo de solado sintético homologadas por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) por las que pasan unos 65 mil atletas por año; también hay un natatorio –el Jeannette Campbell– homologado por la Federación Internacional de Natación (FINA). Además está el Polideportivo León Najnudel, utilizado por los seleccionados de básquet con capacidad para 1250 personas y renovado en 2016 con piso flotante. Eso sin contar la cancha de césped sintético, cuya base y césped se hizo en 2016, ni el complejo Carl Diem, que tiene un gimnasio polifuncional para practicar desde vóley hasta handball. Mucho menos los gimnasios de lucha, judo, karate y taekwondo, y tampoco el remozado gimnasio de pesas, la cancha de fútbol para ciegos que utilizan los Murciélagos, la palestra de escalada y las canchas de beach handball, beach vóley y tenis.
El histórico jugador de la selección de vóley Marcos Milinkovic lo pone en valor así: «Quienes fuimos parte del Cenard durante muchos años y vimos su evolución, vivimos con mucho dolor este intento de destrucción de un lugar que nos pertenece a todos los argentinos, no sólo a los deportistas. Quienes pretenden engañar a la sociedad no han vivido ni entrenado ni acuñado sus sueños de defender la celeste y blanca. Ven, en lugar de una inmensa fábrica de talento, un pedazo de tierra para hacer negocios». A Sergio «Cachito» Vigil, exentrenador de Las Leonas y emblema del deporte, se le nota el dolor cuando habla: «Me da mucha tristeza que un templo deportivo termine convertido en un emprendimiento que no tiene nada que ver con los valores del deporte. Siento que el negocio de unos pocos siempre le gana al sueño noble de muchos”.
Pero no sólo se trata de infraestructura para la práctica deportiva. En el Cenard hay mucho más. Está el hotel Pedro Quartucci, con plazas para 350 deportistas, donde muchos –algunos menores de edad– viven todo el año y hasta cumplen con un horario: las puertas se cierran a las 12 de la noche y se vuelven abrir a las 6. Damián Moretta tiene 18 años, es el dueño de varios récords argentinos en atletismo (400 con vallas, 110 con vallas, posta 4×100 y decathlón) y el predio es su casa. «Hace dos años que vivo en el Cenard. Quieren destruir el predio para venderlo y hacer negocios inmobiliarios. Dicen que no hay presupuesto para mantener dos centros de alto rendimiento. Pero lo que hay que hacer es tratar de sumar y no restar», reflexiona.
En el Cenard también hay una escuela pública abierta a la comunidad –con prioridad de vacantes para los deportistas–, donde por la noche funciona el Instituto del Deporte. Además está el comedor que brinda servicios a 80 mil atletas y entrenadores al año. A su vez, el predio tiene un área de asistencia médica, el laboratorio de Fisiología, Evaluación Funcional y hasta un departamento para ciencias aplicadas al deporte.
«Para que el deporte se difunda y se practique –dice Pilar Geijo, nadadora de aguas abiertas y miembro del Salón de la Fama– se necesita infraestructura. La decisión de cerrar el Cenard va totalmente en contra de eso. El deporte argentino requiere infraestructura», aporta desde su experiencia. En los últimos 29 años, desde la creación del Cenard, los deportistas argentinos lograron cerca de 189 medallas entre en Mundiales, Panamericanos y Juegos Olímpicos.
Luis Bruno Barrionuevo, atleta olímpico en Munich 1972, histórico preparador físico de Las Leonas y primer director del Cenard, se comprometió con la defensa del predio desde el inicio y apoyó el abrazo que se hizo a principio de mes. «No es una cuestión emotiva, es racional. Esto es una defensa de lo que la inmensa mayoría del deporte piensa y siente –explica Barrionuevo–. Lo que quieren hacer no es lógico ni se acerca al sentido común». «