“¡Vamos, Luisito, vamos!”, alienta un hincha que peina canas, desde la platea alta, a Luis Vázquez, que corre y presiona en los minutos finales ante River en la Bombonera. Unos metros más atrás de Vázquez cuidan el 1-0 Aaron Molinas, Cristian Medina y Alan Varela. Luca Langoni y Pol Fernández habían sido titulares. Hacen fuerza desde el banco con Javier García y Facundo Roncaglia, de la vieja época, con Gabriel Aranda, Marcelo Weigandt y Agustín Sández. Al festejo en el vestuario se suma el Changuito Exequiel Zeballos, lesionado, depositario del amor filial de los hinchas. Son los futbolistas de las inferiores de Boca, piezas sueltas del Superclásico por la Liga. Y parte de un todo que empezó a armarse con la asunción de Juan Román Riquelme como vicepresidente en 2019: “Boca Predio” es una estructura que, poco a poco, entrega sus frutos, que se propuso -de movida y a su manera- recuperar la identidad bostera lacerada en los ocho años de Daniel Angelici. “Algunos quisieron instalar el modelo de La Masía del Barcelona en Boca -recuerda un dirigente-. Hoy los pibes crecen junto a personas que conocen algo de lo que significa ponerse la camiseta de Boca”.
Alan Varela, que ya fue capitán a los 21 años, es el producto más “Boca Predio” de todos. Debutó en 2020, bajó el rendimiento -un tránsito lógico- y luego volvió a la Reserva por indisciplina en 2021. En su regreso a la Primera, creció hasta sostener un rendimiento que lo asentó como el 5 de Boca, un puesto tan constitutivo del ADN bostero que la tribuna de La Doce se llama Natalio Pescia por aquel 5 apodado “Leoncito”. Varela fue el jugador de Boca con más quites de pelota (4) y pases completados (30/38) en el Superclásico. Y es el futbolista con mayor eficacia de pases (89%) en lo que va de la Liga 2022. “Es maravilloso haber tenido a Battaglia como técnico, y que ahora lo sea Hugo (Ibarra). Conocen todo, a todos los chicos, saben cómo es el día a día, las reglas de juego -dijo Riquelme minutos después del triunfo ante River-. Estoy muy feliz con el trabajo en inferiores. La mayoría de los técnicos son exjugadores del club. Tratamos de que los chicos aprendan lo que se siente en este club, cómo se vive. Varela parece ya un jugador mayor. Y eso es culpa de los entrenadores de las inferiores que los van preparando para que puedan disfrutar después en Primera”.
Si el domingo fue la Primera en la Bombonera, el sábado había sido la Reserva: 2-1 a River en el Monumental. Ahora es dirigida por Mariano Herrón -diez triunfos y un empate, 27 goles a favor y 4 en contra con él, líder. Herrón integró los cuerpo técnico de Miguel Russo, Battaglia e Ibarra, los tres entrenadores de la gestión Riquelme. En 2021, la Reserva de Boca había ganado el Trofeo de Campeones, con Ibarra. Elegir los DT de la Reserva parece ya un plan dentro de una política, aunque muchos periodistas ni siquiera se lo cuestionen. La realidad entre lo que pasa partido a partido en la Bombonera y las redes y el show mediático -que a veces Boca alimenta- es, desde hace un tiempo, cada vez más lejana. Desde la Primera hasta las infantiles, Boca se entrena en Ezeiza. Hay 24 exjugadores que trabajan en las inferiores. Históricos como Blas Giunta, campeones del mundo con Bianchi -Matías Donnet, Clemente Rodríguez- y hasta un exayudante del Vasco Arruabarrena (Mauro Navas). Pero Ibarra, el técnico -¿interino?- que le ganó al River de Gallardo, está desde 2012, cuando entró bajo la primera presidencia de Angelici.
“Ahora el paso de la promoción a la consolidación es más fácil. Antes, en la época de Angelici, el objetivo era monetizar”, apuntó el Mono Navarro Montoya, quien trabajó en las inferiores durante la gestión anterior y la actual. El uruguayo Rodrigo Bentancur fue el juvenil surgido de las inferiores durante el angelicismo con más partidos: 66. En dos años y medio de “Boca Predio”, Varela -con contrato hasta 2025- suma 64. Y Medina, que debutó en 2021, los superó: 69. “Yo no tuve la experiencia de hacer divisiones inferiores. Mi vida no tuvo eso y ha sido un salto diferente. Cuando arranqué en Colón, el club estaba en el Nacional B, jugaba la liga local, y jugué ese campeonato sin haber hecho inferiores. En menos de un año, ya estaba jugando en el plantel de Primera. Y después pasé a Boca -contó una vez el Negro Ibarra, nacido en El Colorado, un pueblo de 15 habitantes en la provincia de Formosa-. Entonces, esa experiencia la estoy tomando con los chicos. Les enseño la mística, este escudo, lo que significa para el hincha esa estirpe que hay que tener, la garra y el corazón”. La “experiencia” de Ibarra como DT en las inferiores duró una década.
Riquelme no salió de las inferiores de Boca: se formó en Argentinos Juniors, desde los 13 hasta los 18 años. Si la cancha de La Paternal, donde jugó en tiempos de refacciones y tierra en lugar de pasto, funciona aún como una cancha de baby fútbol a cielo abierto, Boca responde a su propio estilo histórico, en constante reafirmación, más cercano al “huevo huevo huevo” de Giunta pero con Riquelme, el ídolo más grande de su historia. En esa búsqueda, el Boca del Riquelme-dirigente atraviesa vaivenes y le cuesta alcanzar -y mantener- ese nivel de buen juego. Pero exfutbolistas dirigentes y entrenadores de inferiores unidos en un club no es común en Argentina, sí una tradición en Bayern Munich, en el que, por ejemplo, Oliver Kahn es el presidente del Consejo de la Junta Directiva y el argentino Martín Demichelis, DT de Bayern Munich II, en la cuarta división alemana. En Boca, ya son 29 los juveniles de inferiores que debutaron en la gestión Riquelme, contra 39 en los ocho años de Angelici. El destino quiso que se reforzase el camino cuando la Primera debió aislarse por romper la burbuja de Covid tras la eliminación de la Libertadores 2021 ante Atlético Mineiro en Brasil: en dos partidos debutaron 15. La ecuación y la conclusión no cambian. La verdad la tienen los jugadores, y más si son de la casa.