Una vez tomada la decisión, las críticas recibidas desde distintos ámbitos fueron tantas que la institución depuso la actitud que iba a tomar como formo de repudio por la invasión de Rusia a Ucrania.
El hecho sucedió en la Universidad de Bicocca, en la ciudad de Milán. A las autoridades de esa casa de estudios les pareció prohibir la enseñanza del escritor ruso Fiodor Dostoievski. Sin duda, una singular forma de repudio a Rusia con la que Dostoievski, uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, no tiene absolutamente nada que ver. Su “pecado” es haber nacido en Rusia en 1821, casi un siglo antes de que se produjera la Revolución y cuando Vladimir Putin estaba muy lejos de llegar al mundo. Su otro “pecado” es haber escrito páginas memorables de la literatura como Crimen y castigo y El idiota entre muchas otras que atravesaron las fronteras rusas para ser reconocidas y valoradas en todo el mundo.
«Prohibir estudiar a Dostoievski como acto contra Putin significa estar locos», dijo a través de Instagram el expremier y actual senador oficialista Matteo Renzi, tras la denuncia del profesor Paolo Nori de que la casa de estudios milanesa canceló su curso sobre el autor de «Los hermanos Karamazov», entre otras joyas de la literatura.
«En este tiempo hace falta estudiar más, no menos: en la Universidad hacen falta maestros, no burócratas incapaces», agregó Renzi, horas antes de que la casa de estudios rectificara finalmente su postura ante las críticas recibidas, según lo informa Télam.
Por su parte, el jesuita Antonio Spadaro, director de la revista cultural más antigua de Italia, La Civiltà Cattolica, planteó a Télam que «hoy, justo hoy, hace falta absolutamente volver a Dostoievski».
El sacerdote pidió regresar a la figura del escritor ruso «y a su alma rusa para llenar de humanidad la barbarie de la guerra que desfigura el bello rostro de los pueblos».
La diputada oficialista Marianna Madia, en tanto, señaló a través de Twitter que «el enemigo no es la cultura rusa».
«Ahora es el momento de estudiar más, no de censurar», agregó la exministra de Administración Pública.
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Este miércoles, Nori anunció que cancelaba un curso sobre el escritor ruso por obligación de la Universidad Bicocca y planteó que «censurar es ridículo».»No solo ser un ruso vivo, hoy es una falta, en Italia, también ser un ruso muerto», denunció Nori.
Horas después, ante la ola de críticas de la política y la cultura, la Universidad emitió un comunicado en el que confirmaba que mantendría el curso de Nori.
La guerra desatada, por supuesto condenable como lo es toda guerra, ha producido las reacciones más absurdas y arbitrarias en todas partes del mundo y de distinta índole. No deje de llamar la atención, sin embargo, que una Universidad pueda llegar a límites tan absurdo. Si en estas latitudes la actitud de una heladero que dejó de vender a sus clientes el sabor crema rusa como una forma de protestar contra la actitud de Putin resulta risible, la actitud de la universidad es, por lo menos, preocupante. En primer lugar se trata de una medida arbitraria por la nula relación entre el autor y los dolorosos hechos actuales. En segundo término porque constituye, ni más ni menos, que un grave intento de censura.
A esta altura, no resultaría extraño que en nuestro país se organizara un boicot contra la ensalada rusa, un plato que, muy posiblemente, no tenga su origen en Rusia, sino en la fantasía de algún cocinero. Sería tan arbitrario como confiscar las “mamushkas”, un juguete típicamente ruso que tantos argentinos han comprado en la Argentina o han traído en sus viajes a la ahora repudiada Rusia. Y ni hablar de la censura que podría sufrir Guerra y Paz, ese título que hoy podría resultar tan provocador y que es obra de otro ruso genial, León Tolstoi.