Un reclamo al ministro de Cultura ante la crítica situación de la industria editorial

Por: Mónica López Ocón

Las entidades relacionadas con la producción del libro le enviaron una carta a Tristán Bauer pidiéndole que no quite ni recorte la ayuda para el sector. En diálogo con Tiempo, Oche Califa, de la Fundación El Libro, hace una radiografía de la industria que, luego de cuatro años muy difíciles, sufre ahora las consecuencias económicas originadas por la pandemia.

Durante los cuatro años de desmantelamiento industrial que supuso el macrismo, el sector editorial no quedó al margen. Por el contrario, cada uno de los eslabones de la extensa cadena implicados en la producción del libro, desde la industria gráfica y editorial hasta las librerías, sufrieron un deterioro muy significativo. La pandemia agudizó la crisis hasta colocar a la industria editorial en una situación límite.

Por esta razón, ante el anuncio del Gobierno de una reducción del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP)  en las actividades auxiliadas por dicho programa, la Cámara Argentina del Libro (CAL), la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), la Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Actividades Afines (FALPA), la  Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (FAIGA), la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y la Fundación El Libro (FEL), el 30 de octubre le escribieron una carta al ministro de Cultura de la Nación Tristán Bauer, solicitándole que por su intermedio “se gestione la permanencia de las editoriales, industrias gráficas, distribuidoras y librerías en el listado actual de Actividades Críticas del Programa ATP.

“El total de la cadena de valor del libro –dice uno de los párrafos de la carta- se encuentra en una situación crítica y, de manera mayoritaria, con una variación interanual negativa en su facturación. Es decir, se halla incluida entre aquellas actividades de nuestra economía que el gobierno, según su manifestación, ha decidido que podrán mantener el beneficio.”

“Como es de su seguro conocimiento –continúa- , la tímida recuperación de los dos últimos meses –tras una paralización y posterior reanimación parcial de la actividad- no alcanza, de todos modos, a cubrir los gastos fijos de empresas y comercios. Por ello, el Programa ATP, y sobre todo el beneficio del salario complementario, ha sido una gran ayuda para sostener el empleo en el sector y compensar la fuerte caída en las ventas. En este escenario dramático se encuentran incluidos y afectados todos los actores del ecosistema: autores, editores, gráficos, distribuidores, libreros. Estos últimos son el eslabón más frágil y, a la vez, estratégico en lo comercial y cultural; de su permanencia depende el resto.”

La FEL, entidad organizadora, entre otras múltiples actividades que lleva a cabo, de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y de la Feria del Libro infantil, ha participado junto al resto de las entidades del sector, tanto en la etapa de la pandemia como ante de ella, de las gestiones realizadas ante los distintos gobiernos.

Por esta razón, Tiempo Argentino dialogó con su director Institucional y Cultural, Oche Califa, quien se refirió detalladamente a la crítica situación que atraviesa la industria editorial en la Argentina y a las razones que impulsaron a las entidades del sector a dirigirse al ministro de Cultura

“La cadena del libro –dijo Califa-, que incluye el sector editorial, el gráfico, el librero y la distribución, ha visto con preocupación la decisión del gobierno de dejar de asistir de quienes se echaron a andar. Este sector se echó a andar, pero como bien dice la carta, aún está con una rentabilidad negativa por dos razones fundamentales. Por un lado, los primeros meses de la pandemia estuvo prácticamente paralizado. Por otro, ese echarse a andar es todavía tímido. Hay meses que se perdieron y que no se recuperarán. Por ejemplo, las librerías de lugares de alta circulación como los shoppings han abierto hace poco, pero, además, no hay tal alta circulación. Las editoriales han retomado el lanzamiento de novedades, pero de manera parcial, apuntando solamente a aquellos lanzamientos más seguros en cuanto a su rendimiento inmediato. El libro, además, demanda una sociedad activa, que circule, que vaya a espacios culturales y recreativos que la animen y todo esto no está ocurriendo, por lo que no hay un ambiente propicio para la circulación y el consumo del libro. En esta situación está toda la industria del libro: las editoriales grandes que tienen costos grandes y también las medianas y las chicas, porque cada una en su escala tiene su problema que todavía nadie ha podido resolver.”

El director institucional y cultural de la FEL remarcó especialmente la grave situación de las librerías. “Nosotros –explica- somos un país en que la boca principal de salida de libros son las librerías y ese es un eslabón muy frágil en la cadena del libro. Frente a las crisis se producen cierres y luego es muy difícil recuperar ese terreno perdido. Por eso es necesario apuntalar las librerías, porque si sucede eso, por más que se produzca no hay dónde vender.”

No en todos los países las librerías tienen, según aclaró, un rol tan decisivo. “En algunos –dijo- el Estado cumple un papel muy fuerte y lo hace de manera regular, es decir que metódicamente compra una porción importante de lo que la industria produce. En la Argentina eso no ocurre, por más que a veces aparecen planes de compra que son muy buenos. Ahora justamente el Ministerio de Educación lanzó uno, pero de todos modos está lejos de poder absorber la demanda urgente que tiene la industria. Es una ayuda, pero de ninguna manera una solución del problema. En otros países hay otras situaciones que hacen que el riesgo de producción del libro sea menor. Aquí, en cambio, la industria editorial trabaja para abastecer a un circuito de librerías que es importante porque hay 1200 bocas de salida. Hay otras formas de venta como el sistema puerta a puerta, libros que se venden en kioscos y supermercados, pero lo más importa son las librerías y es preocupante que no puedan sostenerse.”

Refiriéndose a la posible reducción de la ayuda oficial y al pedido realizado por las entidades del sector al ministro de Cultura de la Nación expresó que si bien aún no se sabe exactamente cuál será la reducción “es imprescindible que las librerías y las distribuidoras no queden afuera del programa ATP que es un auxilio al pago de los salarios. Es imprescindible que eso se mantenga en el caso del sector del libro, porque si bien el sector está trabajando, lo está haciendo a pérdida.”

“Cuando se decidió suspender la Feria Internacional del Libro en su modalidad presencial, es decir, en el mes de marzo, -agregó- fue justo el momento en el que dentro del calendario del libro argentino las editoriales preparan el lanzamiento de novedades. Inmediatamente las editoriales frenaron todo. Detuvieron lo que habían mandado a imprenta, no enviaron los libros que tenían pensado enviar y las que ya tenían impresos los libros, tuvieron que guardarlos. Hubo otro momento importante que fue la Feria del Llibro infantil y Juvenil que también se resolvió de manera virtual. Entonces los servicios de novedades empezaron a retomarse en el segundo semestre, cuando ya había un alto porcentaje de librerías abiertas. De todos modos, estas novedades son sólo una parte de un plan anual de novedades totalmente recortado. Hay editoriales que no sacaron libros que tenían previstos para este año y que no los van a sacar en esta situación.”

Un dato significativo: Argentina produce entre 27.000 y 28.000 novedades anuales. La otra mitad está constituida por libros autoeditados, institucionales, libros religiosos no comerciales que manejan las iglesias y que no van a librerías. Esta cifras no bajaron significativamente en los cuatro años del gobierno anterior, lo que sí se redujo fue el volumen de las tiradas. El promedio de la primera tirada estaba en unos 3000 ejemplares y descendió a 2400, es decir que lo que bajó mucho es la producción, no la cantidad de títulos que se anuncian. Aproximadamente la mitad de esas novedades se vuelca en el circuito comercial. Las librerías recibían, por lo tanto, unas 14.000 novedades. “Hay que esperar el próximo informe de la CAL –dijo Califa- para saber de qué modo se ha modificado esta situación a partir de la pandemia.”

“Esperamos –añade- tener una respuesta positiva. La relación que tenemos con Cultura como con Educación es muy buena. En este caso la gestión tiene que ver con Cultura. La carta la firmó la totalidad de las entidades relacionadas con el libro porque en este momento no hay nadie que pueda prescindir de ayuda. Luego de cuatro años muy malos, teníamos la expectativa de que este iba a ser un año de una paulatina recuperación, lo que hubiera ocurrido de no haber aparecido la pandemia. La expectativa referida a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires era positiva de manera unánime. Todo el sector coincidía en que iba a ser un año bueno que se iniciaría a partir de esta Feria, pero, lamentablemente, la pandemia cambió todo. Confiamos en que la gestión del ministro de Cultura va a ayudar a superar la situación, porque no hacerlo sería un tiro de gracia para la industria editorial.”

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