“Ningún estatus convencional debiera ser más importante que una vida, ninguna frontera o cínico estandarte” dice Marco Adandia, curador de Mapuche, el retorno de las voces antiguas, la muestra que Pablo Piovano expone en el Centro Cultural Borges. Sin embargo, desde hace cinco siglos los pueblos originarios vienen resistiendo a una historia de exterminio y estigmatización que comenzó con la llegada de los españoles a América.
Durante el siglo XIX el pueblo mapuche sufrió el genocidio que significaron la “Campaña del Desierto” y la “Pacificación de la Araucanía”, las campañas militares que extendieron los territorios de los flamantes estados argentino y chileno. Hoy, la acción genocida está en manos de las corporaciones que lo expulsa de su propio territorio adueñándose del agua y la tierra para favorecer sus intereses económicos. A esto se suma la estigmatización permanente a que son sometidos por los medios.
Pablo Piovano, que durante 18 años fue periodista de Página 12, decidió cambiar el rumbo de su trabajo. “La noticia cotidiana -le dice a Tiempo Argentino- deja de lado muchas complejidades. A mí me interesaba indagar en esas complejidades que solo se pueden comprenden con el tiempo y sobre el territorio.” Fue así que emprendió un trabajo que le insumió siete años y cuyo material fue reunido en un libro fotográfico, El costo humano de los agrotóxicos, publicado en Alemania por Kehrer Verlag en 2017.
Hace más de cuatro años inició su trabajo con el pueblo mapuche que aún no considera terminado. ¿Pero qué fue lo que lo impulsó a hacerlo? “Mis primeras preguntas –contesta- surgen cuando desaparecen a Santiago Maldonado. ¿Por qué dio la vida Santiago? ¿Por quién estábamos reclamando en esa plaza un millón de personas que apareciera Santiago. La verdad es que no sabía nada del pueblo mapuche hasta ese momento. Santiago fue el disparador y me encontré con un pueblo muy organizado, muy nutrido que se está poniendo de pie, que no pide sus derechos de rodillas.”
Sus primeros trabajos en territorio mapuche comenzaron en noviembre de 2018 cuando se enteró del asesinato de Camilo Catrillanca, un joven mapuche que balearon por la espalda mientras manejaba un tractor en la comunidad de Temocuicui, en la Araucanía “un lugar llamado `la zona roja´ porque la mayor parte del tiempo permanece en estado de sitio.”
“Cuando me enteré del asesinato de Camilo –cuenta- viajé a la Araucanía. Llegué para el tercer día del elewun que es el velorio. A Camilo lo asesinó el Grupo de Operaciones Especiales (GOPE) armado por el Estado y entrenado en Colombia. Hubo una versión falsa de su muerte que circuló en los medios hasta que se desmoronó y el caso de Camilo hizo tambalear a buíena parte de la cúpula del gobierno de Piñera. El ministro del interior Andrés Chadwick estuvo a punto de renunciar en ese momento y luego renunció con el Chile desperto, el jefe de la Policía Nacional tuvo que renunciar y quedó en jaque buena parte de la política del gobierno de Piñer. Creo que el pueblo mapuche tiene una conexión directa con el
Chile despertó.”
“Sin la resistencia del pueblo mapuche –reflexiona- no sé si hubiese sucedido lo que pasó con los estudiantes. La causa mapuche en Santiago la tomaron el sector estudiantil universitario y la izquierda.” Y agrega: «Al velorio de Camilo asistieron entre 4000 y 5000 mapuches con todos los líderes políticos y espirituales. Tuvo una despedida a la altura de un weichafe, de un guerrero. Fue algo impresionante. Él estaba en su cajón mirando el cielo rodeado de un centenar de familias que estuvieron presentes los tres días. Yo llegué unas horas antes de que empiece la procesión hacia el cementerio. Pedí permiso para entrar y rápidamente tenía a los padres de Camilo enfrente. Nos dijeron que teníamos libertad de acción, que dijéramos la verdad. Son pocos los periodistas que entran a Tumucuicui.”
“Yo me quedé viviendo allí un mes –añade-. Luego retorné, fui y vine, trabajé entre la Patagonia argentina y chilena.” Una parte del trabajo está hecho en Vaca Muerta que tiene 400 kilómetros cuadrados, es casi un país como Bélgica, pero el centro neurálgico está en Añelo, donde los pozos se hicieron sobre veinte comunidades mapuches. A mí me interesaba indagar qué sucedía con el pueblo mapuche a ambos lados de la Cordillera, en el territorio del mapa antiguo, cuando no existía la frontera formal que generaron los estados. Me resultó contundente esa primera impresión cuando llego a Tumucuicui y veo la procesión de 4000 o 5000 mapuches despidiendo a un guerrero. Para mí fue muy sorprendente, no entendía lo que estaba pasando, no sabía que existía ese pueblo en esa dimensión. Uno tiene siempre la idea de cierta sumisión respecto de los pueblos originarios. Pero allí, al contrario, las cosas están muy claras y la manera en que se organizan socialmente, en que hacen los acuerdos fue una gran nutrición para mi vida.”
Las últimas fotos del trabajo que comenzó en 2018 y que integran la muestra del Borges fueron tomadas 2022, “el año nuevo mapuche, en la zona de Río Bueno, donde están resistiendo a una hidroeléctrica que quiere desarrollarse en territorio ancestral.”
A modo de síntesis de su ensayo fotográfico dice Piovano: “De alguna manera el trabajo enfoca la resistencia de distintas comunidades a grandes corporaciones. Por un lado, Vaca Muerta en Argentina. En el Sur de Chile la hidroeléctrica de capitales noruegos y las forestales. En la época de Pinochet se entregaron a dos familias 2 millones de hectáreas que acabaron con el bosque nativo sobre suelo mapuche y en este momento están en un estadio de recuperación territorial, pero, además, de recuperación espiritual, de recuperación cultural de la lengua. Es un proceso muy potente el que se vive en Chile.”
Su objetivo como fotógrafo documental es “hacer un trabajo que ayude a ampliar la conciencia de la sociedad, de los lugares a donde llegue ese trabajo.”
“Siento -concluye- que la sociedad aún no está preparada para sentir el dolor de un genocidio, que no está en nuestra sangre la posibilidad de entender que las bases de este país se construyeron con sangre. Reconocer eso es darnos cuenta de que tenemos una responsabilidad. Me gustaría que pudiéramos reflexionar sobre nuestra historia y que de la historia oficial hagamos la historia real, algo que se acerque a la verdad.”
En la muestra también se exponen fotos históricas de fines de 1800 recolectadas por el colectivo GUIAS pertenecientes a la muestra Prisioneros de la ciencia. “Siento que esas fotos históricas –dice Piovano- conversan con las mías.”
Pueden verse, además, trabajos de Marco Bufano y textos de Graciela Huinao, Elicura Chihuailaf, Liliana Ancalao, Carmen Vicente, Marcos Adandia, Leonel Lienlaf, Maxi Goldschmidt y Lefxaru Nawel.
En el contexto de Mapuche, el retorno de las voces antiguas y de una nueva campaña de persecución y estigmatización del pueblo mapuche, el miércoles 26 de octubre, a las 18, en la Sala Alberto Williams, Pabellón I, segundo piso del Centro Cultural Borges, se realizará un conversatorio con la presencia de la cantautora Anahí Mariluan, el historiador Adrián Moyano y la antropóloga Melisa Cabrapan Duarte y, además, otras voces mapuche desde los territorios.
La muestra Mapuche, el retorno de las voces antiguas puede verse hasta el 20 de noviembre en la Sala de Exposiciones temporales 1, Pabellón Il, segundo piso, del Centro Cultural Borges, Viamonte 525, CABA, con entrada libre y gratuita. Visitas de miércoles a domingo de 14 a 20.