«El deseo –afirmó Juan Manuel Gil, flamante ganador del 63º Premio Biblioteca Breve de Seix Barral que se anunció este lunes 8 de febrero- era escribir un libro sobre la fascinación que siempre ha despertado la literatura en mí; siempre me ha seducido el poder de la palabra colocada en el orden y en el momento adecuados. Creo que desde niño fui consciente de que la fabulación era una especie de máquina que hacía posible la emoción en cualquier momento y en cualquier lugar. Para mí era lo mismo que hablar de magia».
Según parece, el escritor ha logrado su objetivo con Trigo Limpio que se alzó con el prestigioso galardón dotado de 30.000 euros y que, seguramente, le seguirá abriendo puertas en el mundo de la literatura.
Su novela resultó ganadora entre 967 trabajos presentados y fue premiado por un jurado de lujo integrado por Pere Gimferrer y Elena Ramírez de Seix Barral; la escritora Olga Merino; la ganadora del Biblioteca Breve del año pasado, Raquel Taranilla; y por Enrique Vila-Matas, sin duda, una de las voces más innovadoras de la literatura actual.
En apretada síntesis podría decirse que Trigo limpio es la narración de la infancia perdida en un barrio periférico. En el texto se destacan el humor, la parodia y el juego continuo entre la realidad y la ficción. “Ese juego entre realidad y ficción -dice el autor de 41 años nacido en Almería- hace de la historia un lugar más confortable, una experiencia más divertida y un poderoso motor para la curiosidad.”
Por otra parte, afirma: “Hay parodia en ese intento de que la novela se ofrezca como un manual sobre cómo escribir novelas”, lo que explica muy bien que Vila-Matas se haya interesado en esta novela que habla sobre literatura, uno de los materiales favoritos del escritor catalán cuya propio obra está construida sobre es base. Un ejemplo paradigmático de que lo literario es el material más preciado en Vila-Matas sea tal vez, El mal de Montano.
Según el diario El Mundo de España: “Casualidad o no, lo cierto es que Trigo limpio parece tener más de un rasgo vilamatiano: hay una desaparición, la de un amigo de la infancia en la década de los 90, que es la que pone en marcha la trama detectivesca, y también una confusión constante entre la figura del autor, el narrador y el personaje. A medida que la investigación avanza, en la propia novela se desarrolla la teoría sobre cuál es la mejor manera de contar una historia, un giro metaficcional presente en muchos de los libros del autor de París no se acaba nunca. Para Vila-Matas, el arranque de la novela `atrapa enormemente`.«
Por su parte, el autor premiado agrega: “La época bisagra entre infancia y adolescencia es un yacimiento espectacular que he aprovechado y aprovecharé; el recuerdo del niño corriendo en la pista de aterrizaje es real aunque no corría yo; pero la suma de verdades conectadas hace una ficción nueva”,
Trigo Limpio fue escrita durante la pandemia que, sin duda, resultó extremadamente productiva para el Gil, ya que además de escribir la novela ganadora, también fue padre.
¿Pero quién era el autor premiado?
Se desempeña como profesor y es autor de Guía inútil de un naufragio (2004), un título que también sería capaz de fascinar a Vila-Matas, Inopia (2008) y Mi padre y yo. Un western (2012). Fue premio Andalucía Joven de Poesía y formó parte de la primera promoción de becados de la Fundación Antonio Gala.
En una entrevista anterior a Trigo Limpio aparecida en Lecturafilia, Gil sintetizaba cuáles son las coordenadas de su literatura: “En lo que a mi faceta literaria se refiere decía-, destacaría mi gusto por determinados planos de la oralidad, la exigencia de mirar cualquier cosa desde un punto de vista que no sea predecible y un banco inagotable de hitos y peripecias que rozan la ciencia ficción. Mi barrio, como no podía ser de otro modo, me fascina. Pero también me duele.”
En una entrevista de ¡Zas! Madrid ha declarado que es lento para escribir, que borra más de lo que escribe y que tiene de un cajón lleno de tentativas, de viajes que no llegaron a su destino, de expediciones de las que nunca volvió. “Envidio -confiesa- a quienes son capaces de escribir un libro cada uno o dos años. Yo sería incapaz. Mi escritura obedece a un proceso controlado de deshielo.”
Cuando desde el medio mencionado lo definen como un autor inclasificable, el responde con lo que es su credo literario:” Más que inclasificable, me considero un escritor inquieto, curioso. Para sentarme a escribir necesito sentirme fascinado por los días de trabajo que me esperan. Y eso supone indagar en distintos géneros, temas, tonos o propuestas estructurales. Si he escrito poesía, relatos, novelas y algo difícil de etiquetar como Mi padre y yo. Un western es por un motivo fundamental: huía del aburrimiento, buscaba sentir el vértigo.”
Dicen que un buen libro es que el que reproduce en los lectores las fascinación, pero sobre todo, el deslumbramiento ante el hallazgo que el autor sintió al escribirlo. Esto significa practicar la literatura como un deporte de riesgo, saltar sin red hacia las palabras y dejar que ellas sean la guía de la escritura. Eso parece ser lo que hace Juan Manuel Gil al apartarse de cierta ortodoxia referida a los géneros para escribir libros que no son encasillables y que, lejos de buscar que el lector se apoltrone y se deslice cómodamente por las páginas, prefieren que se inquiete, se sienta en riesgo y, por qué no, que también sienta el vértigo con que fue escrito.