El tango ha sido, desde sus orígenes, un territorio de hombres en el que la mujer, “la mina” era inspiradora de tristezas de amor frustrado, blanco de acusaciones por traidora y “chorra”, aprovechadora del “varón que la acamala” circunstancialmente, percanta que amuraba al hombre en lo mejor de su vida dejándole el alma herida y espina en el corazón, ambiciosa con ínfulas de ascenso social que usaba el “ajuar de seda con rositas rococó” y dejaba de ser “su” Margarita para llamarse Margot. En el mejor de los casos era un ser frágil con voz de alondra y pena en el corazón o una pieza en el inventario sentimental de los bienes perdidos. En todo caso, era siempre lo que era en relación con el hombre que la definía.
Por supuesto, esto formaba parte de una ideología de época respecto de la mujer a la que no se puede juzgar desde los parámetros de hoy.
Con el espíritu de estos tiempos Patricia Malanca revoluciona la letrística del tango encarando un disco conceptual cuyas letras están basadas en textos de escritoras argentinas que, de una manera u otra, son protagonistas en la lucha por las conquistas femeninas, desde la legalización del aborto a la paridad de género. Estas autoras son Selva Almada, María Gainza, Mariana Enríquez, Gabriela Cabezón Cámara, Belén López Peiró, María Moreno, Leila Guerriero, Ariana Harwicz, Ana Ojeda, Camila Sosa Villada y Claudia Piñeiro. La novela de López Piró “fue la que alentó ae Thelma Fardín –dice Malanca- a hacer la denuncia contra Darthés. Es un abuso sexual contado en primera persona. En ella se mezcla el expediente judicial con lo que la protagonista tiene para decir. Tiene un lenguaje muy fuerte, bien de millennials por lo que es un libro muy leído también por adolescentes y jóvenes.”
El proyecto de Malanca, que tiene un novedoso disparador literario, va más allá del disco, ya que incluye un componente de Artes Visuales cuya curaduría será de Kekena Corvalán y la realización de contenidos audiovisuales (video clips narrativos) con los realizadores: Horacio Annecca, Yael Szmulewicz y Nicolás Capeluto más un evento multidisciplinario con producción de Gisela Cantero y Nicolás Capeluto.
-El tango ha ido cambiando desde sus orígenes, se renovó en lo musical, incorporó cantantes mujeres pero no sé si cambió tanto en las letras. ¿Cuál es tu punto de vista?
– Sí, buena observación, ese es el tema. Diversificar la matriz patriarcal del tango implica, en primer lugar, hacer un tratamiento en las letras. Lo que instala la narrativa de literatura feminista en este momento o de las diferentes escritoras que transitan el feminismo hace que las letras sean las abanderadas del cambio. No desde las músicas ni desde la armonía, sino desde las letras donde en el tango vamos a poder diversificar su matriz tan identificada con el origen patriarcal de nuestro país. Yo me instalo en ese movimiento de autoras, de escritoras que producen nuevas letras. Yo escribo esas letras porque pienso en un cancionero de tango para el siglo XXI. Me encantaría que las letras se corearan en las canchas. De hecho, estoy haciendo un videoclip del vals Brava Fecunda con un equipo de fútbol femenino. Pero mi aspiración es dejar un aporte claro a la letrística del siglo XXI y que las chicas de 20, cuando lleguen al tango se encuentren con este cancionero y no con ese otro que es bastante irreverente y maltratador de la mujer y de las disidencias.
-El libro de Ana Ojeda Vikinga Bonsai que tomás en una de tus letras, comienza un poco como el Facundo.
-Sí, más allá de lo que cuenta el libro, me pareció interesante para la canción tomar esa propuesta que la autora de abordarr el principio del Facundo de Sarmiento y abofetearlo. Es un libro inaugural de la literatura argentina según escritores, historiadores. Me gusta la inversión que hace la autora, la pregunta sobre qué hubiera pasada si los en lugar de Facundo hubiera habido una Fecunda, si los inicios de los protoestados hubieran estado en manos de las mujeres, especialmente en Latinoamérica, donde las culturas fueron mucho más fuertemente patriarcales. La letra de mi vals está basada en eso. También me interesaba poner en foco el tema del exitismo. No siempre nos va bien, a veces nos equivocamos, las cosas nos salen mal, nos morimos y alguien tiene que suplantarnos. Ninguna tiene la verdad revelada, sino que estamos construyendo una red y eso me parece lo lindo de la historia que escribe Ana Ojeda.
–Sería poco esperable que un libro del siglo XIX pusiera en otro lugar a las mujeres, pero me parece bien preguntarse qué hubiera pasado si hubiera sucedido eso.
-Es algo contrafáctico divertido en la narración.
-En lo que se refiere al libro Catedrales, de Claudia Piñeiro, no conozco ningún otro tango más que el tuyo que trate el tema del aborto.
-Exacto, es la primera vez que se hace. Además de hablar del aborto hay una intencionalidad de que la Iglesia esté separada del Estado. Discépolo dice: “dónde estaba Dios cuando te fuiste e instala dentro del tango una filosofía muy judeocristiana. Lo que hace es raro, porque niega a Dios, pero lo presentifica, al reclamarlo lo hace presente. Nunca logré pensar a Discépolo disociado de la Iglesia, criticándola. Entendí que estaba reclamando la presencia de un padre. En cambio, el tango que mencionás claramente habla de un divorcio entre la Iglesia y el Estado. Dice: “Yo seré catedral porque no hay Dios, es lo que construiré dijo mientras enterraba a su hermana.” Esa frase la tome textual de la novela de Claudia Piñeiro porque quería que empezara así, que fuera fuertísimo. Me parece bárbaro que la Iglesia convoque gente, que respete su tradición, pero no que se meta en nuestras decisiones personales.
–También te basaste en Los suicidas del fin del mundo, de Leila Guerriero que no es una novela, sino una crónica.
-Sí, no lo pude evitar. Yo leo todo lo que cae en mis manos y tengo un enamoramiento con la forma de escribir de Leila. Más allá de que hubiera o no problemas de mujeres o de disidencias, lo elegí porque las imágenes me brotaban. Además, soy psicóloga y todo el proceso de la salud mental en un pueblo y el efecto psicológico que provoca el viento me convocaban todo el tiempo. Rápidamente construí las imágenes de la milonga que hice en colaboración con un gran músico que es Gabriel Bartolomei, director de la Orquesta Típica La Bidú. Me mandó la música inmediatamente porque la letra lo inspiró. Me dijo que estaba tan buena que daban ganas de volar hasta la Patagonia a reparar esos corazones rotos. Creo que es una canción preventiva. Cuenta una historia que ocurrió, la forma en que se mataron esos chicos que fue por ahorcamiento.
–El libro pinta un clima opresivo, pero no da una respuesta acerca del suicidio de esos chicos.
-Justamente yo escribí una canción que es un poco una respuesta al libro, como si dijera, yo te voy a decir por qué sucedió lo que sucedió. La primera frase que me salió es que amar al viento es la receta para no querer matarse. La gente que fue a vivir allí, lo hizo con un deseo, pero los hijos no tienen deseo, la solución es rebelarse contra los padres e irse. “Valija que trae la vida, valija que vida saca, ilusión de inmolarse.” No todos los que estamos en un lugar tenemos un deseo arraigado en ese lugar y esto creo que tiene que ver con esos chicos que, en su mayoría, son hijos de migrantes de otras provincias y no saben por qué están allí. Me pareció un hallazgo el tema de la radio que aparece en el libro. Lo primero que hice cuando saqué el disco fue enviarlo a esa radio.
-¿Y cuál fue la reacción?
-Lo están pasando y me hicieron una nota. Yo quería federalizar el disco, difundirlo en las provincias donde transcurren las historias y luego en capital. Vengo comunicando la aparición del disco desde septiembre. Por ejemplo, Chicas muertas en Santa Fe, Entre Ríos, Chaco. En Córdoba por Las malas, en Santa Cruz por Los suicidas…, es decir, vengo hablando desde las provincias desde antes. Primero quise caminar por los mismos lugares por los que caminaron las escritoras, por eso a la Ciudad de Buenos Aires estoy llegando recién ahora.
–Me gustó mucho el tango referido a Las malas, porque plantea el mismo clima festivo que plantea el libro cuando las travestis están entre ellas, tan diferente del que viven cuando salen a la calle.
-Exactamente. En el momento de elegir qué contar elegí el nacimiento del niño al que llaman Brillo porque era muy festivo, mientras que el resto era muy dramático. Quería detenerme en ese momento de celebración y pintar, como si fuera un cuadro, todos los personajes posibles que ingresaran en esa casa. Quise escribir un tango como Los cosos de al lado, pero de este presente. Ese tango salió al toque con letras y música.
-¿De Ariana Harwicz tomás Degenerado o el anterior?
-Tomo Matate, amor que es como la primera parte de Degenerados. Como Ariana tiene eso de escribir en primera persona y sin comas y me da rapera, escribí un rap. La letra es mía pero la música es de dos colaboradores: Claudia Levy y Alejandro Montaldo. Somos tangueros y nunca habíamos hecho algo de rap. El estribillo lo hizo Claudia y la primera parte la hizo Alejandro. Real Valessa es la intérprete. Me costó conseguir una rapera porque yo no sabía que ellas y las chicas que hacen free style no quieren cantar cosas que ya están escritas. Pero Real Valessa me encanta, me gusta su estilo, es muy generosa y solidaria y al toque dijo que sí. Esa pieza ganó el Premio Ibermúsica.
-¿Cómo se te ocurrió el proyecto de hacer letras de tango basadas en novelas de mujeres cercanas al feminismo?
-Esto arrancó en Grecia, donde voy a cantar con frecuencia. Paso mucho tiempo sola y mucho tiempo leyendo cuando viajo. Además, soy muy intensa y apasionada. En uno de esos viajes cerré un libro de Samanta Schweblin, Distancia de rescate, y pensé qué bueno sería contar eso en una canción sin tener que estar explicando todo. Me volví con esa idea a casa, pensé en hacer un par de temas, un demo y luego comenzó la cosa intensa y desmedida y dije “voy a hacer un disco”. Como desde hace mucho hago un taller de letras con Raimundo Rosales, durante la pandemia le dije que tenía esa idea y le pregunté si podía acompañarme en el proceso poético y el lo hizo. Cuando volví de Grecia presenté el proyecto en Mecenazgo y gané. No pude grabar todas las canciones. Me quedó afuera el libro de Schweblin y el de Dolores Reyes, Cometierra. La música para el tango referido a ese libro va a ser de Acho Estol. Ese será un proyecto para el año que viene.
– ¿Por qué hablas de “tango conceptual”?
– Porque el mundo del tango es muy yoico. Todo es “vengan a escuchar a tal”, “canta Carlos Gardel”. Yo no trabajo desde lo yoico, sino desde otro lugar. Cuando hice Tangueando a Silvio Rodríguez la idea no era “vengan a ver a Patricia Malanaca”, sino “vengan a ver cómo trasladamos música de un trovador cubano al ritmo del tango”. Lo mismo pasa con el grecotanto: “vengan a ver cómo fusionamos el tango con folklore griego”. Trato de correr un poco la cosa del yo porque no es mi estilo para laburar. Muchas gente del tango trabaja con su nombre y para mí el nombre es el proyecto y yo soy una productora más de la magia de ese proyecto.
-Entiendo que este proyecto es más amplio que el disco, que se continúa en el arte visual.
-Sí, lo visual es una solapa más de este proyecto porque a medida que fui transitándolo se me fueron ocurriendo otras cosas. Creo que en esta época no se trata solo de cantar en un disco que te lleva dos años de producción, lo cantás un día y ya está, se acabó. Creo en la combinación de disciplinas artísticas y para mí las artes visuales constituyen un espacio que me aloja muy bien. Además, tengo una prima hermana que es una artista visual y que me enseña. Por eso surgió la idea de hacer perdurar un poco más el proyecto convirtiéndolo en una muestra de artes visuales donde yo pudiera cruzar eso con literatura, tango, narrativa. Con ese proyecto gané Gestionar Futuro. Está convocada Kekena Corvalán que me adelantó que el año que viene va a hacer una muestra inmersiva donde cada libro va a ser una habitación. No puedo contar más porque no sé. Pero también hay algo más. Gané otro Mecenazgo porque soy muy laburante, aplico a todo lo que te puedas imaginar no solo en Argentina, sino en todas partes. La idea es hacer 10 piezas audiovisuales, para las que no me va a alcanzar la plata, por lo que quizá haga 8. Serán videoclips no tradicionales sobre los temas del disco en los que no apareceré yo cantando, sino que va a haber actores, actrices, uno se grabará en Avellaneda con las chicas de la Escuela Municipal de Fútbol. Están jugando y, de repente, paran y comienzan a bailar un vals. No son registros audiovisuales, sino videoclips narrativos. No es Patricia Malanca cantando. A mí me gusta trabajar de otra manera.