En un breve lapso, cuatro mujeres argentinas recibieron importantes reconocimientos, tres de ellas en el campo de la ficción y una en periodismo: Mariana Enriquez, Selva Almada, María Gainza y Leila Guerriero.
La periodista y escritora Mariana Enríquez obtuvo el Premio Herralde, uno de los más prestigiosos de la lengua española, con la novela Nuestra parte de la noche, con un jurado integrado por Lluís Morral, Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y Silvia Sesé. El galardón está dotado de 18.000 euros y su obra fue elegida entre 680 originales.
La novela se desarrolla en los últimos años de la dictadura cívico-militar argentina y narra el viaje que un padre y un hijo desde Buenos Aires a las Cataratas del Iguazú. Villalobos la definió como la “continuadora de una tradición que podríamos denominar ‘La Gran Novela Latinoamericana’.”
Es importante destacar que, aunque no es la primera vez que el Premio Herralde lo gana un argentino (lo obtuvieron antes Alan Pauls en 2003, Martín Kohan en 2007 y Martín Caparrós en 2011), sí es la primera vez que lo gana una mujer argentina. Desde que se creó el premio en 1983, sólo hubo cinco ganadoras mujeres.
Selva Almada, por su parte ganó el First Book Award (Premio al Primer Libro) a los pocos meses de que su novela El viento que arrasa fuera traducida al inglés. El premio es otorgado por el Festival Internacional del Libro de Edimburgo y la elección está a cargo de los lectores. La novela fue publicada originalmente en la Argentina en 2012 a través de Mardulce. Este último dato da cuenta de la importancia de las editoriales independientes que apuestan a las nuevas voces literarias.
Los miembros del festival opinaron que su novela “está diseñada de manera exquisita y proporciona una experiencia profunda, poética y tangible del paisaje. Cuenta con la precisión cinematográfica de una road movie estática, como una París, Texas del sur. El viento que arrasa es una novela distintiva que marca la llegada al inglés de una autora con un talento innegable”.
María Gainza resultó la ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por Luz negra, su segunda novela luego de El nervio óptico.
El jurado estuvo integrado por Giovanna Rivero, Ana García Bergua y Rogelio Guedea y destacó que su novela tiene «una trama absorbente y casi detectivesca, una prosa lúcida e impecable, innovadora y no carente de ironía, con personajes bien construidos, que aborda el tema de las falsificaciones artísticas y que además pondera la presencia de las mujeres en el mundo del arte”.
Gainza es, además de escritora, crítica de arte y el premio le será entregado el 4 de diciembre en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara.
La reconocida autora de crónicas Leila Gerriero fue galardonada en España con el Premio Internacional de Periodismo Manuel Vázquez Montalbán en la categoría Periodismo cultural y político. Es autora, entre otros libros, de Los suicidas del fin del mundo, Una historia sencilla y Opus Gelber.
El jurado integrado por Neus Bonet, Ana Cristeto, Carles Revés, Tomás Delclós, y Josep Cuní, quien consideró que “sus artículos, crónicas y libros ha puesto de manifiesto y relevancia la necesidad, la importancia y la fuerza del periodismo».
La escritora Luisa Valenzuela, de larga y reconocida trayectoria dentro y fuera del país, recibió en octubre el Premio Internacional Carlos Fuentes a la creación literaria 2019. También ella, que a lo largo de su vida ha recibido numerosos galardones, se convirtió en la primera mujer en recibir este premio.
En el mes septiembre, Ángela Pradeli ganó el premio otorgado por la editorial People´s Literature Press al Mejor libro en español publicado en 2018 que otorga la Asociación de Escritores Chinos en Shangai por La violenta respiración del mundo una novela que habla de los niños apropiados durante la última dictadura militar argentina y en la que aparece Rodolfo Walsh como personaje. De esta forma pasó a ser miembro del no demasiado numeroso grupo de escritores traducidos al chino. Entre ellos figura nada menos que Ricardo Piglia.
El reconocimiento internacional a mujeres escritoras y/o periodistas, a juzgar por los casos que se enumeran más arriba, no parece producto del azar. ¿Cuál es la razón que los explica? La respuesta obvia a esta pregunta es “el talento de cada una de ella”, lo que es rigurosamente cierto. Pero no sería lógico pensar que antes no había escritoras y periodistas talentosas. Basta recorrer la lista de premiados en concursos internacionales para comprobar que las mujeres no figuran o forman parte de una escandalosa minoría.
A esto podrían agregarse muchos casos en que el rechazo a la incorporación de mujeres al campo cultural fue absolutamente explícito.
Las hermanas Brontë firmaron en un principio con seudónimos masculinos porque en su época “la literatura no era cosa de mujeres” y siguió sin serlo por mucho tiempo más.
A María Moliner, autora del monumental Diccionario de uso del Español, le negaron el acceso a la Real Academia Española. Aunque toda la vida se dedicó a las palabras, terminó siendo durante toda su vida “una académica sin sillón”, como ella misma se definía.
Sara Gallardo es otro de los múltiples ejemplos de mujeres cuya obra fue desvalorizada por una sociedad machista. En su contra jugaron no sólo su condición femenina, sino también su origen. Era la hija de Guillermo Gallardo, la nieta de Ángel Gallardo, la bisnieta de Miguel Cané y la tataranieta de Bartolomé Mitre. Su árbol genealógico parece competir con cualquier guía de calles de Buenos Aires. Demasiadas celebridades masculinas como para darle espacio a una mujer. Dado que pertenecía a una familia de clase acomodada, es posible que su escritura haya sido considerada como el pasatiempo de una mujer adinerada. Lo cierto es que recién ahora, a más de tres décadas de su muerte, su escritura es puesta en valor.
En el XXI, gracias a la lucha de las mujeres que salieron a la calle para defender sus derechos, el género femenino ha cobrado protagonismo. La incorporación de mujeres en distintas áreas ha pasado a formar parte de cierta corrección política. Basta con revisar las fórmulas electorales para comprobar que, en las más progresistas, se ha cuidado mucho el equilibro entre hombres y mujeres. Es una conquista femenina y, a la vez, una estrategia para ganar votos.
La pregunta que se plantea al principio de la nota puede responderse así: la lucha de las mujeres ha sido tan poderosa y efectiva que hoy no solo es imposible seguir negándolas sino que reconocerlas se ha convertido en un mandato de la corrección política.
Que tantas mujeres argentinas hayan ganado importantes premios internacionales, por supuesto, es para alegrarse. Cada una de ellas se lo merece, es un acto de justicia y una prueba fehaciente de lo que las mujeres han logrado. Pero el hecho de que se publiquen notas como esta misma, que destacan el carácter femenino de las ganadoras, es también una prueba elocuente de cuánto falta por conquistar. Aunque se revisen de manera exhaustivas diarios, revistas y otros medios no se encontrará una noticia que diga: “Tres hombres han sido galardonados con importantes premios internacionales”. La razón es que no es noticia que los hombres ganen. El fenómeno recuerda ese ejemplo tan trillado dentro del periodismo para establecer qué es una noticia de impacto. “Un perro mordió a un hombre” no tiene el atractivo de “Un hombre mordió a un perro”, sencillamente porque los hombres no suelen morder a los perros.
Quizá seamos una sociedad realmente igualitaria cuando no sea necesario especificar a qué género pertenecen los ganadores.