No habían pasado las 6 de la tarde (el evento empezaba a las 18 y 30) y la Sala Victoria Ocampo, donde iba a tener lugar el diálogo entre Mariana Enriquez y Elsa Drucaroff, ya estaba saturada. Desde muy temprano, una gran cantidad de personas se amontonaron en la puerta, casi como en un recital, con empujones, con ansiedad fanática, para poder entrar. La mayoría eran mujeres jóvenes. Muchas se quedaron afuera, deambulando por los pasillos de la feria para poder ver a Mariana cuando saliera, y tener una firma en sus ejemplares, una foto o un pequeño diálogo con ella.
Esta pequeña escena local se inscribe en un panorama más amplio. Mariana Enriquez obtuvo premios prestigiosos y su obra se lee alrededor del mundo, con un nivel de masividad y venta notables. Al comienzo de la conversación, Drucaroff ofrece una interpretación: “Mariana tiene un radar artístico para captar las fobias, los traumas, el conflicto, el inconsciente y las culpas de una época. Tiene algo para decir que toca las entrañas de nuestro tiempo histórico”.
Cualquiera que estuviera ayer, en el inicio del Ciclo de Diálogo Escritores y Escritoras, tendría que pensar dos veces antes de levantar su dedo acusador sobre los jóvenes porque “no leen”. Pocas personas traspasaban los treinta años. “Siempre te leyó gente joven, ¿por qué crees que pasa eso?”, dispara Drucaroff para iniciar el diálogo. Una mezcla de silencio y ansiedad inunda la sala antes de cada cosa que va a decir Mariana. “No sé, pero mejor (risas). Cuando escribí Bajar es lo peor, lo hice pensando en mi generación. Yo leía mucho pero no encontraba escritores que estuviesen hablando de lo que nos pasaba a nosotros, a la gente de mi edad. Sí lo encontraba en la literatura norteamericana, esta cuestión de la sensación de falta de futuro, calle, noche, intoxicación, etcétera. Yo tenía 17 años, así que dije ‘bueno, si nadie lo va a escribir, lo voy a escribir yo’”, responde. Escribía en una máquina de escribir, por partes, como un folletín, para repartirlo entre sus amigos, no le importaban los escritores, no los conocía, no los respetaba y mucho menos admiraba como sí hacía con sus ídolos musicales. A lo mejor Mariana Enriquez no escribiría como escribe sin esa irreverencia inicial con respecto al mundo literario del momento.
Elsa Drucaroff dice que en sus clases siempre leyó su obra como la de Stephen King, pero mujer, argentina y punk. “Yo creo que mi literatura es bastante punk, es argentina, y lo de Stephen King también, pero lo de mujer no. A lo mejor algunos libros más que otros. Yo cuando escribo me siento muy andrógino. Si tengo que escribir un personaje varón, soy un varón cuando lo escribo, es como una cosa mediúmica. Diría que yo soy mujer y que soy feminista, pero no diría que mis libros lo son. Puedo tratar esos temas pero eso es otra cosa”, responde Enríquez. Una de las cosas que más le costó a lo largo de su carrera fue encontrar una voz de narradora mujer, y en ese sentido, las hermanas Brontë fueron fundamentales, aprendió de ellas. “La voz, sobre todo en el caso de Emily Brontë, es la de mujeres no convencionales dentro de lo literario. Jane o Catherine se parecen mucho más a las mujeres que las mujeres de la literatura. Son locas, son intensas, se parecen a mi mamá, se parecen a mí, se parecen a mis amigas, no se parecen a esas mujeres que están pensando pavadas. Ahí yo encontré eso que después también encontré en otros escritores y escritoras. A mí me costaba encontrar esa construcción del lenguaje que pudiera darle voz a esas mujeres que podrían ser amigas mías. Y ahora que la encontré, la dejé (risas)”.
Si nadie lo hace, lo hago yo, y si lo encuentro, lo dejo. Ese nivel de audacia en la escritura no es menor a la hora de escribir un género como el terror. “Tengo una relación muy juguetona en la ficción”, dice Mariana Enriquez. Lejos de intimidarla, el terror la divierte. Producir miedo con algo que no le da terror no sólo habla de cierta destreza literaria sino también de la capacidad de subyugar otros temores a través de ella. “Tengo miedo cuando me sale un lunar medio raro y pienso que moriré de cáncer. No tengo miedo de la gente porque no me doy cuenta de la gente. Tengo miedo a un montón de cuestiones pero cuando llegan al papel no les tengo miedo”, cuenta Enriquez.
Escribir literatura de género es una de las respuestas que encuentra cuando le preguntan cómo hace un extranjero para entender su literatura. “En Latinoamérica se entiende todo. En general hay como grandes líneas que todas se entienden, más o menos toda Latinoamérica se fue al diablo al mismo tiempo y casi con las mismas características, y entonces todo el mundo más o menos entiende. En otros países…yo trato de escribir género. El contenido de mi género es un contenido argentino y latinoamericano y ‘marianístico’, pero lo que yo quiero es que lean un cuento de terror.” En este sentido, hay historias que exploran problemáticas locales y otros más universales, que podrían transcurrir en cualquier otro lugar del mundo.
Aunque parecía que esta charla podía durar horas sin perder nunca el interés, el reloj apremia y hay que dar paso a las preguntas del público. Son varias las chicas que quieren hablar pero no se animan. Algunas cobran valor y además de hacerle preguntas sobre literatura, le cuentan cosas, como sólo se hace con aquellos ídolos que sentimos cercanos. Al final de todo, una de las chicas le pregunta por el proceso de escritura.
“Yo escribo no ficción, generalmente crónicas, y también escribo ficción, cuentos y novelas. En el caso de las crónicas tiene que ver con el periodismo y un poco con mis obsesiones como las crónicas del cementerio. En los cuentos es más bien la idea, a mí a veces la gente me dice ‘y Silvina en el cuento tal’ (NdR: el nombre de un personaje del cuento en cuestión) y yo ya me olvidé de quién es Silvina porque en el cuento yo en general Silvina es una S o es una X o es nada, un puntito, porque para mí un cuento es una idea o una imagen. Y en novelas mi obsesión son los personajes y pienso en el personaje que estoy escribiendo todo el tiempo, incluso mientras converso con gente en mi vida cotidiana. A mí me gustan muchas cosas, tengo esa suerte. Me gustan muchas películas, muchos actores, me gusta mucho la música, muchas series, artistas plásticos, y además ese entusiasmo no se me pasa, sigo encontrando lo que me gusta todo el tiempo. Y termino escribiendo un poco como inspirada en esas cuestiones y en la realidad. Esos son mis estímulos, pero casi nunca la teoría, lo tengo que decir con total libertad”, detalla Mariana.
Ya hacia el final, entre murmullos de entusiasmo por la firma de ejemplares, las asistentes van dejando la sala vacía. Algunas corren para llegar lo antes posible al firmódromo y no tener que esperar tanto tiempo en una fila que podría durar horas.
Con todo, se trató de una gran apertura para el ciclo de Diálogo de Escritoras y Escritores, que ya es un clásico de la Feria del libro. Este año, hasta el viernes 6 de mayo, se ofrecerán encuentros literarios sobre distintos temas que cruzan narración con drogas, marginalidad y amor feliz. En el día de hoy, entre las 18:30 y las 19:30 horas, se presentará la Mesa redonda “Narrar y militar”, con la coordinación de Alejandro Horowicz, asistirán Félix Bruzzone, Kike Ferrari y Dolores Reyes como oradores. Más tarde, a las 20:30 horas, tendrá lugar la segunda Mesa redonda “Narrar el amor feliz”, con la coordinación de Tamara Tenenbaum, y la participación especial de Gabriela Massuh, Eduardo Muslip y Natalia Zito.