Hasta finales de enero de 2017, un paseo por Puerto Madero puede combinarse con la visita a la muestra de Marcia Schvartz, una de las artistas plásticas más vitales del arte contemporáneo. En el museo Fortabat se puede ver la muestra Ojo, una advertencia y una alusión a la mirada singular de la artista condensada en apenas tres letras.
«Marcia hace lo que se le canta», se escucha entre la concurrencia a la exposición de la artista que incluye 140 obras entre pinturas de gran formato, collages, dibujos y cerámicas. Algo que se destaca es la libertad con la que Schvartz encara sus trabajos, la política es la energía vital con que se expresa. Dentro de esta gran variedad si bien se exponen un par de obras de los años setenta, como Rama femenina y Retiro predomina el trabajo de los últimos años, como los grandes cuadros que retratan vivamente personas del cotidiano urbano como Constitución, Circuitería cerebral o Buda. Roberto Amigo, uno de los dos curadores, en el catálogo expresa claramente que la fuerza de estas imágenes reside en el logro artístico de ser, simultáneamente, retratos psicológicos del carácter de los individuos y de poder ser comprendidas como expresión social, es decir, como sujetos políticos.
La serie El tren fantasma incluye un repertorio de grandes piezas que tienen en el centro la figura de Isabelita. En ellas predomina la mezcla de imágenes icónicas del peronismo de diferentes épocas que junto con elementos de la vida cotidiana dan forma a una mirada que se derrite sobre la historia argentina fundiéndola en cuadros y collages, muchos creados dentro de cajas como si fueran teatros de títeres donde la acción sucede simultáneamente. La descripción de estas obras resulta insuficiente, ya que como una suerte de aleph borgeano, implican la enumeración siquiera parcial, de un conjunto infinito.
Estas piezas recrean un ambiente esotérico que pone en marcha la mirada del espectador desde el exceso y el humor (negro). Cada obra, suerte de altares paganos, está cargada de una multitud de mínimos detalles que agrega un pequeño sentido que amplifica y desborda, literalmente, la pintura, como si fuera un pensamiento vivo que repta amenazante.
Dentro de esta serie se encuentra El brujo (2014), un gran retablo en el que se representa un intento de transmutación de Isabelita en Evita, la figura de López Rega como un diablo que se alza sobre la caja intentando sin éxito esta transformación. Velas eléctricas, una planta artificial que se abre y se cierra, mientras un cortinado cae a la derecha de la pintura, acentuando una sensación de encierro. El espectador se enfrenta a la mirada de Schvartz, que involucra una propuesta mordaz, una mascarada que encubre una dimensión trágica. En una tónica similar se encuentran No me atosiguéis (2014), en la que una gran cama horizontal destaca una pálida cabeza de Isabelita con dos grandes mandos verdes (¡las manos de Perón!) a su costado y rodeada de pequeños objetos, desde estampitas hasta fotos de Perón, la revista Hola! y la duquesa de Alba aparecen como otra reverberación de una realidad tan excéntrica e insólita como reconocible para el público.
En una sala separada, se pueden ver algunos cuadros donde lo femenino toma la forma de la furia, las míticas Erinias del mundo clásico, diosas encargadas de la venganza. Estas pinturas turbulentas, desbordantes de vitalidad dan una versión implacable de la capacidad expresiva de Marcia Schvartz. Furia (2007) presenta una mujer de larga cabellera, ojos fluorescentes y un chorro de sangre cayéndole de la boca de dientes afilados; Matanza (2006), un óleo sobre madera, se destaca por su sutileza poética, una mujer de pelo rojo recogido se recorta contra una gigantesca luna mientras se apoya con dedos finos sobre una pared baja. Pequeños trazos rojos son los sutiles indicios de la matanza a la que alude el título.
En el segundo piso continúa la exposición, cerámicas, dibujos de plantas y animales, en el que se recuerdan ese encanto de los libros de los zoólogos y botánicos del siglo XIX. La naturaleza y el imaginario del noroeste argentino están presentes en muchas de estas obras. El trabajo con las texturas y los colores se concentran en una tensión que parece no resolverse, cada objeto irradia esa fuerza contenida. En ese piso, el cuadro Animaná (2016), de técnica mixta, vuelve a llamar la atención sobre la mirada de una de las artistas actuales más vitales del arte contemporáneo.
De martes a domingo en el museo Fortabat, Olga Cossettini 141 de 12 a 20 hs. Entrada general: $ 70. Miércoles $ 35, mismo precio para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes.
También podés leer «El circuito oficial del arte está casado con el mercado»