En diálogo con "Tiempo Argentino", el autor cuenta qué lo llevó a escribir este libro que ahonda en la obra de uno de los artistas contemporáneos más originales. Con prólogo del Indio Solari y editado por Gourmet Musical, el texto indaga en las claves de la producción de un creador incomparable .
– Empiezo por el final porque es allí donde nos enteramos de que el libro se plantea como un alegato con la intención de presentar pruebas para un juicio. ¿De qué tipo de juicio se trata y, en todo caso, de qué nos salva ganarlo?
-Antes que un juicio tradicional, se trata de un alegato espontáneo en el ágora —el espacio público— mediante el cual aspiro a inspirar a potenciales oyentes, para que le den una oportunidad a la música y la poesía de Cohen. Una de las mejores cosas del periodismo es que permite compartir con el público las obras de arte que uno va descubriendo y lo fascinan. Socializar el placer, la excelencia. La colección misma de Gourmet Musical está planteada en esos términos, de explicar por la positiva por qué escuchamos a… Y este libro no es la excepción. La idea no es salvar a nadie, pero sí convocar a la escucha y la degustación de un artista que con un poco de suerte va a agregar vida a tu vida: haciéndote sentir más y mejor, haciéndote pensar más y mejor, acercándote a ese estado de gracia del que participamos cuando nos topamos con una obra artística sublime.
– ¿Cómo surgió la idea de escribir un libro sobre Leonard Cohen? ¿Cómo fue el trabajo de recolección y selección de material?
-Fue iniciativa de Oscar Finkelstein, que colaboraba con la editorial y con quien nos conocíamos desde fines del siglo pasado, cuando coincidimos en la sección Espectáculos de Clarín. Imagino que asumió que iba a tratarse de una oferta que yo sería incapaz de rechazar… Lo que lamento es que el libro se haya atrasado tanto —mea culpa, ciento por ciento— y que Oscar no haya llegado a verlo. Su muerte me sorprendió a comienzos de este año. Pero de todos modos, no quise que pasara desapercibida su responsabilidad y por eso con Leandro Donozo, el editor de Gourmet, pensamos que era justo dedicarle el libro. El trabajo en sí mismo fue placer puro. Una excusa ideal para repasar toda su música y permitirme comprar los libros de Cohen —los propios y las biografías y las colecciones de entrevistas— que me faltaban. Pasé una larga temporada en Cohenlandia, un lugar del alma que puede tener sus asperezas pero que equivale a —como dice uno de sus poemas más bonitos— un contrato de gloria con la vida.
– El libro cuenta con el prólogo del Indio Solari. ¿Dónde y de qué manera se manifiesta, para vos, una continuidad entre el Indio y Cohen?
-Son dos obsesivos de su arte. Y al mismo tiempo, dos enamorados de la aventura vital, convencidos de que sólo una existencia intensa y jugada puede dar pie a una obra memorable. Dos seductores natos. Dotados de un enorme sentido del humor, más ácido que la sangre del Alien de Ridley Scott. Los dos garabatearon y dibujaron sin parar, durante la totalidad de sus vidas. En el fondo son esencialmente dos poetas, tipos que escriben las cosas esenciales que no sabíamos que pensábamos y nos revelan emociones de las que no nos sabíamos capaces.
– Para quienes leímos a Barthes, es ineludible la relación con el concepto “el grano de la voz”, esa imagen metafórica que alude a las inflexiones que sólo algunas voces contienen. ¿Notás algo de eso en la voz de Leonard Cohen?
-Es una voz que ya expresa algo por el simple hecho de sonar, sí. Dice cosas aún antes de que puedas entender las palabras y las frases que articula. En este caso no se trata de un don natural sino de una construcción ardua y deliberada. Cohen expresó insatisfacción durante mucho tiempo, pero no tanto por el hecho de que no contaba con una voz bella o fácil —siempre fue consciente de eso—, sino porque perseguía una forma de expresión genuina. Quería que a simple oída quedase claro que esa voz creía en lo que estaba cantando, que no había en ella falsedad ni impostura. Y con el tiempo lo logró. No creo que sea casualidad que el súbito descenso de su registro, el hecho de que la voz se le puso tan grave, coincidiese con la creación de sus mejores discos: I’m Your Man (1988) y The Future (1992). Una vez que dio con la voz a que aspiraba, sus canciones brillaron como nunca.
– En Cohen hay algo de la experiencia asociada a la escritura: la necesidad de escribir sobre lo vivido y llevar al cuerpo lo escrito (que además es muy propio de los poetas beatniks de su época). También hay algo de “el músico que escribe” y “el escritor músico”. ¿Por qué, habiendo otros “músicos poetas”, considerás que esa combinación se da de tal manera en él que lo hace un artista fuera de serie?
-El presente es un tiempo de creciente individualismo, con las consecuencias que esto acarrea. Para empezar, las políticas. En este contexto, Cohen plantea una diferencia que merece ser atendida. Es un tipo para quien la expresión es siempre un puente tendido hasta la posibilidad del Otro, ya sea amoroso o divino. Es un tipo para quien el arte crea, o debería crear, comunidad. Es un tipo que hizo el esfuerzo de aprender a cantar casi como si no cantase y a escribir poemas que suenan como el habla, que fluyen con la naturalidad de la charla o el monólogo, para reducir al mínimo la distancia que lo separa de quien pueda recibir sus canciones. En ese sentido, su arte me parece profundamente democrático, y por eso imprescindible en un momento de tanta incertidumbre mundial como este.
– ¿Por qué escuchar y leer la poesía de Leonard Cohen hoy en Argentina y en Latinoamérica?
-En parte, quisiera creer que lo respondí en el párrafo anterior. Agregaría nomás que la obra de Cohen supone una forma de plantarse ante el mundo que apuesta por la virtud y la gracia, aun cuando parezca que alrededor se está derrumbando todo. Como lo expresa una de sus últimas canciones, su obra equivale a un manual para vivir en la derrota sin perder la dignidad. Y esa es una postura que encuentro valiosísima en un subcontinente como Latinoamérica y en un país como el nuestro, en un momento como el actual. Una actitud vital que aquí valoramos particularmente, como lo demuestra la influencia de la obra de ese otro poeta que supo definirnos como vencedores vencidos.
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