Existe una diferencia abismal entre entender la cultura como un privilegio para pocos y en considerarla como un derecho humano básico como lo es el acceso a la comida, la educación y la salud. El flamante presidente electo de Brasil lo entendió en este último sentido y alcanzó logros tan trascendentes en materia cultural como en el área económica.
En un discurso pronunciado el 21 de diciembre de 2019 ante artistas de Brasil, expresó: «Fabio Porchat (actor y presentador televiso de Brasil) dijo recientemente que ‘Bolsonaro no gobierna, se venga’. Tengan la certeza de que el intento de desmantelar la cultura promovida por el gobierno actual es, en primer lugar, una venganza contra todos y cada uno de ustedes, que se atrevieron a cantar, escribir, actuar, filmar, pintar, bailar y gritar ‘Él no’. También es venganza contra todo lo que la cultura representa para el ser humano, y eso es precisamente lo que este gobierno más odia y teme. La cultura es vida, y el gobierno actual vive de promover la muerte al insistir en poner las armas de fuego en manos de la población, liberar indiscriminadamente el uso de agrotóxicos, estimular la devastación ambiental, fomentar el desempleo que lleva a millones a la desesperación y naturalizar el asesinato de mujeres, negros, indígenas y LGBTs. La cultura es liberación, y el gobierno de Bolsonaro está en contra de todas las formas de libertad, de pensamiento y de expresión».
Lula puede demostrar con hechos que él actuó a contrapelo de la actitud bolsonarista porque durante su gobierno la gestión cultural fue tan intensa y eficiente como lo fue la económica.
Su primera determinación en este sentido fue nombrar como ministro de Cultura a un artista popular y, además, negro como Gilberto Gil, lo que de por sí tenía un alto peso simbólico, y no un burócrata de escritorio para el que lo cultural fuera una mera gestión administrativa. Lo que les dijo a los artistas en el discurso mencionado no fue la expresión de un deseo más o menos abstracto por el que luchar en el futuro, sino que fue el resultado de su experiencia gubernamental. «La élite brasileña –afirmó- siempre ha dado la espalda a la inmensa riqueza cultural que ha brotado y continúa surgiendo de las periferias de este país. Ignora todo lo que pudo el genio de Cartola, doña Ivone Lara, Elza Soares, Lia de Itamaracá, Clementina y Carolina de Jesús. Se niega a escuchar las nuevas voces, especialmente negras, de indignación y afirmación que hoy se manifiestan en el ritmo del rap y en los slams de poesía que se consolidan en todo el país».
Y agregó: «Nosotros, por el contrario, siempre creímos e invertimos en la diversidad cultural brasileña. Tuve el honor de tener dos ministros de la talla de Gilberto Gil y Juca Ferreira. Nosotros vemos la cultura en tres dimensiones: como un derecho de todos los brasileños, como un promotor del desarrollo social y económico, y como una expresión de la rica y diversa identidad brasileña».
Por su parte, Gilberto Gil dejó en claro su concepto de lo que es la cultura desde su discurso de asunción.. «No es menester del Estado hacer cultura -dijo-, pero sí crear condiciones de acceso universal a los bienes simbólicos. No es tarea del Estado hacer cultura, pero sí, proporcionar las condiciones necesarias para la creación y la producción de bienes culturales, ya sean artefactos o mentefactos. No es el rol del Estado hacer cultura, pero sí, promover el desarrollo cultural general de la sociedad. Porque el acceso a la cultura es un derecho básico de la ciudadanía, así como el derecho a la educación, a la salud, a la vida en un medio ambiente saludable. Porque, al invertir en las condiciones de creación y producción, estaremos tomando una iniciativa de consecuencias imprevisibles, pero ciertamente brillantes y profundas, ya que la creatividad popular brasileña, desde los tiempos coloniales hasta el día de hoy, siempre fue mucho más allá de lo que permitían las condiciones educativas, sociales y económicas de nuestra existencia».
Y añadió de manera tajante: «En verdad, el Estado nunca estuvo a la altura del quehacer de nuestro pueblo, en las más variadas manifestaciones del inmenso árbol de la creación simbólica brasileña».
Bastan algunos pocos datos para entender que la política cultura dio un giro copernicano durante el gobierno de Lula. El presupuesto de Cultura se quintuplicó. Se creó, además, el programa Cultura Viva que supuso una inversión en 4500 puntos culturales en apoyo a las expresiones más diversas, no solo en las ciudades más importantes sino también en los lugares más distantes donde habitan comunidades indígenas. En el mismo sentido actuó el Programa Puntos de Cultura.
Se creó, además, el Plan Nacional del Libro y la Lectura que fomentó, entre otras cosas, la creación de bibliotecas en cada municipio. A través del Vale Cultura los trabajadores pudieron acceder a la compra de libros, al cine, al teatro y a conciertos. Se financiaron, además, cortometrajes, series y todo tipo de producciones audiovisuales. La Cultura no fue entendida como gasto, sino como derecho e inversión.
El programa Puntos de Cultura fue tan exitoso que en 2011 se replicó en Argentina durante la gestión de Jorge Coscia como secretario de Cultura de la Nación. En Brasil hubo 5000 Puntos de Cultura distribuidos a lo largo y a lo ancho de su inmenso territorio. Se trató de un programa que no solo otorgó subsidios para organizaciones culturales sociales, sino que también proveyó equipamientos tecnológicos y conexión entre los diferentes puntos. Lo más importante, sin embargo, fue el concepto subyacente a este programa que no consistió en “llevar” de manera paternalista la cultura hegemónica a diferentes lugares, sino, por el contrario, en asistir a las organizaciones a que puedan expresar su propia identidad cultural.
Así lo explica Célio Turino, ex secretario de Ciudadanía Cultural del Ministerio de Cultura de Brasil y uno de los creadores del programa Cultura Viva, en su libro Puntos de Cultura. Cultura viva en movimiento: «En este valle silencioso es donde la voz de nuestro pueblo se hace escuchar con toda su diversidad. Como el silencio no está vacío y siempre está cargado de significados, Cariri es un buen lugar para empezar a hablar de los Puntos de Cultura; Puntos que guardan el firme deseo de ‘des-esconder’ Brasil. El objetivo es éste: ‘des-esconder’ Brasil, creer en el pueblo, potenciar lo que ya existe, firmar pactos y acuerdos con ‘los de abajo’, como bien apuntó el geógrafo Milton Santos, nuestro profesor mundialmente reconocido, pero también silenciado por aquí. No hay imposiciones sobre cómo utilizar los recursos distribuidos por el Ministerio de Cultura y cada Punto lleva a cabo sus actividades conforme sus necesidades y plan de trabajo. En algunos, puede ser adecuar el espacio físico, en otros, comprar equipamientos, o, como en la mayoría, organizar cursos, talleres culturales y la producción continua de lenguajes artísticos e interpretaciones de la realidad. Los Puntos son variados; algunos prefieren el teatro, otros la danza, o la música, que puede ser erudita, popular, o combinación de ambas. Muchos están en las grandes ciudades, principalmente en las favelas y periferias, otros en pequeños municipios, en aldeas indígenas, asentamientos rurales, comunidades quilombolas (N de R. se trata de comunidades de africanos y afrodescendientes que en el siglo XVI se unieron estrechamente para evitar que sus miembros fueran recapturados como esclavos ubicándose en localidades de Brasil difíciles de alcanzar y estableciendo allí su vida). El único elemento común a todos es el estudio multimedia, un pequeño equipamiento para editar audio e imagen, tres computadoras funcionando como islas de edición con software libre, filmadora digital, equipamiento para grabación de sonido y música y conexión a Internet de banda ancha».
Los Puntos de Cultura fueron una política pública que se desarrolló en el campo cultural y que logró trascender más allá de las fronteras. Su desarrollo es un buen ejemplo para medir la importancia que tuvo la cultura durante el gobierno de Lula y da cuenta también de por qué el gobierno de Jair Bolsonaro se empeñó en desmontar estos logros culturales que tuvieron como protagonistas al pueblo mismo.
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