¿Se puede hacer teatro con actores no profesionales comprometidos con su comunidad, tratando en clave de humor el drama de la pandemia en un escenario que simboliza las luchas de las asambleas del año 2001 y de paso hacer un homenaje a la salud pública? Los vecinos del barrio porteño de Villa Urquiza están en eso con una obra que, además, tiene reminiscencias tangueras como Margarita en el Tornú, una creación colectiva que se presenta todos los domingos hasta el 10 de julio en el Centro Cultural 25 de Mayo.
Confluyen en el escenario varias historias de ese barrio porteño. Lo explica Liliana Vázquez, la directora de la obra, una de las fundadoras de Los Villurqueros. Nacido al calor de las asambleas populares, el grupo de teatro comunitario –que acaba de cumplir 20 años– fue un motor importante para la recuperación del que alguna vez fuera conocido como el Petit Colón, el soberbio edificio de acústica operística diseñado por el arquitecto Máximo Gasparutti.
El teatro original había sido decorado por el artista Felipe Galante y alguna vez cantó allí Carlos Gardel. Ubicado en la avenida Triunvirato 4444, fue inaugurado en 1929 y desde 1987 padeció el abandono hasta casi terminar convertido en un templo religioso, o una discoteca, o lo que el negocio inmobiliario dispusiera. Pero los vecinos buscaron el modo de salvar esa joya cultural en pleno auge del neoliberalismo y para el momento del “corralito” y los remezones de diciembre del 2001, habían logrado –a fuerza de dar batalla– bastante peso específico como para conseguir que pasara a manos del gobierno porteño durante la gestión de Aníbal Ibarra. A la hora de la reconstrucción, y para que la recuperación fuera más ajustada a la de su época de oro, consiguieron fotos revisando en los arcones familiares.
Vázquez, psicóloga social y payasa hospitalaria, es coordinadora de los talleres para la comunidad del Tornú. “El hospital fue creado en 1904 para atender específicamente casos de tuberculosis en la ciudad”, dice a Tiempo. Con el centenario, surge el primer acercamiento a Margarita Gautier, el tango que cuenta el infortunio de la protagonista de La dama de las camelias, la novela de Alejandro Dumas, que muere atravesada por la tisis. “Los compañeros me piden hacer algo para celebrar el aniversario, en 2004, y con médicos y enfermeras hicimos una escena en clave de clown basada en esa historia, algo tragicómico. ¿Cómo se puede encontrar humor en la enfermedad, me dirás?, ahí esta la clave”.
Luego vino la pandemia de coronavirus, otro momento dramático para la humanidad, y ni qué hablar de los servicios de salud. “Se me ocurre emparentar ambos hechos, pero dejando que la historia transcurra en 1904, de manera que los bacilos que entonces enfermaban de tuberculosis hoy se convierten en un virus. No lo decimos, pero se ve”. Porque el desafío, además, es que se trata de un espectáculo donde no se usan palabras. “Trabajamos con el cuerpo y con recursos del cine mudo, como un cartel que explica la situación”, dice Vázquez.
Y con eso alcanza porque los vecinos (mejor dicho, los actores) aprovecharon el tiempo de encierro para prepararse con una profesora que les enseñó técnicas de clown más refinadas. Todo por Zoom, en juntadas que al principio tenían el espíritu de no perder los lazos, de no quedarse solos, pero se fueron transformando en un espacio de creación.
“Teníamos mucho temor cuando estrenamos, porque estamos poniendo en escena un tema con un virus que todavía está, jugando con algo que nos atravesó a todos, y porque incluso tenemos dos integrantes que murieron durante la pandemia. Fue muy fuerte para nosotros volver y tratar la muerte en clave de humor”, afirma Vázquez. El resultado, en las tres funciones que ya se hicieron, es muy auspicioso y la repercusión en el barrio es grande.
“Tenemos 30 actores en escena que son vecinos”, se entusiasma la directora, que recuerda sus inicios, en 1976, en grupos de teatro independiente, y su carrera posterior en circuitos no comerciales. “Tengo muchos años”, ríe. “Estuve en el Grupo Encuentro, Galpón del Sur, el Teatro del Centro, colaboré en Teatro Abierto”, rememora.
A lo largo de las dos décadas que llevan sobre las tablas, los integrantes de Los Villurqueros fueron variando, como es previsible, porque no es tan fácil sostener esa pasión en el marco de la vida cotidiana, aunque hay un puñado que siguen desde el primer día. “Se han convertido en actores –asegura Vázquez–, hay que venir a verlos porque son vecinos que no solo defienden su territorio a nivel cultural, sino que son actores”.
Y que, además de representar una historia, hacen un homenaje a la salud pública, cuando ya parecen cosa del pasado más lejano aquellos aplausos a las 9 de la noche ni bien comenzadas las restricciones por la llegada de los primeros casos de Covid-19 al país. De tal manera que en cada función se da una distinción a un equipo de salud de aquellos que se pusieron al hombro en la lucha contra la pandemia. Comenzaron, claro, con el Tornú, y siguieron con el Lanari, los más cercanos.
Las funciones son los domingos a las 20 horas, las entradas son gratuitas y pueden sacarse por Alternativa Teatral. «