En la novela "Fuego amigo" Juan Federico Zeschau, periodista, politólogo y militante peronista, muestra en clave de ficción la parte de atrás de la disputa por el poder entre iguales en un momento preciso de la historia del país, el año 2008. Un texto en el que confluyen autocrítica, reflexión y deseos de mostrar la complejidad del juego político.
–¿Cómo te definirías?
-Soy politólogo, nací en la ciudad de Buenos Aires. Comencé a militar en 2005 en una agrupación de la Ciudad de Buenos Aires con una referente tradicional del peronismo de la capital. En la novela rescato muchas cosas de ella. Era una agrupación territorial con trabajo en la Universidad, en el sindicato, con laburo incluso en la Villa 31. Yo me metí a militar a través de una agrupación universitaria en ese momento en la facultad de Sociales.
-¿Cómo se llamaba la agrupación?
-Con sentido social. Teníamos un laburo fuerte en la de Sociales y también en la facultad de Derecho. Un año después se abrió la perspectiva y empecé a militar más en el territorio, a trabajar más con las unidades básicas que tenía la agrupación.
-¿Y fue allí que la realidad de la militancia cambió?
-Sí, conocí una realidad de la militancia completamente diferente, distinta de la de los pasillos de la facultad, de charlas de café cuidadas, de gente bienpensante, del estudiante de Sociales de la UBA.
-¿Qué te motivó a escribir esta novela? ¿Tenías otras escrituras previas?
-De ficción había escrito algunos cuentos cortos. También había escrito notas y crónicas periodísticas para la revista JP, para Gestar, para El País digital, para la agencia Paco Urondo, para Buenos Aires Económico, para el órgano de capacitación del PJ y para diferentes portales de opinión política que surgieron sobre todo a partir del conflicto entre el gobierno nacional y el grupo Clarín en el cual comenzaron a desplegarse otras formas de comunicación. El 2008 me agarró como militante cuando se habían castrado todos los canales de información con el Grupo Clarín. Ahí florecieron una serie de blogs.
-Fue el momento de la 125.
-Sí, tal cual. La disputa con Clarín es inmediatamente posterior al conflicto agrario.
-La novela transcurre en ese lapso.
-Sí, abarca desde que se emite la resolución hasta que Cobos vota de forma no positiva en julio de 2008. Empieza un poco antes y continúa un poco después, pero narra esencialmente todo el proceso de la 125. Por supuesto que la novela narra desde otra perspectiva, la de los militantes. En la medida en que avanza la disputa de la 125, esa disputa más macro que puede llevarse puesto al gobierno nacional, los protagonistas, los personajes de juventud dejan de interesarse en ella porque comienza a interesarles más la disputa que tienen al interior de su propia agrupación.
-Leyendo tu novela a uno le queda un sabor bastante amargo respecto de lo que puede llegar a ser la política.
-Bueno, eso tiene que ver con lo que me habías preguntado acerca de qué me llevó a escribir esta novela. Creo que lo que me llevó a hacerlo es que estaba amargado, no sé si la palabra es decepcionado, pero no me sentía bien con las circunstancias que se estaban desarrollando alrededor de 2014-2015 que fue cuando la escribí e hice las correcciones. Ese que florezcan mil flores de Néstor que se refería a las agrupaciones de juventud, esa federación de juventudes peronistas se estaban empezando a concentrar en una gran agrupación militante que se puede identificar con La Cámpora, pero que no era una cuestión exclusiva de esa agrupación. Me amargaba ese encorsetamiento de la juventud militante. Consideraba que esa juventud militante estaba teniendo rasgos de corporación. Desde la militancia criticábamos mucho la corporación agraria, la corporación mediática, pero nosotros también teníamos características de corporación y eso, como generación, tenemos que asumirlo. Es muy llamativo, por ejemplo, que en 2015 durante el proceso de elecciones, a Scioli se le pidiera que interpelara a la militancia. Es decir, la propia militancia le exigía al candidato de un gobierno nacional y popular, que le hablara a la militancia para convencerla. Creo que esa exigencia era producto de una configuración corporativa que estábamos empezando a adoptar.
-Es decir que tu novela es una crítica a esa actitud corporativa.
-Sí, yo quise tirar piedras contra esa actitud, pero, por supuesto, siempre desde adentro. Mi novela es una crítica fuerte a la juventud partidaria hecha desde el interior, no desde afuera.
-¿Por eso el personaje de el Tano que es un militante de esa juventud es una figura oscura, sinuosa, que tiene actitudes que tienen que ver con la conveniencia?
-Sí, yo quería configurar un antihéroe, un tipo oscuro, un tipo vacío, de una personalidad formada en los 90, con esa superficialidad, con esa inconsistencia propia de esa época. Es alguien que creció en los 90 y por lo tanto tiene una visión muy individualista de la política. Tiene, además, un gran vacío existencial acorde con el vaciamiento conceptual de esos años. El Tano intenta llenar ese vacío con mujeres, con droga y, por supuesto, con poder.
– Sí, justamente te iba a decir que es un personaje desajustado respecto de los tiempos que comienzan a correr con el kirchnerismo porque más allá de sus deseos de ocupar un cargo, lo que me sorprendió en su terrible machismo, un machismo tan intenso que no puede menos que sorprender y resultar anacrónico. Su oscuro poder de especulación se da también en su relación con las mujeres a las que minusvalora y pone en el lugar de un objeto. ¿Esa es la realidad que se vivía o se vive en ese tipo de organizaciones?
–Creo que sí. Tal vez lo exageré para mostrar esa circunstancia. Como hombre es algo que yo viví en agrupaciones con gran presencia masculina. Creo que la política y el poder son machistas.
-¿Lo siguen siendo?
-Lo siguen. Pero es necesario tomar en cuenta que 2008 es anterior a la Ley de Matrimonio Igualitario, anterior a ciertas reivindicaciones de género. Por eso en 2008 hay una fuerte impronta machista. De acuerdo con mi experiencia creo que en esos años había poca participación de la mujer. La presidente era Cristina Fernández de Kircher, pero recordarás que se decía que el poder real lo tenía Néstor.
–Sí, eso fue fluctuando. Durante el gobierno de Néstor se dijo que era el Chirolita de Duhalde, luego que el poder lo tenía ella y cuando ella asumió el gobierno se dijo que el poder lo tenía Néstor.
-Sí, tal cual. Sólo pudo ocupar ante los ojos de los demás el lugar que realmente tuvo luego de la muerte de Néstor.
–El machismo era tal que desde cierto sector del periodismo y de la oposición se le pedía que renunciara, porque siendo un títere de Néstor sin él no iba a poder gobernar.
-Sí, se le pidió la renuncia desde la 125 a unos meses posteriores a la muerte de él. Ella tuvo que demostrar que estaba a la altura de su cargo. Creo que en eso se vio muy claro el rasgo machista que tiene el poder en general, es decir, el poder empresarial, por ejemplo, no sólo el poder político, sino también el de la sociedad civil. El peronismo tiene un fuerte rasgo machista, fue incorporando otros aspectos, se fue ampliando, pero cuando transcurre la novela que es en el año 2008 el sesgo machista era extremadamente fuerte.
-¿Cómo se bancaba una agrupación peronista tan machista tener una presidente mujer?
-En la novela, pese a que son todos son hombres, todos son machistas, todos juegan al fútbol, todos hablan de mujeres y las consideran un objeto y a veces una molestia después de que se la cogen, la referente principal de la agrupación es una mujer.
-Te estás refiriendo a la Rusa.
-Claro, a la Rusa. Es decir de que a pesar de que ellos tienen esa visión de la mujer y algunos llegan a ser misóginos, a pesar de que, como dijo Cristina, a la mujer todo le cuesta el doble, la líder, la conductora de la agrupación en que ellos militan es una mujer y todos le deben obediencia. Además, es una mujer con mucha presencia, que exige lealtad, que castiga fuertemente la deslealtad. Yo quería jugar con eso, con la percepción masculina de la participación de la mujer y, al mismo tiempo, con la cuestión de que tienen que obedecerle a una mujer.
-Para lograr un cargo el Tano depende de la Rusa.
-Claro y se lo da esa mujer que en algún momento pierde el control de la interna política, pero que es la que cranea toda la interna, toda la operación y es la que al final tiene éxito. El Tano, machista y misógino que utiliza a la mujer como un objeto, le debe lealtad y el poder que tiene le es delegado por ella porque él no tiene un poder propio. Todo lo que logra depende de una mujer.
-Aunque al principio de la novela aclarás que todos los personajes son ficticios, supongo que los construiste en base a gente real. ¿Cómo armaste el personaje de el Tano?
-Fue el más difícil. Lo construí con un poco de pejotismo tradicional y pragmático no sólo de los 90 sino de una larga tradición doctrinaria antiprogresista que mamé en las unidades básicas y también con mucho del funcionario de oficina que está metido en las camarillas del poder, en los pasillos.
-¿La política es necesariamente rosca?
-Creo que todos rosquean: el empresario, el taxista, el funcionario, el delegado sindical, el referente barrial. Todos rosquean incluso a desgano. Pero lo que planteo en la novela es un momento muy particular de la política que es una interna partidaria, una interna en la que los soldados son peronistas. Entonces ciertas discusiones acerca de la alta política, ciertos debates sobre los modelos económicos y políticos ya están saldados. Todos son peronistas, todos bancan a Cristina, todos bancan a Néstor, todos bancan a Perón y Evita, pero de lo que se trata es de herir al hermano, al peronista, al par. Hay que matarlo, como decía Perón del enemigo, porque si no lo matás van a venir por vos.
-El fuego amigo que le da título a la novela.
-Sí, un poco lo que vivimos en 2015 entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez. Se olvidan de que lo más importante era ganarle a Macri y pasa a ser más importante aniquilar al adversario interno. Es lo mismo que pasa en 2017 con las jugadas de Randazzo, de Cristina o de Massa cuando el proyecto de Macri no es hegemónico y los representantes del campo nacional y popular tienen mucho más fuerza que el proyecto que nos gobierna hoy en día. Esto se puede dar en cualquier partido político aunque en Cambiemos las internas son distintas porque son internas de deseo, de gerentes de la administración pública. Cambiemos es un club y las internas se dan en el interior de un club, se resuelven en la cúpula del poder.
-¿Por qué como politólogo elegís para expresar estas ideas un texto de ficción y no un texto ensayístico, un texto teórico?
-Creo que las herramientas que te da la carrera de Ciencias Políticas son muy limitadas para entender el peronismo. Sólo hay dos materias que además son optativas para analizar un actor central como el peronismo. Me parece que los ensayos dejan de lado muchas cuestiones de la realidad de la militancia peronista. Lo dice un poco (Miguel) Bonasso en Recuerdos de la muerte. También a él le preguntaron por qué no había escrito un ensayo o una crónica periodística en vez de narrar la historia del pelado (Jaime) Dri desde un texto ficcionalizado. Él contestó que una novela no tiene que demostrar, la novela no demuestra, sino que muestra. En una novela él pudo contar todo lo que le pasa el pelado Dri desde que lo chupan en la ESMA y se libera en la frontera con Paraguay. Él no hace ninguna interpretación, sólo narra las peripecias de este militante montonero. Yo quería mostrar y no demostrar. Incluso mis personajes se contradicen porque el peronismo es contradicción y por eso está vivo, porque es un movimiento y no un partido.
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