“Me interesaba pensar –dice Mattio- en los modos imperceptibles en que las palabras quedan marcadas por los procesos sociales. Entonces imaginé una máquina que persiguiera la disidencia política en el lenguaje y, a partir de ella, concebí un personaje -un escritor para ser más preciso- que colabora con el diseño de esa máquina a partir de su relación y su saber sobre la lengua”. La escritura de esta novela que ser refiere a la forma en que la última dictadura militar quedó impregnada en el lenguaje, le insumió cinco años durante los que elaboró tres versiones distintas.
En la entrega del Premio, la escritora María Teresa Andruetto habló en nombre del jurado y señaló las razones por las que la novela de Mattio fue la ganadora de manera unánime: Materiales para una pesadilla es una novela compleja, emocionante y ambiciosa, incómoda, para nada complaciente, que trabaja sobre la fragilidad de lo humano y sus certezas, sobre los lenguajes y los duelos, sobre cómo esos lenguajes producen realidades y alienaciones.
“Se trata –dicen los organizadores del Premio- de una ficción anticipatoria, experimental y a la vez novela de aprendizaje que a lo largo de sus casi cuatrocientas páginas visita persecuciones, terror y militancia de los años setenta y un futuro virtual donde lo humano (y su relación con muertos, fantasmas y avatares) se disuelve.” En ella pueden percibirse ecos de La ciudad ausente, de Ricardo Piglia y los relatos que convergen en ella se ofrecen como una maquinaria de producir memoria, dolor, violencia, pero también belleza.
Por su parte, el ganador expresó a la hora de recibir el premio: “Creo que la literatura es una investigación personal con el lenguaje. Y en esa investigación conviene ser lo más honesto que uno pueda. Saber que antes hubo otros que lo intentaron y que ahora mismo hay otros que lo intentan. Porque es una investigación que no sucede en soledad, que está en contacto con otras, que construye constelaciones con el pasado, en eso que llamamos tradición, y que construye constelaciones con el presente, en eso que llamamos poéticas.”
En su discurso contó cómo fue el complejo proceso de escritura de la novela que resultó galardonada y aclaró: “No quisiera construir nada parecido a un manual de instrucciones porque creo, de manera genuina, que la escritura es un misterio, una forma particular que adquiere nuestro pensamiento cuando estamos en ese modo particular que llamamos escritura. Hay enormes novelas escritas en tres semanas –si le creemos a Faulkner sobre Santuario- y grandes textos que llevaron años. En general, me parece que la cantidad de tiempo de escritura no indica mucho, ni bueno ni malo, sobre el valor literario de un texto.”
Mattio es, además de escritor de ficciones, periodista. Sus antecesores en las dos ediciones anteriores del Premio de la Fundación Medifé Filba fueron El último Falcon sobre la tierra (Baltasara, 2019), de Juan Ignacio Pisano y Los llanos de Federico Falco (Anagrama, 2020). La novela de Mattio fue editada en 2021 por Aquilina.
El premio está dotado de 750.000 pesos argentinos y una estatuilla.
En la “lista corta” de finalistas del Premio, Mattio estuvo acompañado por nombres y novelas relevantes de la literatura argentina: La Jaula de los onas, de Carlos Gamerro (Alfaguara), Modesta dinamita de Víctor Godget (Blatt y Ríos) Olimpia, de Betina González (Tusquets Editores) y Hay que llegar a las casas de Ezequiel Pérez (Editorial Libros de UNAHUR.
Entre las novelas anteriores del autor premiado se cuentan Punto ciego, (Vestales, 2015), escrita en colaboración con Kike Ferrari, Tres veces luz (Aquilina, 2016) por la obtuvo una mención en el premio Casa de las Américas (Cuba) y Materiales para una pesadilla (2021, Editorial Aquilina). Actualmente coordina talleres de lectura y escritura.