Tal como lo informara Tiempo Argentino, el 30 de octubre el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) reinauguró el Teatro del Pueblo que fundara Leónidas Barletta hace 91 años. Ese teatro emblemático, piedra angular de la actividad teatral independiente, fue rebautizado como Espacio Experimental Leónidas Barletta, lo que supone una innovación acorde con el espíritu inquieto de su creador siempre en busca de nuevos horizontes en el campo del arte.
En esta nota, Juan Carlos Junio, director general del CCC, habla sobre la historia de ese teatro, las causas por las que fue comprado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos a la muerte de Barletta y sobre los nuevos y renovadores proyectos que la institución que dirige tiene para este espacio de cuya programación se hará cargo a partir del mes de marzo.
–En el año 30 Leónidas Barletta inauguró el Teatro del Pueblo. Hace pocos días, el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) lo reinauguró con mejoras edilicias y, a partir de marzo, se hará cargo de su programación. ¿Cuál es la importancia de este hecho en el panorama teatral argentino, ya que ese teatro fue la piedra fundamental del teatro independiente, un modalidad de hacer teatro que sigue viva hasta hoy.
-Siempre que se inaugura un teatro o, como en este caso, se reinaugura, es una gran noticia para el mundo de la cultura y muy particularmente para el mundo del teatro. Pero un teatro tan emblemático como este, símbolo del teatro independiente, y tan ligado a una figura extraordinaria como la de Barletta creo que genera un gran impacto porque tiene una significación simbólica muy grande. Lo demuestra la ceremonia de reinauguración que realizamos con la presencia del ministro de Cultura Tristán Bauer y de tanta gente del mundo del teatro. Nosotros intentamos que obtenga la experiencia positiva de nuestro Centro Cultural de la Cooperación en materia teatral, con todas las visiones que tenemos sobre ese tema, es decir que haya un grupo nacional de directores y elencos, pero que, a su vez, se imbrique con el concepto de herencia cultural de la humanidad, por lo que también nos dedicaremos a los clásicos universales. Nos importa presentar directores y obras importantes que incluyan, por ejemplo la titiritesca y otro tipo de manifestaciones.
-¿Cuál es el criterio que al CCC le interesa que predomine en cuanto a lo teatral?
-Nos interesa mucho todo lo previo al estreno y a la boletería, el trabajo experimental que quizá no sea tan novedoso, pero que está en los inicios en términos históricos de su desarrollo y de su despliegue. Queremos, sobre todo, darle una participación importante a la generación más joven que es la principal protagonista de este tránsito experimental. Por razones obvias nos interesa contactarnos con los jóvenes desde la dramaturgia a la actuación. El “mundo del teatro” es multifacético. Ese mundo trae aparejadas a la poesía, la música, la danza…
-¿Este nuevo espacio experimental va a estar solo referido al teatro o va a abarcar otro tipo de expresión artística no necesariamente referidas a él?
-Sí abarcará otras expresiones, pero no todas, sino algunas. Por ejemplo, la danza un área en la que ya tenemos una experiencia bastante importante. Estamos pensando también en la plástica y, algo en lo que tenemos mucha trayectoria que es lo vinculado al títere y al teatro infantil. Además, en el CCC tenemos otro afluente que son las ciencias sociales. Nuestra idea es incorporar en lo experimental ese acervo de nuestros investigadores de la historia, la economía, el género y el feminismo, de nuestros educadores. Nos interesa potenciar las áreas artísticas con las áreas de las ciencias sociales. Este es uno de nuestros desafíos: enriquecer la propuesta artística con la incorporación de nuevos elementos. Ese acervo de las ciencias sociales ya lo construimos en el CCC, no es que tenemos que salir a buscarlo. Por supuesto que se trata de una búsqueda, pero una búsqueda dentro de nuestro propio acervo. Estamos muy confiados en que esto lo vamos a ir construyendo con el paso del tiempo porque hay una gran veta para explotar.
-Según entiendo, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos compró el Teatro del Pueblo a la muerte de Barletta porque el teatro atravesaba en ese momento serios problemas económicos. A partir de ese momento –Barletta- murió en 1975- fue el grupo Somigliana el que se hizo cargo de la programación en primera instancia. ¿Qué es lo que cambió ahora para que se haga cargo el CCC?
-El Instituto Movilizador, es decir, el movimiento cooperativo de crédito compra la sala del Teatro del Pueblo para salvarla porque la situación era crítica y corría peligro de desaparecer. Por eso, nos solicitaron al movimiento cooperativo que salgamos al rescate de la sala y por eso la compramos, sin ninguna otra motivación. Nosotros siempre tuvimos y seguimos teniendo, como movimiento cooperativo, un vínculo con la cultura. Nuestras tasas bancarias son tasas cooperativas en situación de un servicio bancario, financiero, pero con un sentido cooperativo, con protagonismo de las comisiones de socios. Desde que se fundó el Instituto en el 1958 e incluso desde antes, ha habido un componente cultural en la vida de las cajas de crédito y de las sucursales del Banco Credicoop. Pero no teníamos un centro cultural propio, por lo tanto, lo que convino Floreal Gorini una vez que se compró el inmueble con la Fundación Somigliana (la SomiI) fue que ellos se hicieran cargo de la programación artística de la sala. Ese fue un convenio fructífero, positivo, por eso en la reinauguración lo valoré y lo agradecí, sobre todo en la figura de Tito Cossa que es el emblema de la Somi. Lo que cambió es que en 2002 se fundó el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. En sus comienzos fue ambicioso pero pequeño, pero pasaron los años y creció, se transformó en un polo cultural, en un polo teatral, reunió a una camada de artistas e intelectuales jóvenes que fueron madurando al calor del trabajo del Centro y pasamos a necesitar más espacio. Entonces lo hablamos con la Somi, les dimos a sus integrantes el tiempo necesario para que consiguieran otra sala y una vez que tuvieron su propia sala en el Abasto nos hicimos cargo de la sala para el despliegue de lo artístico en el sentido en que expliqué antes. Tuvimos la posibilidad económica de ponerla en valor, de embellecerla, de mejorarla respetando la arquitectura original y pensamos que va a ser un polo de teatro progresista, popular, con el sentido ideológico del movimiento cooperativo.
–Creo que fue Kartun quien dijo en el documental que se proyectó en la reinauguración que Barletta fue quien impulsó a Roberto Arlt a escribir teatro. ¿Qué puede decir usted, como persona dedicada a la Historia, sobre su figura?
-Que era un intelectual muy estudioso, con un sentido creativo y revolucionario, que valoraba lo clásico y el reto de lo nuevo. Tenía un carisma muy especial que hacía que fuera sumando gente muy valiosa como Arlt, como Tuñón. Era un hombre que irradiaba y, seguramente, la idea de un teatro popular como el que pensó y creó, de un teatro independiente, atraía. Por eso, desde su fundación se transformó en un polo del teatro progresista. Luego fue un polo de la plástica, de la poesía, es decir que desde el nacimiento trascendió el ámbito del teatro. Recuerdo aun con emoción el periódico fundado por Barletta que compraba mi padre, Propósitos. En la reinauguración Liliana Herrero habló del arte como algo explosivo, disruptivo y acordamos con eso. Creo que acertamos, además, al bautizar las sala con el nombre de Inda Ledesma y la galería de arte como Horacio González.
-¿Cuál es el plan para esa galería?
-Para nosotros la plástica forma parte de nuestras decisiones “liminares” –como se decía antes-. Pero aún estamos discutiendo la idea. Pienso que es importante que haya allí exposiciones de plástica, pero que no sea exclusivamente de plástica, sino que eventualmente se puedan hacer diversas cosas, aunque lo más probable es que predominen las exposiciones. Estamos viviendo una situación de optimismo y alegría en una situación muy difícil para el mundo y para nuestro país, por la pandemia, por la crisis económica, por la crisis ideológica. Atravesamos un momento de crecimiento de rasgos de fascismo, de oscurantismo, como sufrió Barletta y creo que la cultura progresista tiene el gran deber de enfrentar desde el arte y las ideas esas situaciones culturales e ideológicas. Por eso, ese sentimiento de alegría convive en nosotros con la sensación de que tenemos un reto y un deber que cumplir en el plano de la lucha y del debate ideológico, en la batalla por el valor de los símbolos y, valga la redundancia, del valor de los valores culturales.