Inés Ulanovsky: «La fotografía es tiempo impreso»

Por: Mónica López Ocón

La fotógrafa y escritora publicó Las fotos, un conjunto de historias reales y conmovedoras, que nacieron de experiencias propias y ajenas y que le exigieron trabajar con materiales documentales diversos. Un libro en el que la fotografía es la pieza clave del relato

No es casual que el proceso que exige la fotografía analógica para convertirse en una imagen tatuada en papel se llame revelado. Es que, según dice Inés Ulanovsky, fotógrafa e investigadora fotográfica, “la fotografía revela y devela”. Y no solo lo dice, sino que lo demuestra de manera fehaciente en su libro Las fotos (Paisanita Editora). En él cuenta historias reales en las que la fotografía  no solo es la protagonista, sino también la pieza clave de un complejo rompecabezas que finalmente termina por completarse. El azar y el tiempo colocan la pieza en el lugar indicado revelando y develando una historia que hasta ese momento no había encontrado su sentido. Las fotos apenas supera las 100 páginas, pero tiene detrás una gran tarea de investigación. Trabajó con archivos y diversos materiales documentales, desde grabaciones a diarios íntimos.

Cuando se produjo el atentado a la AMIA, institución  ubicada en la esquina del edificio donde la autora vivía con sus padres, los vidrios de la casa se hicieron trizas. Con un temblor que le hacía difícil poner el rollo en la cámara, sacó fotos por la ventana. Al igual que otros fotógrafos, ella repitió el ritual en cada aniversario. En 2003, en medio de una mudanza, descubrió unos archivos de 1997 que no había revelado. Eran de un aniversario del atentado. Ya en los negativos reconoció que había fotografiado, sin conocerlo, a quien luego sería su marido.

La pasión de un fotógrafo por tomar registro de Oscar, un indigente de su pueblo, hizo que los hermanos que lo buscaban hacía 50 años lo encontraran. Inesperadamente, la autora se recibe las fotos del velorio de Perón que había hecho su madre, también fotógrafa, de las que tenía noticias, pero nunca había visto. En ese momento, hacía siete años que su madre había muerto. Historias como estas integran Las fotos, un libro que aparece en medio de las relaciones virtuales que impone la pandemia para rescatar la materialidad de la fotografía analógica, una especie en vías de extinción.

-La escritura de tu libro es muy despojada. ¿Fue una elección para mantener el equilibrio con las fotos o es tu forma de escribir?

-Es una mezcla entre lo que me gusta leer y lo que me sale escribir. Nunca escribo nada demasiado barroco. Creo que eso tiene que ver con que vengo del mundo de la imagen y escribo desde hace relativamente poco. Me sale escribir así. Me siento representada por una escritura llana, en la que no se opina mucho, que no baja línea, que no llega a conclusiones demasiado cerradas. Me interesa lo que le pasa al lector con ese tipo de lectura que, más que decir, sugiere. Creo que tiene algo que ver con mi profesión anterior de fotógrafa. Ahora me dedico más a la investigación fotográfica. Antes de hacer una foto uno toma una serie de decisiones: qué se muestra y qué no, cómo se lo muestra… Desde mi punto de vista, creo que eso también vale para la escritura.

Al leerte da la impresión de que quisiste desaparecer del texto para que resaltara la historia. ¿Fue así?

-Sí. Esa decisión está basada en crónicas clásicas en que aparentemente el narrador es invisible. Y digo aparentemente porque la invisibilidad es una operación de la escritura. Me gusta que el lector se concentre en el relato y no en lo que le pasa al narrador.

-Le acercás al lector el texto y la foto y le dejás la emoción por su cuenta.

-Exactamente. Es lo que me gusta que me suceda como lectora, no que me den todo cocinado y masticado. Prefiero que cada lector complete la historia como quiera, como pueda, como le salga.

A pesar de los avances tecnológicos, no deja de ser mágico tener la imagen de alguien que quizá ya no está.

-Sí. La fotografía es una de las pocas cosas que tiene ese nivel de magia. Ya es mágico tener una imagen de la realidad impresa en un papel. A pesar de los años de vida que tiene la fotografía, uno no deja de sorprenderse y de no entender la complejidad técnica que posibilita semejante magia. Pero más allá de la tecnología y de la magia, está la cuestión del azar. Para mí el azar es algo intrínseco de la fotografía. El azar es una de las grandes cosas de las que quería hablar. No sé si en otros ámbitos se da de la misma manera.

-En su trayecto azaroso la fotografía puede provocar hechos extraordinarios como los cuentan tus historias.

-Sí, tiene muchas aristas. Atraviesa el universo social, personal, material. Es un objeto que tiene una materialidad que se está perdiendo. El libro es también un homenaje a eso que a los analógicos se nos está yendo de las manos. Como la fotografía tiene un uso social puede ser una prueba en el caso de un prontuario policial, puede darte información que desconocías sobre un familiar y, como sucede en el caso de Oscar, puede cambiar la vida de muchas personas. Luego están la profesión, la estética… un montón de cosas en juego.

Trabajaste con materiales distintos, desde el álbum familiar al prontuario. ¿El libro surgió de esos materiales o buscaste los materiales en función del libro?

-La idea del libro la tenía desde hacía muchos años, pero no podía avanzar con la búsqueda de historias. Lo más arduo fueron la investigación y la preproducción. Busqué las historias casi como una productora periodística. Tenía anotadas en mis libretitas cosas que me habían pasado a mí, porque al trabajar en archivos durante muchos años y tener una madre fotógrafa, me habían pasado muchas cosas. Viví en ese mundo en el que, si estás atento, encontrás material. Tenía muchas historias encima y también había gente que sabía lo que estaba buscando y muchos amigos fotógrafos me acercaron historias, otros me escribieron mails, busqué en internet. La estructura del libro la tenía muy clara, pero me faltaba encontrar las historias y escribirlas. También tenía algunos pensamientos sobre fotografía que no son grandes ideas, pero  que quería poner en el libro.

— [20210207 Inés Ulanovsky – Tapa Libro -] not exists. —

-¿Cómo cuáles?

-Por ejemplo, cuando menciono a Benjamin en relación con lo que yo percibo de una copia y la cuestión aurática. Hay quien dice que la fotografía no tiene aura.

-¿Hay algo obsesivo en el trabajo con el libro?

-Creo que fue la obsesión que tuve durante años la que me llevó a compilar todo esto que tenía disperso y que tiene mucho que ver conmigo. Es un libro muy personal en muchos sentidos. Aborda muchas cosas en primera persona porque las historias siempre me interesaron mucho. Creo que la obsesión es la única manera de llevar a cabo algunos proyectos. Abandoné muchas veces la escritura pensando que el libro era inviable, que no iba a poder hasta que finalmente pude, pero siempre supe que había un universo muy interesante en la fotografía para utilizarlo en función de la escritura y para desarrollarla, porque escribir me resulta muy difícil, por lo que necesito escribir sobre lo que mínimamente sé.

-Hay historias que te tocan muy de cerca, como la de las fotos del velorio de Perón que cubrió tu madre.

-Sí, fueron las que me dieron la pauta de que yo podía trabajar con ese tipo de material, que las cosas que me pasaron a mí también podrían haberle pasado a otros.

Volviendo a las obsesiones, vos sos hija de un periodista y una fotógrafa. ¿Es posible que la obsesión por el registro también tenga un origen familiar?

-Sí, considero a mi madre y a mi padre como una gran influencia. Siempre los vi obsesionados por algunos temas. Pero también es cierto que cada integrante de una familia tiene distintos roles. En mi caso, siempre fui la que registró, la que más se acordaba de las cosas.

-¿Eras la depositaria de la memoria familiar?

-Sí, pero también me sucedía con mis amigas. Era la que más se acordaba de las cosas que habían pasado. Siempre tuve esa extraña responsabilidad. No reniego en absoluto de mis padres, pero no sé por qué siempre me tocó hacer el registro de la memoria de la familia.

-La fotografía permite, por ejemplo, volver al pasado. ¿Cuál es la relación que tiene con el tiempo?

-La fotografía es tiempo impreso. En esa extraña combinación del diafragma, el tiempo y la velocidad están la decisión del fotógrafo y lo que ocurre con esa decisión. Además, para que cada uno de los relatos del libro se convirtiera en una historia fue necesario que pasara mucho tiempo. Por otra parte, cuando me enfrentaba al material y me frustraba y no le encontraba la vuelta, me di cuenta de que lo que me faltaba era tiempo. Por eso creo que es un libro también sobre el paso del tiempo.

Cuando uno mira fotografías del pasado, se encuentra con el registro de lo que fue.  También ahí está el paso del tiempo.

-Claro y, por otra parte, está el tiempo que esa foto tiene encima. Por ejemplo, si estuvo durante 30 años en una misma pared y la bañó el sol, va ser de una manera, si estuvo en una billetera va a ser de otra. Lo mismo pasa si estuvo en una caja o en un sobre de papel manteca. El objeto foto vive casi como si fuera un personaje animado. No es solo el registro de lo que ya no está, sino también lo que le pasó. Un ejemplo claro de esto son las fotos de los desaparecidos que empezaron siendo una foto familiar, la foto  de un cumpleaños y que se convirtieron en símbolos, en banderas, en remeras. Este tipo de cosas me interesa mucho.

Es muy conmovedora la historia que contás sobre Daniel Bibiano y la foto de su padre desaparecido.

-Sí, eso es muy impactante. A través de la foto recupera la imagen de un padre que ya no está y al que no conoció.

-¿Coincidís con la frase que citás de Susan Sontag que dice que quizá la fotografía es el más misterioso de todos los objetos?

-Sí, además del azar, recorre el libro también lo misterioso, lo que no tiene mucha explicación.

Todos alguna vez hacemos el ejercicio melancólico de mirar fotos viejas. Uno se encuentra con lo que fue…

-…y con lo que ya no es. Por eso la fotografía produce tantas cosas. Es registro, documento, testimonio de lo que uno fue y ni siquiera recuerda que fue… Para mí es difícil de asimilar lo que genera y hasta dónde llega.


Las fotos según María Moreno

Cuando escribe, Inés Ulanovsky, parece estar leyendo fotografías: deliberadamente lacónica, es realista en cuanto no se va en metáforas que opaquen la desnudez del objeto (o es fiel a esos fotógrafos de redacción que sueñan con que las notas sean cortas para que su obra luzca más grande). Cuando fotografía, o elige fotografías, deja sin palabras, precisamente porque lo que muestra cuenta una historia que parece hablar hasta por los codos. Es genial: documentalista, no cede al totalitarismo de aquello a documentar, afantasmando la imagen hasta alejarla del documento: hacia el arte. Basta ver sus series Fotos tuyas y Esma.

Las fotos puede leerse como un libro de cuentos de misterio donde el enigma que se revela es siempre una foto (entonces revelar conserva todas sus acepciones). Las fotos de Las fotos no son ilustrativas, son más bien pruebas como las que se utilizan para demostrar un delito (algunas lo son efectivamente: las del terrorismo de Estado), talismanes amorosos como los que se suelen llevar en camafeos, muy cerca del corazón. Texto y foto son también performáticos: recrean una y otra vez el momento en que, ni la ciencia ni la técnica, pueden explicar cómo, desde el fondo de  una cubeta, en una hoja en blanco, va emergiendo una imagen. Pura magia.

(Contratapa de Las fotos).  Paisanita Editora)

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