Durante más de dos décadas la revista Humor (o Humor Registrado, como se llamaba en realidad), de cuya primera edición se cumplieron 40 años, fue la encargada de tomarle el pulso a la política en la Argentina, pero también la responsable de que los argentinos no perdieran la sonrisa ni siquiera en los peores momentos de su historia. Fundada en 1978 por el humorista y emprendedor Andrés Cascioli, Humor fue uno de los pocos medios gráficos que tuvo la libertad de satirizar de forma crítica las políticas de los gobiernos militares y de caricaturizar sin piedad a todos los personajes nefastos que formaron parte de ellos. Por su redacción pasaron algunos de los mejores periodistas y humoristas de aquel momento. Tomás Sanz, Aquiles Fabregat, Alicia Gallotti, Roberto Fontanarrosa, Alejandro Dolina, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Grondona White, Gloria Guerrero, Hugo Paredero, Mona Moncalvillo, Carlos Trillo, Horacio Altuna, Viuti, Crist, Sandra Russo, Carlos Braccamonte, Tabaré, REP y una infinidad de nombres que es físicamente imposible enumerar acá. Un verdadero semillero de talento que germinó hasta que la crisis que desembocó en el desastre de 2001 los obligó a bajar las persianas en 1999.
Humor fue construida sobre las ruinas de publicaciones anteriores como Chaupinela, Perdón y, sobre todo, Satiricón, revista que había sido censurada por el gobierno de Isabel Perón y de la que heredó muchos de los nombres y recursos que forjaron su identidad durante 21 años. Pero aunque Humor existió más tiempo en democracia que en dictadura, siempre sin perder su rabioso espíritu crítico, fue durante los llamados años de plomo que tuvo lugar su era dorada, convirtiéndose en el único espacio en que las críticas a las Juntas podían ser expresadas. La historia de ese período es tan rica que Editorial Colihue editó un volumen titulado La revista Humor y la dictadura, en el cual se compilan los «grandes éxitos» de entonces.
Los generales Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola y Leopoldo Fortunato Galtieri, el almirante Eduardo Massera y los economistas José Martínez de Hoz y Jorge Wehbe fueron quienes recibieron más asiduamente los dardos venenosos que la revista lanzó desde su tapa entre el 6 de junio de 1978 y el 10 de diciembre de 1983, cuando Raúl Alfonsín se convirtió en el presidente que marcó el regreso definitivo de la democracia al país. Cinco años en los que la revista, por increíble que parezca, mantuvo su actividad de forma ininterrumpida. Lo cual no significa que su humor corrosivo no le deparara a los miembros de su redacción no pocos malos momentos. El periodista Diego Igal lo dice en su libro Humor. Nacimiento, auge y caída de la revista que superó apenas la mediocridad general. En sus páginas cuenta que varias veces hubo rumores que indicaban que la revista sería clausurada y también da cuenta de otras formas de apriete de los que fueron víctimas. «Cuando en la redacción no se recibían amenazas de bomba o la visita de personajes extraños, varios Ford Falcon merodeaban el edificio o policías de civil pedían documentos, revisaban, acosaban», escribe Igal.
Hablar de Humor no sólo es hablar de chistes y caricaturas, sino de una de las publicaciones que defendió y sostuvo con mayor empeño la libertad de expresión. «