Historias de once perdedores del rock que casi la pegan

Por: Juan Pablo Cinelli

En Losers. Historias de famosos perdedores del rock (Ediciones B) Maximiliano Poter reúne a un equipo de casi famosos quienes, liderados por Pete Best, baterista original de los Beatles, llegaron hasta la puerta de la gloria rockera pero se tuvieron que conformar con verla desde afuera.

Maximiliano Poter llega puntual a la pizzería que está en la esquina de Entre Ríos y San Juan y lo primero que hace es agarrar el menú para elegir algo fresco. El calor es insoportable. Lo tientan los licuados, pero como el mozo le informa que sólo se vende en jarra de un litro entonces pide un jugo de pomelo exprimido. Sin embargo el mozo se interpone una vez más entre él y su deseo: el proveedor no trajo pomelos y solamente tienen naranja. Maximiliano se ríe y le dice que un exprimido de naranja está bien. Cuando el mozo se va empieza a hablar de su primer libro, Losers. Historias de famosos perdedores del rock, que acaba de ser editado por Ediciones B, donde compila once historias de personajes que estuvieron a un paso de alcanzar el Olimpo rockero pero que, por una razón u otra, se quedaron con las ganas.

En Loser Poter reúne a un grupo de casi famosos liderado por los emblemáticos Pete Best, baterista original de los Beatles que fue remplazado por Ringo Starr justo antes de grabar el disco debut, e Ian Stewart, tecladista y fundador de Rolling Stones que, también en el umbral de la fama, fue apartado de la banda ¡por feo! A ellos se suman, entre otros, Terry Reid, cantante maravilla que declinó la oferta de sumarse a la formación seminal de Led Zeppelin para priorizar una carrera solista que nunca despegó; Dave Evans, primer vocalista de AC/DC al que los barderos hermanitos Young nunca se bancaron; el pobre Mark St. John, prodigio que volaba con sus dedos por la guitarra pero que tuvo la desgracia de contraer una enfermedad que atrofió sus manos justo después de sumarse a Kiss; Ritchie Edwars, guitarrista de los británicos Manic Street Preachers que desapareció justo antes de una gira promocional por EE UU y de quien aún hoy se desconoce su paradero; y Steve Tilston, promesa del folk británico al que John Lennon le mandó una carta amistosa en 1969, pero que él recibió recién en 2005. Una pandilla de perdedores.

“Creo que las historias de perdedores tienen un atractivo especial”, afirma el autor. «Siento que es imposible no sentirse identificado con alguna de las historias del libro, porque todos sabemos lo que es perder. Todos sentimos que alguna vez dejamos pasar un tren que nos hubiera cambiado la vida o nos quedamos con las ganas de decirle algo a alguien que podría haber resultado una bisagra en nuestra existencia. Todos somos perdedores”, sentencia Maximiliano Poter en el preciso momento en el que el mozo se acerca a decirle que se acabaron las naranjas.

-Pero dentro del rock, donde los perdedores son mayoría, los protagonistas de tu libro tuvieron la suerte de llegar hasta la orilla de la fama.

-Son los “casi famosos” más famosos. Esa es una de las premisas del libro. Se trata de historias riquísimas que te llevan a pensar qué hubiera pasado si las cosas hubieran ocurrido de otra forma. ¿Hubiesen sido lo mismo los Beatles o los Rolling Stones si no echaban a Best y a Stewart? Y si bien el libro no juzga ni se mete con los personajes, te lleva a reflexionar acerca de qué es éxito y qué es fama, que son cosas completamente diferentes. Se puede ser tranquilamente una persona exitosa sin ser famoso.

-Eso aplica a personajes del libro, como Padovani o Tilston, que se sienten exitosos sin haber alcanzado la fama.

-Lo son. Son tipos ignotos para las masas y aún así exitosos. Pero así como ellos están contentos con lo que lograron (más allá de que Tilston carga con esta cuestión de qué hubiera sido de él si recibía a tiempo esa carta de Lennon), también tenés casos como el de Bobby Jameson, que enloqueció buscando la fama que le habían prometido. Una ilusión. No sé cómo todavía los hermanos Coen no hicieron una película con la historia de Bobby Jameson, porque tiene todo: amor, locura, muerte.

-Muchos fanáticos consideran a Ringo el gran suertudo del rock, lo opuesto a los personajes del libro. Un tipo que sin el talento de sus compañeros sin embargo estuvo ahí. La única diferencia entre él y Best parece haber sido la suerte.

-A ver: Ringo Starr, y a su manera Pete Best también, estuvieron en el lugar justo en el momento indicado. Lo que marcó la diferencia entre uno y otro fue la química con el resto de los integrantes de los Beatles. No sé si había elementos técnicos para decir que Ringo era mejor que Pete. Si se lo preguntás a Paul McCartney te va a decir que sí, porque él se ha cansado de elogiar a Ringo, a quien consideraba una maquinita detrás de la banda. Pero desde afuera, investigando, contando y recorriendo la historia te das cuenta de que lo que establece la diferencia es esa amistad que Ringo pudo generar con los otros tres, una complicidad y una empatía que Pete Best nunca consiguió. Él nunca fue parte de la banda, aunque estuvo con los Beatles casi tres años. Nunca hubo una amalgama con el resto.

-Tu libro tiene además un efecto secundario: descubre que nuestros ídolos de la música a veces dejan mucho que desear en el terreno de lo humano.

-Es que todos tenemos nuestras miserias y estos ídolos no están exentos de eso. Son seres humanos como cualquiera. Pero algunos son pecados o errores de juventud, como en el caso de los Beatles, que eran pibes de 17 años a los que no les podés pedir la madurez de contemplar de forma adulta los sentimientos del otro. Eran pibes que estaban de joda en Alemania, viviendo ese momento tan importante y complicado de sus vidas, como es la adolescencia para cualquiera.

-Pero lo de los Beatles no se limita al error de juventud, porque ya de grande tuvieron malas actitudes hacia Best y nunca ninguno de ellos se acercó a decirle: “Che, Pete: disculpá, éramos pibes”.

-Es cierto. Pete Best dijo en una entrevista que nunca, ni de adultos, tuvieron una palabra a su favor. Esas son miserias y todos en alguna medida mostraron algo de eso. Los Rolling Stones, The Police y ni hablar de Kiss, donde se sabe que tanto Gene Simmons como Paul Stanley son, digamos…

-Exprimidores.

-Grandes capitalistas (risas).

-Es cierto, como vos decís, que el libro puede ser leído en tono de comedia…

-Diría que tragicomedia es más apropiado.

-Pero toca fibras dolorosas que también lo vuelven un libro triste que cuenta historias de chicos a los que les tocó sufrir, aunque vos no las narrás desde el drama.

-Alguien definió al libro como la crónica de once derrotas, algunas más dignas que otras. Es un libro que más allá de los pasos de comedia que tienen que tener, porque la vida también tiene sus absurdos y momentos divertidos, en realidad reúne once tragedias.

-Una de las mejores formas de enfrentar una tragedia es manteniendo al menos la dignidad del humor.

-Y algunos de ellos han sido capaces de hacerlo y otros no. Quizás en alguna medida Pete Best ha podido. Hoy sabe perfectamente que hay un personaje construido alrededor de lo que le pasó y en cierta medida lo explota. Henry Padovani también. Él es un personaje bastante conocido en Francia y se aprovecha un poco de haber quedado fuera de The Police y de tener una historia interesante para contar. Pero hay otros que no pudieron pasar de eso.

-Padovani parece ser el que mejor lleva su condición de «loser». Y además es uno de los pocos a quienes sus ex compañeros no han maltratado.

-Sobre todo teniendo en cuenta la invitación que le hicieron en la gira de la reunión en 2017, para que suba a tocar unas canciones junto a la banda en los shows de París. Eso los redime, además de que el proceso de aquella exclusión fue bastante digno, incluso con sus partes oscuras, sus charlas por detrás y cosas por el estilo. En algún momento Sting dio la cara, le explicó lo que pasaba y Padovani aceptó esa decisión. Sí, definitivamente hay gente que se comportó mejor que otra frente a la situación de comunicar una mala noticia.

-¿Cuál de estas historias es la que más te conmueve?

-La de Ritchie Edwards, el violero de los Manic Street Preachers, que tiene un montón de detalles terribles. Tiene algunos, surgidos de la investigación policial posterior a su desaparición, que son impactantes. Aún hoy siguen apareciendo datos que abren nuevos caminos de investigación para saber qué pasó con este tipo, si efectivamente se suicidó o si está escondido en un paraíso fiscal. Detrás de eso hay una banda que nunca pudo despedirse de un compañero, una madre que todavía está buscando a su hijo y una familia que sigue sin poder enterrarlo.

-Una historia de duelo permanente, un sentimiento familiar a todos los argentinos.

-Especialmente. No hay nada más duro que desaparecer completamente de la faz de la Tierra. Le deja a los que quedan un dolor que no cesa. «

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