Los narradores confluyen nuevamente en un libro escrito a dúo, Los que vienen de la noche, pequeños textos en los que se agitan los fantasmas de la oscuridad.
Se trata de textos cortos, pequeñas astillas de oscuridad que se iluminan en la escritura conjunta y que recorren el amplio abanico que va de la angustia más negra al placer nocturno. Un libro raro. Y también encendido. En él las marcas personales pasaron a fundirse en un todo hasta volverse casi indiscernibles.
–Comencemos por el principio: la tapa. ¿Fue una decisión de ustedes que saliera la foto de los dos allí?
Guillermo Saccomanno: –En la tapa hay algo que rompe un código. Generalmente sólo los autores muertos ocupan ese lugar. Una noche salimos con nuestro amigo fotógrafo, el querido Marcos Zimmermann. Él anda siempre con la camarita y nos sacó fotos en el restaurante y en la calle. Cuando las vimos nos gustaron tanto que pensamos que una tenía que ir en el lugar de la foto de autor, que es la primera solapa.
Fernanda García Lao: –Luego pensamos que una de las fotos nocturnas de Marcos debía ir en la tapa. Había varias, pero no había cuerpos y en nuestro libro son los cuerpos los que encarnan la noche. Luego hablamos con Nacho Iraola, de Planeta y yo dije que las fotos eran lindas, pero deshabitadas, que me gustaban más las de «aquella noche loca» y Nacho preguntó qué foto y qué noche. Me pidió que se las mandara en cuanto volviera a mi casa. Le encantaron y a nosotros nos pareció que hacerla saltar de la primera solapa a la tapa era un gesto distinto que desordenaba un poco el dogma del libro respecto de dónde va cada cosa.
GS: –En Las buenas costumbres, de David Viñas, él aparece posando y detrás hay un cartel de la CGT de los años ’50. Viñas hace un análisis semiológico de la foto de autor. Dice que en ella el autor se muestra a sí mismo de una forma que condice con su literatura. Yo luego escribí un artículo en que hablaba de las fotos de Andrés Rivera que en sus libros lo muestran como un autor combativo. Creo que nuestra foto resume nuestra actitud frente a la literatura.
FGL: –Y con este libro en particular.
GS: –Sí. La literatura es sufrimiento, pero sarna con gusto no pica. Es un sufrimiento alegre. La foto fue una forma de decir acá estamos, este es nuestro libro.
FGL: –Y es también un modo de asumir la noche en primera persona del plural, porque somos nosotros los que venimos de la noche y los que vamos a ella.
GS: –Los dos tenemos muchas noches juntos y separados (risas).
–¿Cómo se gestó el libro?
GS: –Hay algo que tiene que ver con la fusión, con el
jazz. Los músicos se juntan para tocar. Hay cantidad de ejemplos desde Piazzolla y Mulligan hasta Pat Metheny con Charlie Haden y Nick Cave con P.J. Harvey. Llega un momento en que se fusionan. Cada uno toca lo suyo, pero juntos logran algo distinto que antes no estaba. En nuestro caso pasa algo similar. La fusión se da hasta tal punto que me cuesta reconocer qué texto escribió cada uno. Creo que esto es interesante porque va contra la idea de género en un momento en que tanto se habla de eso. Nosotros decidimos patearla.
FGL: –Pateamos, además, dos cuestiones de género, porque también está la del género literario. La idea era no adscribir a ninguna fórmula. Cada uno tiene su naturaleza propia dentro del libro o por lo menos eso era lo que queríamos. Algunos textos tiene más tramas, otros menos; algunos están en primera persona, otros en tercera o segunda.
–También se transgrede la noción de autor. No hay muchos libros escritos a dúo en la literatura argentina.
GS: –Sí, transgrede la noción de propiedad intelectual. Hay pocos ejemplos de esto: Bioy y Silvina, Silvina y Wilcock, y creo que no mucho más. Hablo de ejemplos de hombre y mujer. Hay parejas intelectuales pero no muchas que hayan elaborados juntas un texto, una escritura.
FGL: –En realidad no hay muchos escritores que hayan elaborados juntos una poética. Lo que nos pasó con Amor invertido y se repite aquí es que pensamos siempre en el objeto, no en la propiedad. La idea es apuntar a cierta perfección pero tajeada, que cada objeto diga y plantee un pequeño universo, una miniatura de sentido y que luego desaparezca. Iban brotando pequeños seres y había que estudiarlos, ver qué les pasaba. Al principio pensamos en escribir cientos y cientos de noches. Luego fuimos viendo que algunas brillaban más que otras. Pero cuando aparecía una noche un poco renga daban ganas de trabajarla, de decirle «vamos, querida, vos podés».
GS: –Al principio teníamos la idea ambiciosa de hacer 500 textos. La literatura te da la ventaja de pensar en absoluta libertad, a menos que se esté condicionado por el marketing. Fernanda tiene un estilo muy marcado y creo que en este libro está más presente su impronta que la mía. Cada cual tiene su marca, pero yo no sé cuál es la mía. El día que lo sabés, estás frito porque comienza a trabajar la máquina de cortar fiambre. Lo interesante es que cada libro te proponga algo distinto. Fernanda tiene una marca más poética y una bibliografía distinta a la mía. La fusión se terminó de consolidar con la edición. La primera fue mía y la segunda de Fernanda, y así sucesivamente.
–¿Fue muy difícil lograr una totalidad?
FGL: –La edición la hicimos con lupa cuestionándonos hasta la última coma. Fue muy difícil trabajar con textos tan pequeños. Hubo tanto ediciones internas de cada texto, como del modo en que van apareciendo esos mundos. Cuando los textos ya estaban impresos los ubicamos sobre la cama y fuimos diciendo: «Este es más grande, por lo que necesito algo que corte; aquí aparece un hombre, necesito al lado una mujer…».
GS: –En vez de basarnos en la cronología en que los fuimos escribiendo, decidimos trabajar la simultaneidad para desde allí ir a lo que pretende ser una summa de la noche: escenas, estampas, flashes.Hay relatos subyacentes pero también elementos que tienen algo de la visión.
FGL: –De la visión y también de la pesadilla porque muchos nacen del inconsciente y traen cosas que no reconocemos si no es de noche, cuando hay permiso para el terror y la soledad queda más en evidencia.
–¿Qué referentes tuvieron en cuenta al escribir?
GS: –Fernanda escribe y publica poesía. Yo escribo sobre poesía en Radar. Creo que había referentes que andaban por allí abajo como los Cantos de Maldoror, la poesía de Miguel Ángel Bustos, algo de Pizarnik, las Iluminaciones de Rimbaud. Son textos demasiado ilustres, pero para qué vas a andar leyendo otras cosas si están esos referentes. También podría mencionar las estampas de Baudelaire, un autor, que en este libro es una marca fundante.
–¿Y no mencionarían a Ítalo Calvino y sus Ciudades invisibles?
FGL: –Creo que está bien lo que señalabas del parentesco con Calvino porque hay una cierta claridad en establecer un territorio como en Historia universal de la infamia. Cuando se establece un territorio es más fácil escribir en ese interior que, en este caso, era la noche. También citaría El imitador de voces de Bernhard, que nació del recorte de noticias estrambóticas de los diarios. Una vez que estuvo claro el terreno hubo como una especie de fascinación por recordar noches y también por pensarse como cuerpo ajeno a uno: de qué está hecha la noche, las plantas y los animales de la noche. Yo tengo tendencia a pensar que no somos sólo carne humana, sino que nuestros cuerpos son maquinarias de sentido o de lenguaje. Por eso era interesante explorar qué discursos crecen de noche y qué velos hay. Estaba bueno el permiso para no tener continuidad, cosa que no sucede en las novelas. Yo disfruto mucho escribiéndolas, para qué nos vamos a engañar (risas), pero en este texto hubo un permiso para el salto, algo muy macedoniano,
GS: –Para emplear una palabra relacionada con lo musical, diría que hubo un ensamble porque cada uno confiaba en el otro. Al igual que en Amor invertido, no pensábamos en la publicación. Los que vienen de la noche fue puro juego aunque los textos puedan ser desoladores. El primer libro a dúo fue Saccomanno–Lao. Este es Lao-Saccomanno. Eso significa un cambio en esta «sociedad para el crimen» que hemos formado (risas).
FGL: –Trabajamos mucho no para ocultar quién había escrito cada texto, sino para enriquecer el texto del otro. Nadie espera que escribas. Por el contrario, la sociedad te tira con todo lo que tiene para que no lo hagas. Por eso hay una especie de revancha en seguir insistiendo y en poner en cuestión lo que uno es y lo que ya sabe. Si has logrado saber algo en un libro, el siguiente es para estrellarse, para saltar al vacío. En este saltamos al vacío de a dos. «
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