Debido a la pandemia que determina el aislamiento obligatorio, en esta entrevista la voz de Felipe Pigna suena en el teléfono. Por primera vez, el encuentro no es cara a cara en su estudio o en el bar cercano a su casa. Desde el otro lado de la línea le explica a Tiempo Argentino por qué decidió reeditar Belgrano, Vida y pensamiento de un revolucionario, libro en el que arremete contra la imagen estereotipada de esta figura a la que la historia oficial le quitó voltaje. Como suele suceder a menudo, lo que tenemos demasiado cerca es lo que no vemos. Por eso, para muchos, Belgrano es una figura sobre la que flota un halo de sentimentalismo patriótico: fue sólo quien creó nuestra bandera nacional inspirándose en los colores del cielo, una leyenda cómoda para encubrir su incómodo espíritu revolucionario y ocultar las verdades que desde sus tiempos a hoy, tantos se empeñan en no escuchar.
-¿Por qué decidiste reeditar Belgrano, que apareció originalmente en 2016?
-Primero porque es un libro que estaba agotado. Además, este es el año se cumplen 250 años de su nacimiento y 200 de su muerte. Por eso me pareció bueno reeditarlo y hacer algunas nuevas anotaciones y pequeños cambios, pero sustancialmente es el mismo libro de 2016 con otra tapa. Me pareció importante este año hablar de Belgrano, que es un personaje que debería estar mucho más presente.
-En tu libro señalás que Belgrano fue, entre muchas otras cosas, el primer promotor de la industria y que lo que se celebra como el día la primera exportación, fue en realidad un contrabando concretado por el obispo Francisco de Vitoria ¿Cómo fue eso?
-Todavía pertenecíamos al virreinato del Perú y un obispo de Tucumán, Francisco de Vitoria, hizo una exportación a Brasil de telas y harinas de Santiago del Estero. Pero esa exportación encubría un contrabando porque dentro de las bolsas de harina iban barras de plata procedentes de Potosí. Esto fue el 2 de septiembre de 1587 y nosotros festejamos el Día de la Industria en homenaje a un obispo contrabandista, cuando en realidad deberíamos celebrarlo el día del nacimiento de Belgrano, que fue un 3 de junio. Belgrano fue la primera persona en nuestro país que habló de industria, el primero en promover la industria nacional aclarando lo que significaba la transformación de la materia prima en manufactura por su valor agregado. Él decía que los países civilizados se cuidan de no exportar materia prima sin transformarla previamente porque, de lo contrario, estarían creando desocupación en el país exportador, es decir, en nosotros, y ocupación en el país importador, Gran Bretaña. Termina diciendo “no exportemos cuero, exportemos zapatos”. Esto lo planteó de una manera muy didáctica. Creo que instituir Día de la Industria el día del nacimiento de Belgrano, sería un acto de justicia.
–Esta discusión atraviesa toda nuestra historia.
-Exactamente, es una larga discusión que no se cierra y en la que, en muchos sentidos, se nos fue la vida porque en los periodos de desindustrialización que tuvimos la pasamos muy mal, cayó el producto bruto, aumentó la miseria, la desocupación. Claramente, los países que progresan tienen un desarrollo industrial. De ninguna manera esto significa quitarle importancia al campo, sino todo lo contrario. Estados Unidos se hizo un país poderoso a partir de una sociedad muy clara entre campo e industria. Lo que pasa es que Estados Unidos tuvo la conquista del Oeste, el equivalente de nuestra Campaña del desierto.
-¿Y por qué fue tan diferente el resultado del nuestro?
– Porque tuvieron la precaución, a diferencia de nosotros, cuando se hizo la llamada Conquista del Oeste, de repartir la tierra en no más de 25 o 30 hectáreas por familia. Eso significó que esas familias tuvieran que tecnificarse para poder hacer un cultivo intensivo y no extensivo de la tierra. Y vos fíjate que el motor de la industria norteamericana es el campo y nunca hubo una contradicción entre el campo y la industria, como sí la hubo en la Argentina aunque es una discusión absurda. No debería existir la oposición campo / industria porque este es un país bendecido por la naturaleza, porque tiene mucha riqueza en la tierra y, a la vez, la puede transformar para darle valor agregado. Y esto lo decía hasta la gente perteneciente al sistema como Carlos Pellegrini, a quien también le importaba la industria en nombre de la oligarquía, pero era un hombre inteligente que decía que nuestro país las únicas fábricas que tenía eran las fábricas de pasto, con los peligros que eso implicaba. No le dieron mucha bola y tuvo que venir una crisis como la del 30 para que comenzáramos a industrializarnos un poco por la fuerza. Fue lo que se llamó sustitución de importaciones.
-Belgrano también estuvo en contra de los grandes propietarios de la tierra.
-Sí, el planteó una reforma agraria. Decía que las tierras ociosas, las que no se cultivarban, debían pagar un alto impuesto que debía estar destinado a los pequeños labradores. Hablaba muy claramente de que las tierras incultas debían ser gravadas muy fuertemente e incluso habló de la expropiación. Y todo esto lo dijo en el contexto del Virreinato. Sus mensajes fueron muy poco escuchados, pero quedan en sus escritos que son muy interesantes para retomar.
-¿De qué forma se expresó su defensa de la mujer de la que hablás en tu libro?
-Él hablaba de la necesidad de igualdad entre el hombre y la mujer y también de que la mujer accediera a los tres niveles de la enseñanza, lo que llama la atención, porque todavía no existía en Buenos Aires la universidad que recién se iba a crear en 1821. Pero él ya pensaba que esa universidad tenía que ser mixta, para ambos sexos, como se decía en aquel entonces. Es algo increíble porque el habla de la necesidad de igualdad entre el hombre y la mujer en unos escritos que son de 1795 o 1796, algo totalmente curioso en el contexto de la época.
– Hoy nadie se atrevería a decir en público que la mujer no debe ir a la universidad, pero la cantidad de femicidios da cuenta del lugar que la mujer sigue ocupando en la sociedad.
-Creo que hoy hay mucho machista encubierto por temor a ser políticamente incorrecto. Pero en los medios de comunicación aún se hacen bromas con el tema: “tal mujer se va a enojar si digo esto”. Hay mucho machismo en este país que impregna la sociedad y cada vez va quedando más claro que no hay que hacer determinadas cosas para no quedar mal, sino, simplemente, porque no deben hacerse. Esto se ve en las reuniones sociales donde afloran muchos chistes machistas. Se dicen cosas como “menos mal que digo esto y no hay una mujer presente”. Aún no termina de asumirse que determinadas conductas no son lo que tienen que ser, que no es cuestión de quedar mal o quedar bien. Es increíble que estemos todavía en ese punto, pero hemos avanzado mucho y creo que vamos por el buen camino. Por supuesto que la tasa de femicidios es espantosa. La lucha femenina es hoy la que marca la agenda política.
-¿Cuáles te parece que son las causas del aumento de las tasas de femicidio?
-Creo que en esto hay un debate pendiente con los medios. Existe un efecto contagio que está estudiado. Fijate que se produce un femicidio e inmediatamente hay otro de características parecidas. Esto pasó con las mujeres quemadas. Empezó con lo del músico de Callejeros y después hubo una “moda” espantoso de mujeres asesinadas así. Ahí hay un debate que a mí no termina de quedarme claro. Por supuesto, hay que difundir sobre lo que pasa, pero no sé si hay que difundir los detalles. Hay mucho morbo en las noticias. La estructura de la noticia policial no ha variado tanto, quizá sólo se cuidan de decir “crimen pasional”. Sigue siendo tinta roja. Con cada crimen de una mujer se sigue preguntando qué hacía la víctima, cómo era su vida sexual…Esto se ve en Facebook, en Twitter…Está naturalizado. Creo que deberíamos llegar a un manual de estilo que indique cómo se debe informar este tipo de crímenes. No estoy hablando de censura, sino de algo consensuado en beneficio de la sociedad. Es importante que se sepa la frecuencia, pero no sé si los detalles, que es la parte donde se entra por el morbo a la lectura del femicidio.
–Volviendo a tu libro, a Belgrano no suele asociarse lo con periodismo como sí a Moreno. ¿Cuál fue su actuación en este campo?
-Creo que fue el primer periodista nacido en este territorio. El viene con el cargo de Secretario del Consulado, pero también como corresponsal de un medio económico de Madrid. Es nuestro primer periodista local. Participa de la fundación de los dos periódicos del Río de la Plata: El telégrafo mercantil en 1901 y el Semanario de Agricultura, industria y comercio en 1902. Son dos periódicos sumamente importantes donde también escribe Castelli. Ambos tienen un afán didáctico, un afán divulgatorio de las ideas ilustradas, a tal punto que el Telégrafo mercantil termina siendo censurado por Virrey del Pino, a quien Buenos Aires homenajea con una calle que lleva su nombre. Él fue uno de los primeros censores que tuvimos.
– Me llamó la atención lo audaces que eran algunos textos del Telégrafo que hace determinadas cosas que no haría un diario de hoy, donde se dicen cosas horribles o mentirosas, pero siempre de manera disimulada.
-Sí, había cosas escatológicas como, por ejemplo, una oda a las almorranas. Lo que provoca el cierre es un artículo que critica la pedofilia de los sacerdotes en el Alto Perú. No lo escribe Belgrano, sino un corresponsal, pero las quejas de la Iglesia ante el virrey hacen que el periódico cierre.
– Parece que tampoco en ese aspecto las cosas variaron demasiado.
-Es cierto y fíjate que estamos hablando del año 1801. Hay un artículo de Belgrano en el que habla de la importancia de China. Fijate lo visionario que era que en el año 1800 dice que la futura potencia será China. En ese momento nadie hablaba de China. La apertura hacia ella se da a mediados del siglo XIX. Belgrano habla incluso de cómo acceder a ella por el galeón de Manila. El galeón era español y Filipinas, una colonia de España, algo realmente impresionante.
-También fue un precursor en el cuidado del medioambiente.
-Sí, totalmente. Habla del cuidado de los ríos y de su contaminación, del tema de los suelos y de la necesidad de rotación de los cultivos. Dice que no hay que fomentar el monocultivo, sino mejorar la calidad del sembrado. Habla del agotamiento del suelo, de una cantidad de cosas que son realmente ultramodernas.
-Ahora se entiende bien porque se lo asocia solo a la creación de la bandera.
-Sí y por eso haciendo y luego revisando el libro tuve una doble sensación. Por un lado, sentí una profunda admiración. Por otro, un congoja porque estas cosas no se han resuelto.
–Siempre fue difícil decir la verdad porque suele ser incómoda.
-Claro, hoy lo ves en las redes con el tema del coronavirus.
-Lo ves a Trump, a Bolsonaro y algunos periodistas locales que se preguntan en pantalla si el presidente no estará tapando con este virus la difícil situación económica.
-Una situación que nunca han tapado. Podrían destaparla más, decir cómo dejaron el país y hacer un listado de lo que hicieron estos mismos que ahora critican, por cierto, bastante desvergonzados. Resulta increíble que haya gente que ponga palos en la rueda en un momento como éste. Hoy (se refiere al 20 de abril) La Nación dice en la tapa: “Duro reclamo de bonistas para que se negocie ´de buena fe´”. Ahí es cuando uno entiende que estos medios no son más medios, son fines, porque son acreedores de la Argentina, porque tienen bonos…Entonces no están haciendo un acto informativo, sino operaciones de prensa. La palabra “medios” quedó vieja. Algunos son medios, otros son fines y otros son “miedos”, como le gustaba Eduardo Galeano: los miedos de comunicación.
-¿A lo largo de nuestra historia hubo algo parecido al Coronavirus?
-Sí, hubo pestes importantes. Por ejemplo, el cólera en 1868 /69 que mató 5000 personas en Buenos Aires, entre ellos al presidente en ejercicio. El presidente era Mitre, pero estaba al mando de las tropas en Paraguay, por lo que al frente del gobierno estaba Marcos Paz. Murió en la epidemia y Mitre tuvo que venir apresuradamente de la línea de combate en Paraguay. Esto tuvo que ver con que Buenos Aires era una ciudad totalmente insalubre, sin aguas corrientes, sin cloacas y con un Riachuelo muy contaminante porque allí tiraban los desperdicios los mataderos. Con esta epidemia comenzó a desbordar el cementerio de la Recoleta. En 1871 vino la epidemia de fiebre amarilla que fue mucho más grave, triplicó casi el número de muertos. El presidente y el vicepresidente, que eran Sarmiento y Adolfo Alsina, se van de la ciudad que queda acéfala. Se conforma entonces una comisión de salud pública donde están Roque Pérez, Argerich, Muñiz. Los tres mueren. La epidemia afectó, como siempre, a los más pobres. Se tuvo que inaugurar un nuevo cementerio que fue la Chacarita de los colegiales, que era el campo de deportes del Nacional Buenos Aires y tenía unos terrenos anexos, era puro campo. Ahí fueron a parar los 14.000 muertos de la fiebre amarilla. Se inauguró un tren que recorría la calle Corrientes y que únicamente llevaba muertos. Hubo días de 400 o 500 muertos en una ciudad que tenía 170.000 o 180.000 habitantes. Eso hizo que lnas familias ricas abandonaran sus mansiones que luego se transformaron en los conventillos que sería el hábitat de los inmigrantes. Los ricos se mudaron a Recoleta, a Barrio Norte.
-¿Y que con la gripe española, que entiendo que no es autóctona?
-No era autóctona y mucho menos española, sino que nació en los Estados Unidos al fin de la Primera Guerra Mundial. Soldados de una base militar de Kansas viajaron a Europa y contagiaron a los ingleses, a los franceses y de ahí se extendió por todo el mundo. Se la llamó española porque Francia e Inglaterra tenían censura de guerra. Se desaconsejaba difundir noticias que pudieran ser desalentadoras para las tropas. La noticias, los cables llegaban de España, por eso se la llamó gripe española aunque España no tuviera nada que ver. A Argentina llegó en octubre de 1918, duró unos 8 meses y causó unos 15.000 muertos, fundamentalmente en el norte, porque llegó por barco y se extendió por tren atacando las zonas más pobres, más desprovistas de sistemas sanitarios: Tucumán, la Rioja, Jujuy, Salta y algunas provincias del noreste como Corrientes.