Entre del 13 de octubre de 1933 al 27 de marzo de 1934, Federico García Lorca estuvo en Buenos Aires y estableció con la ciudad una relación intensa que dejó huellas.
Una muestra fotográfica recrea a través de la creación de diversos artistas la estadía del poeta en nuestro país: Federico…donde estés. Dicha muestra es la respuesta a la convocatoria realizada por ArtexArte.
Daniel Doura, Andrés Wertheim, Lena Szankay Julieta Anaut , Ariel Ballester, Luis Campos, Luz Castillo, Belén Castillo, Cristina Fresca, Claudio Larrea, Zulema Maza, Juan Travnik y Fer Zannol serán los encargados de evocar a través de distintos dispositivos “el duende” a que el poeta hizo referencia en las diversas conferencias que dio durante su estadía.
La muestra cuenta con la curaduría de Eduardo Medici y podrá verse desde el 7 de octubre al 26 de noviembre, de martes a viernes de 14 a 20 y los sábados de 14 a 19, en la galería ArtexArte, Lavalleja 1062, CABA.
Alojado en el hotel Castelar ubicado sobre la Avenida de Mayo (hoy es posible visitar allí la habitación que ocupó, la 706, y ver la placa que conmemora su estadía), el poeta y dramaturgo granadino dejó su impronta en Buenos Aires.
Su propósito inicial era quedarse poco tiempo en estas latitudes para volver a su país y proseguir con las actividades del teatro La Barraca que dirigía junto a Eduardo Ugarte y con el que recorría diversos pueblos llevando lo mejor del teatro español. Tenía planificado solo asistir al reestreno Bodas de sangre y el estreno de La zapatera prodigiosa.
Pero “el duende” de Buenos Aires lo atrapó durante seis meses durante los que desarrolló una intensa actividad cultural.
Su teatro tenía una impronta popular que resultaba irritante para algunos sectores elitistas. Según consta en una crónica periodística de la época, Lorca habría sentado su posición frente al arte teatral con estas palabras: “Yo arrancaría de los teatros las plateas y los palcos y traería abajo el gallinero. En el teatro hay que dar entrada al público de alpargatas. ¿Trae usted, señora, un bonito traje de seda? Pues, ¡afuera!”.
Una prueba contundente de su posición no solo fue el teatro ambulante La Barraca sino también o, sobre todo, su teatro de títeres La Tarumba que representó en Buenos Aires El retablillo de Don Cristóbal. La función se realizó en el Teatro Avenida y asistieron, entre otros escritores, Oliverio Girondo, Conrado Nalé Roxlo, Raúl González Tuñón y Norah Lange. Según parece, el lenguaje popular de sus muñecos ofendió a más de uno que se retiró de la sala.
Sin embargo, las representaciones de La Tarumba fueron el punto de origen del movimiento titiritero argentino. Fue Lorca el que trajo al Río de la Plata la tradición milenaria del teatro de muñecos, si bien a principios del siglo XX ya habían arribado Carolina Ligotti y Sebastián Terranova con sus “pupi” sicilianos, quienes fundaron en La Boca el Teatro de Títeres San Carlino y presentaron su repertorio, integrado por obras como La historia del emperador Carlomagno y de los doce pares de Francia y Las aventuras de Orlando y Rinaldo.
Pero Lorca no mostró marionetas sino títeres de cachiporra o de guante. Entre sus espectadores estuvo Javier Villafañe, el pionero de los titiriteros argentinos, que, impactado por el espectáculo, creó su propio teatro de muñecos y salió a recorrer los caminos con La Andariega, un carromato tirado por caballos.
Según Ana Gómez Torres de la Universidad de Málaga, “La postura de Lorca frente al teatro de títeres fue la de insubordinación ante las formas oficiales, en favor de manifestaciones que rompiesen el horizonte de expectativas de su tiempo. Con una intención crítica, reclama un retorno a los orígenes, a ese plano de libertad creadora absoluta del diálogo de los muñecos. Las marionetas desbordan todos los límites del teatro convencional y postulan una amplia frontera sin términos fijos, abiertamente desafiante. Las palabras de los títeres subvierten el lenguaje: a través de los insultos, groserías y juramentos, la transgresión se convierte en norma. La modernidad del teatro de marionetas se sitúa en el deseo de la palabra sin referentes. Es el espacio privilegiado de la repetición, de las rimas que rompen la lógica del lenguaje del teatro y del público en general, mediante la reiteración del absurdo.”
Quizá sea por esa “insubordinación” que está en el origen de todo acto artístico, que Lorca continúa estimulando la creación en diversas manifestaciones artísticas. La muestra Federico…donde estés es una prueba fehaciente de su vigencia.