Cuando se nombra a Clorindo Testa la asociación es inmediata: se trata del arquitecto que diseñó la Biblioteca Nacional, un gran edificio sobre el que las opiniones están divididas. Hay quienes aseguran que es “feo” por sus líneas decididas y poco amables y quienes, por el contrario, lo consideran una maravillosa obra arquitectónica.
Pero no es ésta la única marca que dejó Testa en la ciudad de Buenos Aires contribuyendo a delinear su fisonomía. Basta nombrar el ex Banco de Londres, el Hospital Naval, el Centro Cultural Recoleta en el que hizo importantes reformas.
Además, Testa ha dejado una importante obra plástica. Puede verse parte de ella en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en una muestra que es también un homenaje a cinco años de su muerte. Se llama Esta es mi casa, cuenta con la curaduría de María José Herrera y Mariana Marchesi y permanecerá abierta hasta el 17 de febrero. Está integrada por 32 obras del artista que son de distinta procedencia: la colección de la familia Testa, el propio Museo de Bellas Artes, la Cancillería, la Fundación Proa y las colecciones Balanz Contemporánea y Daniela Mac Adden.
El rasgo común a toda esta obra que se manifiesta en dibujos, pinturas e instalaciones es una actitud crítica frente al mundo que no está exenta de cierto matiz lúdico y de humor.
Suele decirse que sólo se ve lo que se conoce y para poder “ver” la obra arquitectónica de Testa con una mayor amplitud sin caer en un juicio binario que la califique de “linda” o “fea” conviene adentrarse en los postulados que la sostienen.
La arquitectura de Testa adhiere al movimiento que se llamó “brutalismo” y que se desarrolló, sobre todo, entre la década del 50 y del 70. Haciendo un resumen muy apretado podría decirse que su característica fundamental es resaltar la materialidad de la obra dejando a la vista los materiales en bruto sin ningún tipo de artificio que los esconda. En este sentido, el hormigón y las marcas que quedan en él generadas en el proceso de construcción es casi un ícono del movimiento, aunque no esté presente en todas las obras cuya estética puede considerarse dentro del brutalismo. Este nombre deriva de francés béton brut u ‘hormigón crudo’, expresión utlizada por Le Corbusier en relación con los materiales de sus obras.
Existe, sin duda, una relación entre la arquitectura y la obra gráfica de Testa.
Andrés Duprat, director del MNBA escribió respecto de la muestra y de su relación con la arquitectura: “Si en su brutalismo arquitectónico perseguía la verdad cruda de la materia que sustenta el habitar, con énfasis en la geometría abstracta que modula construcciones y vida urbana, Testa replica el gesto en su obra plástica, desafiando las convenciones sobre el arte y sus circuitos de legitimación. Una cierta dialéctica entre la espontaneidad del trazo en sus dibujos y pinturas dialoga con la materialidad basta, ordinaria, de sus soportes. Esa disposición ante aquellos elementos considerados indignos o banales los vuelve sujeto activo de su intención expresiva al proponerlos como instancias constructivas de su discurso visual. Basta con mirar sus instalaciones en madera y cartón, en las que el señalamiento de la estructura que contiene la obra es la clave de bóveda de su estética, y sus dibujos a mano alzada, donde el trazo rápido recoge el instante en una inequívoca búsqueda de la autenticidad. Incluso en los grabados o collages, Testa procede con cierto estudiado abandono, con el que compone piezas a las que confiere una vitalidad desusada, pese a su geometría abstracta.”
Y agrega: “Esa paradoja que hace de la arquitectura un momento estático, congelado en el tiempo, recobra un dinamismo perturbador en su producción plástica. Pues sin abandonar la pregunta por cómo se encuadra la materia bruta en un orden matemáticamente reglado, repone la fuerza con que los humanos disponemos nuestras existencias atravesando sus límites. Hay, así, un diálogo fluido con el oficio de arquitecto, del cual sus obras plásticas (y hay que incluir sus edificios entre ellas) son el alma, el lugar de acogimiento y experimentación de sus conceptos sobre el espacio y el habitar.”
Testa se encargó de desmentir el gran mito de la vocación. La arquitectura no lo llamó para que entrara en sus filas, sino que él salió a buscar algo que no supo qué era hasta que lo encontró. Hijo de un médico, supuso que su destino profesional era la medicina, pero su padre lo desalentó pensando en que el dibujo había sido desde su temprana infancia una actividad tan básica como respirar y, según lo demostró la historia, tuvo razón. Como le gustaba dibujar barcos, pensó en que podría ser ingeniero naval, pero la especialidad no estaba desarrollada en el país y, además, él percibía claramente que los barcos le interesaban más desde lo estético que desde lo funcional. De hecho, siempre dibujaba lo que se ve sobre la línea de flotación, tal como lo declara en una entrevista, no pensaba jamás en la parte oculta que quizá sea el lugar fundamental para un profesional de los barcos. Luego se acercó a la ingeniería civil, pero terminó por pasarse a arquitectura sin sospechar siquiera que algún día llegaría a ser el gran arquitecto que fue.
Renuente a las clasificaciones, nunca encontró una contradicción entre su carácter de arquitecto y su carácter de artista plástico. Por el contrario, consideró ambos universos como caras de una misma moneda. “Siempre fueron como dos actividades paralelas que tienen el mismo mecanismo, el mismo camino a pensar” dijo el propio Testa en una entrevista.
Las curadoras de la muestra señalaron cuál es la relación que existe entre su arquitectura y su obra plástica y el modo en que ambas dialogan entre sí. “Como arquitecto –dicen-, reflexionaba sobre las falacias de la modernidad y su funcionalismo: por ejemplo en la serie Habitar, trabajar, circular, recrearse, de 1974 (adquirida recientemente por el Museo de Arte Moderno de Nueva York), donde criticaba el hacinamiento y las rutinas de ordenamiento a las que el ciudadano contemporáneo está sometido.
Así, desde la pintura, desarmó los postulados de la arquitectura moderna y racionalista, aquella que había marcado su formación.
La historia europea y americana le dio a Testa elementos con los que pensar ´otras casas´ para hombres, mujeres y niños; alguna que fuera refugio de las catástrofes y de las pestes. Estas ideas, lejos de ser utópicas, ocuparon un lugar en sus pinturas e instalaciones entre mediados de los años 70 y su última etapa de trabajo.”
Siempre vanguardista, Testa formó parte de distintos movimientos plásticos y grupos como el grupo de los 7, los modernos, los informalistas, el arte de sistemas, y el Grupo de los Trece que se formó a partir de una convocatoria de Jorge Glusberg.
La muestra se puede visitar de martes a viernes de 11 a 20, los sábados y domingos de 10 a 20. Ocupa las salas 39 y 40 del primer piso. Se sugiere no entrar después de las 19.30, Avda del Liberador 1473, CABA.