En 2019 un técnico en maquinarias agrícolas la halló en un conteiner en una ruta de Chapadmalal. Le llevó los libros a su novia. Ésta y su familia se dieron cuenta de que pertenecían al autor de “Yo, el Supremo”. Los catalogaron y a través de la Embajada del Paraguay recientemente los restituyeron a sus hijos.
La que se encontró está constituida por 176 libros que formaron parte de la que logró armar en su exilio porteño entre 1965 y 1976, cuando, luego de casi varias décadas de vivir en el país, abandonó la Argentina debido a la dictadura cívico-militar instaurada en el país.
El hallazgo de esos ejemplares fue fruto del azar y, hasta el momento, nadie sabe por qué esos ejemplares estaban abandonados en una ruta de Chapadmalal, aunque pudo reconstruirse gran parte del camino que hicieron.
Cuando Roa Bastos se fue de Argentina dejó su biblioteca en el departamento al que no regresó. Mirta Roa, hija del autor, reconstruye el posible itinerario. «Después del golpe militar en Argentina –le cuenta a Télam- , mi padre se fue a París y con mi hermano viajamos a Venezuela. Antes de dejar Buenos Aires, mudamos sus libros a un pequeño departamento que él tenía en el centro de la ciudad. Después me enteré que le había entregado el departamento a la agencia de Carmen Balcells como parte de pago de muchos adelantos que había recibido. Sé que Carmen recogió los originales, los papeles y los libros y los puso a resguardo en un depósito en Barcelona. Pero mi padre no siguió pagando el espacio. En 2005 supe que estaban subastando las cartas que se cruzaban los escritores del boom y otros materiales en Barcelona. Me imagino que aquellos y estos libros eran parte de lo que estuvo en ese depósito. Entiendo que un argentino compró el lote de los libros y así volvieron al país»,
Lo que no se sabe es por qué el conteiner con parte de esa biblioteca estaba donde se lo encontró. Lo cierto es que los libros hoy están en la Casa de la Cultura Augusto Roa Bastos en Asunción del Paraguay, donde serán exhibidos durante un tiempo y luego enviados a la Fundación que lleva el nombre del escritor.
Afortunadamente, los libros llegaron a manos de quienes supieron valorar el hallazgo y tuvieron la voluntad de restituirlos.
La historia comenzó en 2019 cuando Gastón, técnico en maquinarias agrícolas, encontró el conteiner abandonado y le llevó los libros a su novia Celina, estudiante de sociología. Una tarde, la familia Brittez, integrada por el padre, Fernando (antropólogo); la madre, María (profesora de inglés); Celina y sus tres hermanos se puso a revisar el contenido de las siete cajas que había llevado Gastón.
Así descubrieron no solo que muchos de los libros estaban dedicados al escritor paraguayo, sino también que algunos tenían dentro cartas y fotos.
Conscientes del valor del hallazgo, los catalogaron y armaron un inventario. Celina le cuenta el proceso a Télam: «Uno dictaba, el otro escribía en la computadora, otro registraba si era una carta o foto. Y armamos un emprendimiento familiar: mi mamá, mi papá, mi compañero y mis tres hermanos nos pusimos a trabajar con los libros de Augusto». Su intención era buscar a los hijos del escritor para devolverles ese valioso material, pero no tenían de qué forma llegar a ellos.
La pandemia y el embarazo de Celina hicieron que durante el tiempo del encierro preventivo las cajas quedaran en el garaje. Superado el momento, decidieron reemprender la tarea de restitución. Llamaron a la Embajada de Paraguay y por su intermedio, fueron devueltos a los descendientes del escritor.
Mi primera impresión al recibir las siete cajas –dice Mirta Roa desde Asunción- además de la emoción lógica de reencontrarme con cosas de mi padre, es que estos ejemplares no valen por sí mismos sino por las anotaciones que él hizo en las páginas y las marcaciones. Fueron años de lecturas fundamentales, aquellos en los que estaba pensando en `Yo El Supremo´.”
El azar y la buena voluntad de una familia lograron lo que ya nadie esperaba: que luego de más de cuatro décadas parte de los libros de su biblioteca argentina volvieran a la tierra natal del escritor.
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Vivimos una época en que todo se va degradando, especialmente el valor de la cultura. Una alegría por este encuentro. Una prueba más de lo que producen las dictaduras ( y me permito señalar "sus descendientes" esta derecha neoliberal)