El psicoanalista Hugo Lerner publicó Más allá de las neurosis, un libro en el que repasa conceptos del psicoanálisis desde la perspectiva del presente. En él sacude “las certezas de parroquia” que custodian ciertos grupos psicoanalíticos y trae a Freud al siglo XXI.
Tiempo Argentino sostuvo con él una larga charla sobre los nuevos desafíos de la práctica psicoanalítica.
–En su libro usted habla del psicoanálisis hoy. ¿Cómo traer a Freud al siglo XXI?
– Freud fue el creador, el inventor de todo el edificio psicoanalítico a principios del siglo XX y desde entonces pasó mucho tiempo. Pero hay muchos conceptos freudianos, realmente muchos, que siguen teniendo una vigencia increíble. Uno no puede comprender cómo una mente tan privilegiada pudo imaginarse cosas acerca del psiquismo del sujeto humano que tienen vigencia hoy. En cambio, otras cosas que imaginó, han dejado de tenerla. Y no hay que tener miedo de esto. Yo soy un estudioso de Freud y lo he enseñado mucho, pero, como digo en el libro, no hay que tener temor de serle “infiel” al padre del psicoanálisis.
-¿En qué sentido usa la palabra “infiel”?
-En el sentido de no quedar pegado a la letra. La “infidelidad” lleva a hacer replanteos que aggiornan el conocimiento del psicoanálisis.
-¿Por ejemplo?
-El lugar que ocupa hoy en contexto socio-histórico en la producción de subjetividad e incluso en ciertos cuadros psicopatológicos que atraviesa un sujeto no era muy abordado cuando él edificó su teoría. Y no es que él no lo haya mencionado. En El malestar en la cultura él hace una mención acerca de esto, porque casi no dejó tema sin abordar y muchos de los conceptos de ese trabajo son muy actuales. Pero, por ejemplo, en la época de Freud no existía la tecnología del hoy y en el presente el sujeto está atravesado por la tecnología. Por lo tanto, los psicoanalistas tenemos que analizar de qué modo esas tecnologías están impactando en la producción de subjetividad, en la identidad. No se le puede pedir a Freud que abarcara algo que en el momento en que él vivió no existía. El Yo, que es un concepto muy abstracto y complejo, se estructura de diversas formas y en esa estructuración no da lo mismo si estamos en Buenos Aires o en el Amazonas. Necesariamente, según dónde estemos, nuestro Yo, nuestra constitución identitaria se va a conformar de una manera diferente. Porque en esa constitución no intervienen sólo los modelos identificatorios familiares, sino también el contexto social. Hoy vemos muchos cuadros clínicos que no estaban tan presentes en aquel momento.
-¿Qué tipo de cuadros, por ejemplo?
-Yo atiendo adolescentes y adultos. La consulta de los padres frecuentemente es por la adicción de sus hijos a la tecnología. Uno podría decir que la conducta adictiva puede ser aplicada a diferentes cosas, que puede haber una personalidad adictiva. Pero creo que las generalizaciones excesivas le quitan singularidad a cada cuadro y a cada sujeto. Por eso, no podemos generalizar. Otro ejemplo es el de los casos fronterizos, borderline, de los que Freud no se ocupó mucho, pero que en los últimos años es una patología que ha aparecido mucho. Esto no significa que no haya elementos teóricos en la obra freudiana que permitan entenderlos, pero hubo muchos seguidores de su obra que fueron los que aportaron elementos teóricos y clínicos para la comprensión de este cuadro que hoy es frecuente. Freud se ocupó de las melancolías. Un famoso trabajo de él es, precisamente, Duelo y melancolía, pero hasta hace unos años la Organización Mundial de la Salud colocaba a las depresiones como la tercera causa de enfermedad, hoy ya es segunda detrás de las cardiopatías. Por decirlo de alguna manera, hay una epidemia mundial de depresión. Aunque Freud habló mucho sobre el tema, no pudo abarcar todo. A mis alumnos les digo que comiencen por Freud porque está un poco banalizado al igual que Borges o Kafka. Se dice “eso es borgeano” o “eso es kafkiano” sin haber leído a ninguno de los dos autores. Los conceptos se vulgarizan y pierden profundidad.
-Se vuelven una especie de emoticón.
-Exactamente, tal cual. Y Freud es un autor muy complejo y lleva mucho tiempo estudiarlo, mucho tiempo entenderlo y, una vez que uno lo estudió a fondo, es muy difícil discutirle las ideas, citar a autores más actuales. No hay ningún filósofo que niegue la importancia de Platón en la Filosofia, pero si se quedó solamente en Platón, el desarrollo de la Filosofía se empobrece. Del mismo modo, ningún físico ni ningún matemático va a negar a Einstein, pero quedarse solo en Einstein con todo lo que hoy ha aparecido en las ciencias duras no es bueno. Con Freud pasa lo mismo, hay que estudiarlo, hay que leerlo. Pero hay muchas escuelas que en realidad no leen a Freud, sin a post freudianos. Yo creo que no se puede invertir el orden. Primero hay que leer a Freud y después a los post freudianos. Creo que es la clínica la que nos lleva a cuestionar conceptos. A mí me interesa la teoría para poder ser un mejor clínico. Y, en este sentido, soy muy freudiano. Freud cambiaba sus puntos de vistas según lo que observaba en la clínica. Cuestionar a Freud es revalorizar los conceptos que han sido los cimientos de nuestra disciplina. Pero esto no significa que haya que considerar que es el único autor que aportó al psicoanálisis.
– Hasta hace poco tiempo, la homosexualidad era definida por el psicoanálisis como perversión, no en un sentido no moral, sino psicopatológico. ¿Eso ha cambiado?
-Sí, las cosas han cambiado y no todos los psicoanalistas piensan de la misma manera. Yo no lo consideraría una enfermedad, sino una elección sexual.
-¿Pero la sexualidad se elige?
-Cuando hablo de elección estoy usando un concepto psicoanalítico, no hablo de una elección volitiva, sino de la elección de objeto sexual, una elección inconsciente que tiene que ver con el psiquismo, con las identificaciones que hubo en el devenir de ese sujeto como adolescente y adulto. En la época de Freud la represión de la sexualidad no era sólo el mecanismo interior del que hablamos los psicoanalistas. Había una represión exterior tal que no se podía ventilar la sexualidad.
–Oscar Wilde estuvo preso por su homosexualidad.
-Pero no era solo la homosexualidad lo que no se podía ventilar, no se podía ventilar la sexualidad en general. En la época de Freud de eso no se hablaba y la gente se bañaba vestida en el mar. Hoy el cuerpo se muestra y todo lo que tiene que ver con la exhibición de la sexualidad está totalmente permitido. No digo hace 100 años, sino solo 40 años atrás que hoy íbamos a estar discutiendo con patrones dentro de la normalidad identidades de género. El 1° y 2 de noviembre va a haber un primer encuentro latinoamericano organizado por la Asociación Psicoanalista Internacional, del que voy a participar, que tiene que ver con lo que estamos hablando. Se llama Polimorfimos, sexualidad y géneros en el psicoanálisis contemporáneo. Es algo importante porque significa la apertura del psicoanálisis hacia una temática que hoy está muy vigente. Los jóvenes –y yo atiendo mucha gente joven- aceptan la diversidad de géneros, la diversidad sexual, lo trans con una naturalidad que no tuvieron que elaborar porque ya está instalada en su psiquismo. En la época de Freud no se podía pensar en estos términos, se pensaba esta diversidad como alteración, como cuadros psicopatológicos. Hoy no creo que ningún psicoanalista mínimamente pensante pueda ubicar la homosexualidad, por ejemplo, dentro de la perversión. Esto tiene que ver con lo que dije al principio: lo contextual hace que cualquier ciencia de lo humano tenga que revisar sus conceptos. La realidad se impone, por lo que no se puede seguir defendiendo a ultranza un modelo teórico-clínico que no la incorpora. De lo contrario, como digo en el libro, nos convertimos en religiosos, talmúdicos, que leemos al pie de la letra una biblia que no permite refutación. El psicoanálisis no es una religión, sino un conjunto de ideas que permite pensar al sujeto humano y el humano cambia de acuerdo al contexto. Me interesa mucho la relación contexto-subjetividad.
-Y hoy el contexto político y social argentino es muy angustiante.
-Sí, me recuerda al 2002 que fue el año que en Buenos Aires hubo mayor número de consultas por depresión. Hoy en día el mayor número de consultas es por depresión. El 2002, luego de la crisis, fue una hecatombe social y ahí se ve bien claro cómo interviene el contexto para hacer que la gente sufra una sacudida yoica y se deprima. En este momento nota que hay un bajón, que la gente está aplastada, con un signo de interrogación, con mucha angustia. Y no solo hablo de las clases más sumergidas, sino de quien no está sumergido pero sufre la imposibilidad de elaborar un proyecto. Un autor argentino muy importante dijo que no se puede construir el Yo en arenas movedizas. No se puede armar un proyecto en un momento inestable y los sujetos humanos vivimos a partir de los proyectos que armamos. Y no hablo de grandes proyectos, sino del proyecto que sea. El albañil que está poniendo ladrillos puede tener el proyecto de ver el partido de fútbol del sábado y comer un asado con sus amigos. Cuando el proyecto no se puede armar hay una caída del ideal del Yo, el Yo acusa recibo y nos deprimimos.
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