La tormenta perfecta azota el mundo editorial argentino, con caída abrupta de la venta de libros, cierre de librerías y editoriales, despidos en diferentes espacios por el quiebre de la cadena de pagos y la cesación casi absoluta de políticas públicas. En medio de este temporal, un grupo de organizaciones e instituciones de investigación desarrollan un encuentro internacional de estudios sobre el libro, un objeto que no deja de ser uno de los fetiches favoritos de los argentinos.
El libro además es la pregunta que habilita la reflexión de problemas sociales y culturales más amplios, su historia se enlaza con la conformación de la nación, permite indagar acerca del lugar que ocupa la cultura en el desarrollo de un país o sobre las políticas públicas que los gobiernos llevan a cabo (o no) para impulsar la educación y afianzar otros ámbitos del saber. El CeDInCI, el Ides, el Idacor, el IdIHCS son algunas de las siglas y acrónimos de esas instituciones que se impusieron la tarea de desarrollar este campo de estudio.
Alejandro Dujovne es el encargado de coordinar el Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición que, este año, en su tercera edición, cuenta con más de un tercio de exponentes extranjeros. La charla que Dujovne mantiene con Tiempo es también una posibilidad de pensar la importancia del libro, las librerías, las editoriales en Argentina, el rol que jugó y juega la pata nacional de esta industria en la región.
“Históricamente, en la geografía de habla hispana, Argentina junto con México y España han sido los principales países productores de libros. Incluso hubo un momento muy puntual, posterior a la Guerra Civil española, en que Argentina se convirtió en el principal productor y exportador de libros en castellano al mundo. Luego se replegó un poco, pero siempre con editoriales emblemáticas que jugaron un importante papel en la promoción de autores y de literatura traducida”, relata Dujovne.
El investigador del Conicet cuenta que Argentina siempre tuvo una masa crítica de traductores que renovaron el paisaje literario, pero también abrió la posibilidad a la aparición escritores latinoamericanos, desde García Márquez que publicó Cien años de soledad en Argentina hasta los escritores locales: “No se puede pensar el mundo de producción literaria tan rico y diverso como el que tenemos sin pensar en las editoriales, ya que un escritor puede escribir en revistas, diarios, pero finalmente es el libro el que consagra. Entonces, se puede pensar el valor del mundo editorial argentino por su alcance regional pero también por su producción literaria. Además, en el campo de las ciencias sociales y humanas, se incorporaron muchos trabajos de sociólogos, historiadores, antropólogos, etc. mediante la rica tradición de traducciones que se producen acá, pero que circulan por el espacio de habla castellana”.
Las librerías han sido una constante del paisaje argentino y especialmente del porteño, pero estas son el punto final de una larga cadena de producción. Hacer un libro es un proceso que implica muchas más personas que un autor y un lector. La presencia pública del editor es un cambio relativamente reciente: “La figura clásica del editor cultivó cierta actitud de invisibilidad. Si bien producía marcas en los paratextos e incluso sobre los mismos libros, además de ser responsable de su circulación, en los últimos años hay mucha gente que cree que es una figura que se halla situada más entre el mediador y el productor. No sólo es un vehiculizador, construye un repertorio posible, tiene un rol más activo que la mera mediación. Desde 2003 o 2004 hay una explosión de pequeños y medianos editores que frente a la concentración del mundo editorial en unos pocos grupos empresariales empezaron a crear proyectos e impulsar ideas. Se trata de gente muy joven ligada a la traducción, el ensayo y la literatura y que, al no encontrar forma de leer aquello que les gustaba, se aventuraron por este mundo y finalmente devinieron en editores profesionales”.
–Esa amplia diversidad pareciera hablar de una sociedad no sólo lectora sino con muchos centros de interés
–Hay un universo diversificado en gustos, pero los editores también crean gustos, dan forma a lectores. Esos sellos que podemos llamar independientes generan fidelidad, lectores que reconocen la marca y la siguen y se enojan cuando ese catálogo no está siendo fiel a lo que prometen. Se genera un vínculo de reconocimiento con el sello. Un ejemplo más que interesante ha sido la feria de editores que se hizo en el Kónex. Muchas personas iban a ciertas mesas a buscar sus sellos preferidos. La emergencia de estos sellos habla de una sociedad ávida, con disposición y competencia de lectura, con intereses diversos. Si algo mantiene vivo al mundo editorial argentino es un público lector amplio.
–Sin embargo, el sector editorial argentino vive una crisis casi sin precedentes.
–Sí, esto que mencionaba es importante, pero no suficiente en un país con ciclos económicos muy zigzagueantes. Los procesos de acumulación y destrucción del mundo editorial son preocupantes y no hay un Estado presente. Más allá de medidas puntuales y espasmódicas, no hay políticas públicas de largo plazo que estén pensando cómo desarrollar y potenciar ese mercado, tanto interno como externo. Al libro le caben las generales de la ley, si la economía anda mal, el libro anda mal, porque pese a lo que uno quisiera no es un bien de primera necesidad y además los costos de producción se dispararon. Pero no es un bien más, es un bien cultural, tiene que ver con ciertos valores relacionados con la identidad y, por lo tanto, el Estado debería sostenerlo con medidas anticíclicas, por ejemplo, que no cierren librerías es importantísimo, especialmente en un momento tan crítico como el actual.
–¿No hay políticas públicas para el sector?
–Quedan algunos vestigios de políticas del gobierno anterior, pero muchas fueron cayendo y el Estado dejó de hacer compras, las pocas que hace se concentraron en libros de texto escolares, el resto desapareció. La Conabip, que concentra a las bibliotecas populares, que eran un dinamizador de la industria editorial, tiene congelado su presupuesto. El Plan Nacional de Lectura no tiene recursos. Donde veas las políticas medulares que ya existían, este gobierno no las está poniendo en práctica ni hablar de nuevas políticas para sostener el sector.
“El estudio del libro y la edición es un campo muy dinámico en crecimiento y de a poco estamos construyendo puentes y vínculos”, cuenta Dujovne, y recuerda que el primer coloquio se realizó en La Plata, en 2012, como una especie de prueba de distintos grupos como el CeDInSI con Horacio Tarcus, o el que coordina José Luis de Diego en La Plata. En 2016 se repitió y “este año lo volvemos a hacer y vemos un crecimiento notable de la gente interesada. En este caso, más de un tercio de los participantes viene del exterior: Brasil, Colombia, México, Chile, Uruguay. Entonces Argentina está recibiendo y promoviendo este campo de estudios en la región. Tenemos dos grandes patas, por un lado una reflexión histórica, hay muchas experiencias sobre las que vale la pena indagar y pensar el espacio contemporáneo, es decir, cómo funciona el mercado editorial hoy en la región y en la Argentina en particular”, resume la trayectoria de este encuentro.
El coloquio está dividido en nueve simposios que tratan desde el libro político, trayectorias de editores, ecosistema del libro, políticas públicas. Dujovne puntualiza tres momentos destacables de este coloquio internacional que hace base en la UMET (Sarmiento 2037): “Uno es el miércoles a la noche, con una conferencia de Martyn Lyons, que es un británico que está hace muchos años en la Universidad de New South Wales, en Australia, y que es un referente en historia de la escritura. En este caso va hablar del lugar de la máquina de escribir en las prácticas del siglo XX, es decir, cómo la tecnología transformó los modos de circulación de la palabra escrita y de pensar y hacer literatura. El jueves tenemos una entrevista/homenaje público a Ana María Cabanellas y Alberto Díaz, dos históricos del mundo editorial argentino que coordina Daniela Szpilbarg para reflexionar sobre la historia de la edición y cómo ha ido cambiando hasta el presente en Argentina y, finalmente, el viernes hay una mesa con representantes de diferentes países para charlar sobre qué está pasando en cada uno de ellos”.
El cronograma de actividades se puede leer acá.