El británico Chris Priestley, autor de cuentos de terror para chicos y adolescentes, pasó por la Feria del Libro y viajará a Córdoba, donde visitará varias escuelas.
Algunos de sus libros publicados en la Argentina por la editorial Norma son Lo más cruel del invierno, Cuentos de terror de mi tío y Cuentos de terror en la boca del túnel. Él define su trabajo como terror gótico para chicos y aunque no llegó al género por decisión propia, hoy siente que es su lugar en el mundo. «En realidad he escrito libros para chicos de diferentes tipos: ficción y no ficción histórica, romance, comedias», enumera Priestley, pero aclara que sus primeros relatos de horror surgieron «después de que mi editor me sugiriera escribir una serie de miedo para nenes chiquitos que fuera divertida». «Me senté a pensarlo pero al principio nada parecía funcionar. Entonces recordé unos cuadernos que tenía con bocetos de cuentos cortos de terror que había escrito unos años antes. En realidad los había pensado para lectores adultos, pero lo único que hice fue cambiarle la edad a los protagonistas para convertirlos en chicos, pero los escribí como si todavía fueran para adultos», confiesa.
¿Qué diferencias existen entre el terror pensado para adultos y el trabajo que usted realiza?
Para ser honesto, en mi caso la diferencia es poca. Supongo que quizá un texto para adultos permite un marco de referencias mayor y las preocupaciones del protagonista tal vez sean más complejas. Pero la brecha entre la ficción para adultos y la que está orientada a adolescentes se acortó en los últimos años. Por eso creo que mis cuentos de terror para chicos más clásicos soportan bastante bien la comparación con cuentos similares para adultos. O al menos eso espero.
¿Y qué buscan los chicos en los relatos de terror?
Para ser sincero, los chicos son mucho más sanguinarios que yo. Cuándo doy charlas o talleres en escuelas prefiero prohibir temas como asesinatos a hachazos, cámaras de tortura, zombies y cuentos que terminen con la frase « y al final mueren todos». Son lugares de los que no se suele obtener demasiado. Yo escribo historias de terror psicológico, algo distinto de la idea del terror que suelen tener los chicos y adolescentes. Lo que intento es hacer que bajen la guardia y entonces desestabilizarlos. Pero como ocurre con cualquier ficción, el lector tiene que encontrarse con el escritor medio camino, porque esto no es para todos.
¿Cómo fue su experiencia con el género cuando era niño o adolescente?
Tengo 58 años y cuando yo era chico en realidad no había ficciones para adolescentes y si estabas interesado en la lectura leías libros infantiles hasta que te cansabas y de ahí pasabas directamente a los policiales, la ciencia ficción y el terror para adultos. A mí me gustaba mucho leer ciencia ficción, autores como Ray Bradbury o Philip K. Dick, incluso algunos clásicos como H. G. Wells. Pero también cuentos cortos de terror, antologías. Así descubrí a Edgar Allan Poe y a M. R. James. Me encantan los cuentos cortos de toda clase. Siento que es la forma más natural de narrar, la más parecida a contar una anécdota, creo que por eso me convertí en cuentista. En cuanto a por qué me gustan las historias de terror, adoro la sensación de inquietud que provocan, aunque no me gusta perder tiempo en las que se reducen a una procesión de escenas sangrientas. Prefiero aquellas que atisban en los rincones oscuros y especulan sobre lo que podría habitar en ellos.
¿Qué papel juega el miedo a esa edad?
El mundo es un lugar peligroso y tristemente creo que muchos chicos sufren el miedo. Tengo la suerte de vivir en un país bastante estable, pero sé que existen lugares en el mundo en los que un chico no tiene la oportunidad de simplemente ser un chico. Sospecho que si tu vida es realmente peligrosa es difícil que te interese leer cuentos de terror o ficciones distópicas. Creo que mucho del placer de leer estas historias procede de hacerlo desde un lugar de seguridad. También está claro que hasta los chicos que viven en hogares felices pueden tener miedos reales, miedo a que esa felicidad les sea arrebatada por una u otra razón.
¿Y cuáles eran sus miedos de chico?
Yo crecí en los 60 y los70, una época en la que se vivía bajo la amenaza de la aniquilación nuclear, pero podía entender que aquello era diferente de mi inclinación por los cuentos de terror. El miedo puede ser un factor limitante para cualquiera de nosotros, seamos adultos o niños: miedo al fracaso, miedo a la vergüenza, miedo al rechazo. Supongo que esos son los temores más comunes en la gente joven. «
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