Luego de haber recorrido otros espacios, esta muestra que es una forma de pedir justicia por el femicidio de la adolescente Lucía Pérez, llega a La Manzana de las Luces en coincidencia con su reapertura al público. La periodista Claudia Acuña, quien junto a la madre Lucía es una de las creadoras de esta instalación, dialogó con Tiempo Argentino.
Las autoras de la instalación son Marta Montero, madre de Lucía, y la periodista y escritora Claudia Acuña, fundadora de la revista Mu. La obra refleja una situación que es común entre quienes han sufrido el femicidio de una hija y no se ha hecho justicia. La habitación de la víctima queda intacta, como esperando su regreso.
La muestra incluye talleres presenciales y virtuales y actividades artístico-culturales con la intervención de actrices como Alejandra Flechner, el grupo Piel de Lava, Valeria Lois y música de Susy Shock, Karen Pastrana, entre muchos otros artistas. Podrá visitarse hasta el 10 de septiembre en la Manzana de las Luces, Perú 294.
-¿Cómo surgió esta esta muestra?
– Surgió uno de los tantos días en que acompañé a Marta a hacer trámites kafkianos para pedir justicia. A mí me impactó mucho visitar su casa y ver que el cuarto de su hija, Lucía, había quedado intacto, como si la estuviera esperando. Esto es algo que reconocemos permanentemente en cada familia que ha sufrido una pérdida de este tipo. Hay un deseo de mantener intacto el último momento de la hija asesinada. Hablamos de por qué hacía eso. Me dijo que no solo era esperar a Lucía, era esperar justicia. A su hija la habían tratado tan mal el Poder Judicial, los jueces, que esta era una manera de hacerles entender que Lucía era una chica con sus sueños, con sus proyectos, con sus cosas de chicas de 16 años. Cuando Marta llegaba a su casa y miraba su cuarto, era como si el caso se humanizara, porque la Justicia, y a veces también los medios, lo convierten en una cosa. Me pareció que ahí había una clave y que teníamos que lograr que ese cuarto lo viera todo el mundo. Esta instalación nació de la necesidad de reflexionar sobre qué significa, en escala humana, una chica de 16 años, qué significan todas las Lucías. Surgió también de la esperanza de que esto sirva para preguntarnos cómo es posible que suceda algo así y cómo podemos frenarlo.
-¿Y cómo podríamos frenarlo más allá de lo judicial?
-Creo que la educación y el arte son las herramientas para redimir las violencias. Con la pandemia tuvimos los teatros cerrados, lo que significaba que había gente muy talentosa que no estaba haciendo nada referido a su arte. Hasta que un día llegó hasta el Teatro Auditorio de Mar del Plata el equipo de escenografía y el director aceptó que el equipo concrete la idea de El cuarto de Lucía. Fueron a su casa, copiaron exactamente todo y la instalación se estrenó el día en que Lucia debería haber cumplido 21 años. Se hizo en la rambla, es decir en la puerta del teatro. Era algo fuerte, porque la gente se encontraba con la muestra cuando volvía de la playa, cerca de los lobos marinos que son un símbolo de Mar del Plata, los espectadores no iban a la muestra, sino que la muestra salía a buscarlos. Mar del Plata había sufrido mucho este crimen y estaba conmocionada por él. De modo que fue algo muy interesante, fue un lugar de elaboración de esta herida social. Se cerró con una ronda en la rambla donde se reunieron las familias víctimas de femicidios con funcionarios y artistas y se escucharon. Como espacio de escucha, el encuentro fue hermoso.
-¿Y cómo continuó?
– Alguien que vio la muestra decide llevarla al Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti de La Plata. Allí estuvo en el mes de abril y ahora Cultura Nación la trae acá, a la Manzana de las Luces.
-El crimen de Lucía quedó impune, ¿no es así?
-Quedó impune y logramos que se anule el fallo. Lo peor en este crimen es la actuación del Poder Judicial, el rol que cumple para que siga habiendo femicidios, porque es evidente que, al dejarlos impunes, los alienta. Consideraron que Lucía se había muerto sola, que nadie la había matado. La familia tuvo que emprender toda una serie de luchas y reclamos y logró que fuera anulado el resultado del juicio y que la anulación del fallo esté avalada por la Corte Suprema y ahora presentó un pedido de jury a esos jueces. El gran paso que tenemos que dar es juzgar esa injusticia, que es lo que está esperando la familia. También está esperando, por todo el sistema de apelaciones que esto supone, una nueva fecha para el juicio. Ambas cosas están pendientes con respecto a la causa judicial. Hoy Lucía no tiene justicia y la justicia que tuvo no fue justicia. A la máquina femicida no la hace funcionar solo una persona, un femicida, sino que hay una conducta social que de alguna manera favorece y hasta diría que alienta estos crímenes al no juzgarlos como corresponde. No estoy hablando solo sobre las condenas a prisión, sino también de la condena social.
-¿Cuál es la razón por la que funciona con tanta eficiencia esta máquina femicida? ¿Qué más hay, además de un tema de género?
-En Mar del Plata hay una larga historia. Basta recordar los crímenes de “el loco del a ruta”. En el caso de Lucía, se trata de una banda narco que paraba en la puerta del colegio. No es posible que alguien estacione todos los días una camioneta con drogas en la puerta de un colegio sin que lo requisen. Hay una serie de complicidades territoriales que ya tienen otorgado un carnet de inmunidad. En todo caso el femicidio es un paso más, el paso que activa la reacción social. Si bien la justicia no condenó a esta banda por el crimen de Lucía, sí lo condenó por la tenencia de drogas con intención de venta. Y esto que estoy diciendo es un hecho, no una opinión. Tenemos que entender qué nivel de violencia se ha naturalizado en esos territorios y contra eso se está organizando la gente para rechazarlo. Pero esto no pasa solo con el caso de Lucía, pasa en el caso de Araceli Fulles, Melina Romero, de Iara Rueda el año pasado. Son lo que nosotros llamamos femicidios territoriales. No son femicidios íntimos realizados por un hombre celoso. A lo que tiene de horroroso un femicidio en estos casos se suma cierto tipo de impunidad territorial anterior. Por eso las primeras horas son cruciales porque es en ese momento que se destruyen todas las pruebas porque la policía es uno de los lazos implicados. Por eso cuando pasa algo así, como pasó en Moreno, la gente rodea la comisaría porque sabe que se están destruyendo pruebas fundamentales para acceder luego a la Justicia. La destrucción de pruebas sucede, precisamente, en el momento en que la familia está aturdida por el dolor.
–Es decir que hay un patrón de conducta bien claro.
-Sí, eso pasó hace dos meses en Santiago del Estero con Cecilia. Se supo la noticia de su muerte y la gente rodeó la comisaría. La chica, también de 16 años, iba a sacar unas fotocopias y desaparece. Luego aparece ensangrentada en un hotel alojamiento clandestino. Después de la autopsia la fiscal afirma que murió de Coronavirus y que el tema de la hemorragia es secundario, solo agravó el cuadro. Ahí ya se armaron las pruebas y el relato del crimen. Quienes estarían encargados de acusar, como es el caso de los fiscales, en realidad están tratando de justificar. Entonces es muy difícil que los equipos judiciales puedan investigar esos crímenes.
-¿Y de qué modo se desarma esta cadena de complicidades?
– Las familias piden la creación de un cuerpo especial que intervenga cuando haya una sospecha de femicidio territorial. Esto ya se ha hecho en un caso de Mar del Plata con buenos resultados. Tenemos que pensar que con este Poder Judicial va a ser muy difícil avanzar con los femicidios. Creo que es una exigencia social ir profundo, a fondo. Además, no hay prevención. Cada femicidio es una oportunidad para que no haya otro. Con el femicidio de Úrsula Bahillo se para Rojas. En la escuela a la que iba Lucía, en cambio, al día siguiente de su crimen se daba clases como si no hubiera pasado nada. Nunca se hizo una jornada especial. No está incluido en los protocolos de Educación qué hacer cuando se produce un asesinato de este tipo. ¿Sabés qué hicieron los compañeros de Lucía? Cada uno entró al aula y firmó su banco vacío. La portera guardó ese banco. En noviembre, cuando se cumple un nuevo aniversario, ahora estamos autorizadas a hacer un mural en la puerta de la escuela. Lo mismo pasó con Anahí. Pero cuando matan a una chica hay que parar el mundo y sentarnos a pensar qué pasó. Si el mensaje es que aquí no pasó nada, el hecho se va a repetir. Esto es un poco lo que queremos plantear con la muestra El cuarto de Lucía. Por eso va a haber muchos talleres. Una de las actividades que organiza el Ministerio de las Mujeres Bonerenses es con dos actores principales que nos interesan mucho: las escuelas secundarias y directoras de centros culturales bonaerenses. Lo que queremos ver es qué puede aportar la cultura y que tiene que hacer la educación para prevenir estas violencias. Esta muestra es algo muy modesto, hecho con mucho esfuerzo de realización, pero la idea es convocar a hacer más, a que pongamos en discusión este tema.
-¿De qué forma se plasma todo esto en la muestra?
-La muestra es la reproducción exacta del cuarto de Lucía con dos dispositivos de proyección. En uno se pasa en forma continuada el juicio y en otro se ven las caras de los femicidas y las caras de los jueces. Lo que está presente es lo que significó esa ausencia. A partir de esto se invita a la gente a reflexionar sobre qué hacer. Puede ser desde algo muy preciso como escribir el nombre de uno de los femicidas en las paredes del cuarto, filmar un video sobe los días que transcurrieron sin justicia o quedarse en un taller. Todo eso forma parte de la muestra. La Manzana de las Luces es el espacio donde las grandes mentes de la sociedad pensaron el sistema sin nosotras. Entonces, es volver a la escena del crimen. Del crimen de Lucía han pasado cinco años y todavía su familia y todos estamos como en el primer minuto. Esto no depende de tal o cual gobierno, sino del sistema que produce y garantiza el próximo femicidio. De cómo se trate el femicidio de hoy va a determinar que suceda o no otro mañana. Cada uno de ellos es la posibilidad de construir el Nunca Más.
-¿El cuarto de Lucía, el verdadero, permanece igual hasta hoy?
-Sí, igual. Hace tres meses fui a la casa de Iara Rueda en Palpalá, Jujuy, y me encontré con la misma escena. La cama abierta y hasta su carpeta caída a los pies de la cama.
-La historia quedó detenida.
-Exactamente, la historia quedó detenida, la vida queda detenida cuando no hay justicia.
La programación completa de la muestra se puede ver en manzanadelasluces.cultura.gob.ar
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