Pablo Conde, programador desde hace más de una década del Festival de Cine de Mar del Plata y especialista en el género fantástico, colaboró este año en la curaduría de la segunda edición del Festival Blood Window, cuyo eje principal es el cine de terror y se desarrolla en Pinamar hasta este domingo.
Blood Window Pinamar se realiza desde el año pasado durante el fin de semana largo de Semana Santa, presentando una programación compuesta por lo último de la producción local en materia de cine fantástico y de terror, más algunos de los títulos recientes más destacados en el mismo panorama a nivel global (Ver Nota de presentación). El festival, dirigido artísticamente por Javier Fernández Cuarto, este año cuenta con la asesoría de Pablo Conde en la programación. Conde forma parte del equipo de programadores del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata desde hace más de una década, donde se ocupa de pensar y definir, entre otros espacios, el contenido de la sección Hora Cero, que todas las medianoches ofrece una estimulante muestra con lo mejor del cine de género y películas de todo el mundo. Un verdadero especialista en la materia.
“El público del terror o el fantástico en general suele ser extremadamente apasionado, completista, hasta enciclopédico”, sostiene Conde tratando de explicar el nivel de fanatismo que alimentan los seguidores de este tipo de cine, uno de los géneros más populares en todo el mundo. “En un momento en que lo específico está a la orden del día, en épocas en que la curaduría de visionado está más que nunca en manos del espectador , un festival como Blood Window es un paso adelante en esa dirección”, agrega en busca de destacar el valor de un festival de esta clase.
-Teniendo en cuenta esta facilidad para acceder a los contenidos a partir de plataformas digitales e incluso de la piratería, ¿cuáles son los elementos que tenés en cuenta para programar un festival temático como Blood Window?
-Personalmente creo que programar cualquier festival o ciclo implica una conjunción de factores: entender cuál es la idea de programación principal; buscar desafiar esos ejes –ampliarlos, incluso corromperlos- y desde allí proponer una amplia variedad de búsquedas, tratando de que la selección dialogue hacia adentro, entre sí. No se trata de elegir una da vampiros, una de zombis y una de posesiones, sino de elegir películas que renieguen de los lugares comunes o que los utilicen como punto de partida para otra cosa. Por supuesto, todo esto tratando de conocer el potencial público y trabajando para él.
-¿Pero qué es lo que distingue a una buena película de terror de una mala? Porque está claro que no es solo su capacidad de asustar lo hace que una película de terror sea buena.
-Así como el Índice Susto no funciona como medición de lo buena que sea una película, no creo que haya nada puntual o específico que pueda ayudar a distinguir el buen terror del malo, salvo el espíritu con el que fue hecha. Son raras las veces en que el buen cine de género es sólo hecho desde un lugar meramente comercial (el de buscar facturar con un producto prolijo y eficaz). En general las buenas películas, las que hacen diferencia, están hechas por gente que ama el género, lo entiende y busca sumar sus obsesiones e inquietudes. Hasta sublimaciones, por qué no. Todos nos asustamos por distintas cosas. El buen cine de terror no busca sólo asustar, sino impregnarse en el espectador, seguirlo cuando termina el visionado, acechar, agazapado, desde las pesadillas. Y más…
-¿Pero cómo se explica que en la Argentina se estrenen en general las peores películas, cuando existen títulos realmente valiosos que nunca llegan, salvo a las funciones de trasnoche de Mar del Plata y Bafici?
-Todo está muy raro en estos días. A nivel producción, los dramas y comedias que se producían unos veinte o treinta años atrás hoy no rinden en la taquilla. Hoy nadie produciría Los enredos de Wanda, (Charles Crichton y John Cleese, 1988) por ejemplo. Por ende, mientras los grandes estudios apuntan a los megablockbusters de superhéroes y galaxias, las compañías más pequeñas apuestan a lo seguro: el público joven, que desde los ´50 o ´60 es quien alimenta al género, cada vez con mayor apoyo. Por supuesto, la cantidad de propuestas atenta directamente contra la calidad, aun habiendo honrosas excepciones. Esto es un problema, porque refuerza al viejo estigma que tiene el cine de género, visto como algo menor por el espectador medio y, sobre todo, por cierta cinefilia.
-¿Y qué rol juegan en la divulgación de estás buenas películas los festivales mencionados y Blood Window?
-La tarea de los festivales es demostrar que hay mucho y muy bueno para ver, desde autores profundamente dedicados a películas que amplían horizontes a la par del mejor cine de vanguardia. En lo personal, resulta conmovedor ver las funciones de la medianoche en el Festival de Cine de Mar del Plata, donde se ve público específico que sólo asiste a esas proyecciones, buscando ser sorprendido, desafiado y sanamente asustado. Creo que ese público en constante crecimiento es el que está ávido de propuestas como la de Blood Window Pinamar.
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