El pianista belga Ivo de Greef y el argentino residente en Bélgica Ariel Eberstein, integrantes del grupo Sónico, cuentan la historia de este descubrimiento y explican cómo trajeron al presente estas obras que no se conocían y las plasmaron en un disco recién publicado.
El material en cuestión era un pequeño disco simple (EP por su denominación en inglés) de 7 pulgadas, considerado por su dueño como “una de las rarezas de la música argentina”. Se trataba de la única copia existente (por lo menos la única que se conoce) de las «Cuatro Danzas Argentinas Seriales Dodecafónicas para piano solo»,compuestas por Eduardo Rovira, interpretadas al piano por Osvaldo Manzi y editada por el sello Microfón supuestamente en 1967 o 1968.
Eduardo Padula, presidente del “Círculo del Buen Tango” y productor del disco original, aseveraba que “la obra de por sí, constituye el primer intento en el mundo de aplicar la técnica serial dodecafónica creada por Arnold Schönberg a danzas populares”.
Este hallazgo no pasó inadvertido para Ariel Eberstein, contrabajista argentino radicado en Bélgica y creador de Sónico, la agrupación con la que investiga e interpreta la obra del lamentablemente poco reconocido bandoneonista y compositor vanguardista del tango. Impulsado por el encuentro de esta grabación, Eberstein le propuso a Ivo de Greef, el pianista del ensamble, emprender la aventura de hacer la transcripción de las partituras de las cuatro danzas y realizar la grabación del EP que acaba de ser publicado en Bélgica en una edición especial de 100 ejemplares.
En diálogo con “Tiempo”, De Greef y Eberstein dan detalles de este llamativo trabajo.
-¿Qué es lo que te decidió a encarar este proyecto de “arqueología musical”?
De Greef: – Cuando Ariel me hizo conocer esta obra me di cuenta de que aunaba mis dos pasiones: la de mi gusto por la música popular, en este caso vinculada al folklore argentino, y la de la música contemporánea. Si bien no es la primera vez que se utilizan elementos de lo popular en la música argentina como inspiración para componer una obra académica, Rovira va un paso más allá y crea en este caso una suite en cuatro secciones (“Zamba”, “Bailecito”, “Chacarera” y “Gato”) en el estilo con el que Johann Sebastian Bach compuso colecciones de danzas, las que también podemos encontrar en sus suites para cello y para violín. El ejemplo más llamativo es el “Gato”, la cuarta danza de esta obra, que es una composición ligera y bailable que me recuerda a ciertas danzas irlandesas.
-¿De qué manera te vinculaste al tango proviniendo de una formación pianística académica?
De Greef: -Antes de investigar y de tocar tango, incursioné y experimenté con la música contemporánea. Siempre me interesó la música moderna creada en el siglo XX. Realicé infinidad de conciertos, sobre todo en Inglaterra, debido a que yo llevé adelante estudios y especializaciones en el Conservatorio de Birmingham. Formé parte de una agrupación dedicada a este tipo de música llamada Noszferatu con la que realizamos varios conciertos para la BBC. A fines de los noventa comencé a profundizar mis estudios sobre el tango en el Conservatorio Edgar Varèse de París con Juan José Mosalini, pero especialmente en el Conservatorio de Róterdam con Gustavo Beytelmann quien, a mi modo de ver, es uno de los creadores más vanguardistas del género. En 2019, cuando ingresé a Sónico, no conocía mucho de la obra de Eduardo Rovira, pero a medida que me involucré más con su música, descubrí a un compositor de gran creatividad y audacia.
– ¿Considerás que estas cuatro danzas son una especie de isla en la producción musical de Rovira?
De Greef: -Sí, es verdad, pero con Sónico no nos dedicamos a interpretar solamente la música más conocida de Rovira, sino que siempre estamos investigando y a la búsqueda de nuevos materiales. Ha llegado a nuestro conocimiento que existe una obra integrada por seis preludios dodecafónicos para bandoneón solo y una o dos obras folklóricas con estas mismas características, aunque todavía no tenemos acceso a ese material. Y tengo entendido que también compuso un par de sonatas para piano y violín que, según parece, están registradas en SADAIC.
Eberstein: –Dentro de sus obras conocidas debemos sumar el “Serial Dodecafónico” que está compuesto para ensamble y que registramos con Sónico en nuestro tercer disco, «The Edge of Tango». Y sabemos que en el último período de su vida, compuso una serie de obras seriales para guitarra solista.
De Greef: -Creo que es fundamental mencionar a Osvaldo Manzi, el pianista que grabó originalmente las «Cuatro Danzas… . Él es una figura fundamental de esa época, ya que fue integrante del Octeto de Rovira, del Quinteto de Ástor Piazzolla e integró un trío con Rovira y Kicho Díaz en contrabajo del cual lamentablemente no existe ningún registro sonoro. En nuestro disco “Inédito” grabamos “Simple”, un tema compuesto por él que lo interpretamos en formación de trío. También Manzi es un vanguardista, aunque su obra no es tan conocida. Las Cuatro Danzas… fueron compuestas y pensadas para él, lo cual habla de su gran calidad como pianista. También cumplió una gran labor en la orquesta de Aníbal Troilo y era el reemplazante de Osvaldo Pugliese cuando a él lo metían preso. Lamentablemente falleció muy joven y no tuvo el reconocimiento que se merecía.
Desde 1906 Arnold Schönberg (Viena, 1874-Los Ángeles, 1951) inicia la transición hacia una ruptura con las estructuras tonales, entrando de lleno en esa ruptura a partir de 1909 con obras de ese año como “Tres Piezas Para Piano”, “Erwartung, Op. 17” o “Die glückliche Hand, Op. 18”, todas ellas ya consideradas claramente atonales. Pero Schönberg fue más allá y al utilizar indistintamente y sin jerarquías los doce sonidos de la escala cromática y ordenándolos mediante una serie, hace que a la música dodecafónica se la denomine también como música serial o serialismo.
La escala diatónica formada por las siete notas (do, re, mi, fa, sol, la, si) es una escala tonal en tanto que la escala cromática está formada por doce semitonos y posee notas extrañas a la tonalidad.
Alban Berg (Viena, 1885-Viena 1935) y Anton Webern (Viena, 1883-Mittersill, 1945), discípulos de Schönberg entre 1904 y 1910, formaron con éste la llamada NuevaEscuela de Viena, y exploraron las posibilidades que ofrecía el dodecafonismo. Esta escuela europea no se vio reflejada en la música de los Estados Unidos de esa época.
En 1934 el argentino Juan Carlos Paz compuso su primera obra dodecafónica y, llamativamente, fue el pionero en introducir el dodecafonismo en toda América tras una etapa influida por el neoclasisismo de Igor Stravinsky (Oranienbaum, 1882-Nueva York, 1971), en la que formó parte del Grupo Renovación. Para Paz el dodecafonismo fue un medio de encauzar su propio lenguaje atonal y lo hizo a través de la agrupación Nueva Música.
En el jazz, pianistas actuales como Ethan Iverson o Richie Beirach, y en su momento Bill Evans (con su tema “T.T.T. –Twelve Tone Tune–”) y el saxofonista John Coltrane, entre otros, utilizaron elementos de la música postonal surgidos de la música académica contemporánea.
El dodecafonismo en Argentina
-¿Tuvo aceptación en la Argentina la música dodecafónica en los 40 y los 50 en Argentina?
De Greef: -Sí. Mientras en esa misma época en los Estados Unidos se inició una contrarreacción a este estilo con compositores experimentales como John Cage, y que continuó en los sesenta con Lamonte Young, Philip Glass o Steve Reich. Llamativamente este tipo de música siguió teniendo una gran vigencia en esa época en Argentina. Por este motivo es que la música de Rovira encontró un ambiente propicio para evolucionar en el contexto cultural que imperaba en nuestro país.
Eberstein: -En un trabajo de Leandro Quinteros, que hizo una tesis sobre el Serial dodecafónico de Rovira, afirma que precisamente Paz introdujo el dodecafonismo en nuestro país treinta años antes de que Rovira hiciera estos experimentos con este estilo asociado al tango.
De Greef: -Me parece que estas obras son verdaderas joyas porque, por lo que se, en Argentina, sobre todo en los 40 y en los 50, siempre hubo una visión eurocentrista en la que se notaba la influencia de figuras como Bartók, Stravinsky y Schönberg. Rovira recibió este tipo de información por intermedio del violinista Pedro Aguilar, que fue su profesor por más de cuarenta años, además de lo que podía rescatar de los discos. Lo interesante es que en estas danzas logra dos cosas importantes: por un lado lo técnico y cerebral del dodecafonismo, y por otro lado, la cuestión emocional que proviene de la música popular, que en este caso está representada por el folklore. Él consigue un balance perfecto entre estas dos cuestiones, del mismo modo que lo hizo con el Serial Dodecafónico, en este caso encuadrado en el tango. Para Rovira, que evidentemente era un creador de avanzada en el tango, el dodecafonismo representó su búsqueda estilística más extrema.
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