“Si La Paz desaparece de la faz de la Tierra, los cuentos de Adolfo Cárdenas serán utilizados para reconstruirla y para escuchar de nuevo las voces de sus personajes”. Cuánta razón guardan estas líneas del periodista vaco-boliviano Ricardo Bajo. En sus relatos, el narrador paceño logró retratar de forma brillante el habla, que es parecida al alma, de la ciudad colgada del Altiplano a casi 4000 metros sobre el nivel del mar.
La literatura boliviana está de luto. Este domingo 26 de febrero murió Adolfo Cárdenas Franco a los 73 años, en su natal La Paz, esa hoyada a presión andina que lo apasionaba. Prolífico cuentista y ejemplar novelista. Autor de los libros de cuentos Fastos Marginales, Chojcho con audio de rock, El octavo sello, Doce monedas para el barquero y Tres biografías para el olvido. También de la novela Periférica Blvd., clásico de clásicos de las letras altiplánicas. Consejo: si van o vienen a La Paz, no dejen de leerlo. Periférica es un libro que invita a recorrer el centro y los márgenes de la apunada urbe con banda de sonido heavy andina.
Conocí la obra de Cárdenas a principios de los 2000. Años de andanzas y desandanzas por las rutas bolivianas y de más allá. Con una pandilla salvaje de amigos traficábamos ladrillos de libros entre La Paz y Buenos Aires. Seguro eran más rentables los ladrillos de cocaína. Nunca fuimos buenos para los negocios. Viscarra, Sáenz, Quino y por supuesto los cuentos de Cárdenas entraban en nuestras mochilas de dealers literarios.
La marca indeleble de leer a Cárdenas
Cuando viví en La Paz en 2007, pude zambullirme en su obra completa de cabeza. Leer los cuentos de Cárdenas es como escuchar las voces mañaneras en el céntrico Mercado Lanza y las juergas en algún boliche de la hoyada o El Alto. Maestro de escritores, sus alumnos de la Universidad Mayor de San Andrés lo tenían en un altar. Con pasión me hablaron de su obra, entre birra y birra, Crispín Portugal y el Beto Cáceres, motores de la editorial Yerba Mala Cartonera.
También los narradores Willy Camacho, Manuel Vargas, Rodrigo Urquiola y mi amiga Erika Bruzonik. En la casa de Erika pude conocer a Adolfo en un almuerzo alimentado por el mejor pastel de papa que comí en mi vida. ¡Bolivia es el paraíso de las papas, papines…! Charlamos largo, tomamos unos vinos, fumamos unos puchos y me regaló dos cuentos para que los incluyera en Alta en el cielo, una antología que estaba armando sobre literatura boliviana. Dos gemas: “Hard Video” y “Metralogía I”, donde se mete con los milicos que masacraron mil y una veces al pueblo andino.
“Barroco andino”. Ese es el estilo con el que suele etiquetarse la obra de Cárdenas, el mayor cuentista boliviano de los últimos 40 años. Periférica Blvd es su libro capital. Publicado en 2005, tiene su semilla en un cuento del año 1992, versión maxi en la novela. “Ópera rock-ocó” lleva como subtítulo. Una obra que retrata costumbres –no confundir con costumbrismos- urbanos y conurbanos; de abigarrado ejercicio estilístico, alto humor y profusa parodia.
“Adolfo no buscaba presentar un discurso o tratado social. Más bien cumplía con su deber de escritor al presentarnos una La Paz posible, pero una que era tan verosímil que se disimula con la verdadera”, explicó en estas horas tristes Willy Camacho, su editor en 3600, la casa editorial que publicó toda la obra del paceño.
La última vez que vi a Adolfo fue en una feria del libro en el Altiplano. Firmaba ejemplares con los puños del pulóver arremangados. Dejaba ver una calavera tumbera que tenía tatuada en uno de sus brazos. En el aire flotaba literatura y un audio de rock pesado.