Dirigida por Ollantay Rojas, la agrupación Noestango experimenta nuevas formas de indagación en la obra del compositor a través del movimiento. Con música interpretada en vivo por el Quinteto Revolucionario, se presenta hoy, 16 de agosto y en fechas sucesivas, en el Galpón de Guevara.
La experimentación es el eje que mueve a esta agrupación que encuentra en el movimiento de los cuerpos una forma distinta de encarar la música de Piazzolla. Los coreógrafos de Noestango, además del propio Rojas, son Lisandro Eberle y Milagros Rolandelli.
El director del grupo dialogó con Tiempo acerca de su particular visión de la danza aplicada, en esta oportunidad, a la obra del inolvidable compositor y bandoneonista marplatense.
-Dentro de una tradición tan arraigada como la vinculada a la danza del tango, ¿qué es lo que diferencia la búsqueda de Noestango?
-El hecho mismo de que haya una búsqueda ya es un elemento distintivo. Los formatos tradicionales se construyen a partir de fórmulas ya probadas, en cambio, encarar un proceso de investigación implica un trabajo de introspección respecto de la práctica habitual para probar nuevas herramientas que inevitablemente nos llevan a nuevos lugares. Cuestionamientos acerca de los roles y la pareja son un disparador que nos permitió generar nuevas posibilidades en la danza. Además, un formidable quinteto musical que toca sin partituras hizo posible incorporar el cuerpo de los músicos a la escena.
-¿Cómo convive la tradición con la experimentación que la agrupación propone y cuál es el punto de equilibrio en el que ambas se encuentran en sus búsquedas estéticas?
-De alguna manera la tradición y el imaginario forjado con los años nos sirven de marco de referencia, de frontón con el cual dialogar, discutir e intercambiar. Sin ese legado estaríamos perdidos, podemos experimentar a partir de elementos ya constituidos y reconocibles. Desde el momento en que nos propusimos trabajar con cinco bailarines para una danza que se espera que sea de pareja establecimos una tensión muy rica que nos presionaba a crear. O sea que el equilibrio radica en poner en juego elementos que el espectador considera como tango y elementos que no lo son.
-¿Qué elementos encuentran en la música de Piazzolla para abordarla desde la danza?
-Si nos remitimos a él como artista creador nos interpela la gran discusión que surgió alrededor de su música acerca que si era o no era tango. Luego de 40 años del tango como una expresión bailada escénicamente nos parece inevitable asumir ciertos riesgos a la hora de crear. Por otra parte, en cuanto a lo estrictamente musical, su obra tiene infinitos matices y una gran potencia que permite ser utilizada con mucha libertad, y más allá de la danza, ya que puede, por ejemplo, sonorizar una ambientación o incluso arrojar los cuerpos a un pogo. Nos pareció muy interesante en este sentido la propuesta del Quinteto Revolucionario, especialista en Piazzolla, cuyos integrantes se acercaron a nosotros para ampliar su oferta musical a una propuesta escénica.
-¿Hay otros compositores contemporáneos a Piazzolla que piensan que pueden ofrecerles elementos como para abordarlos desde la danza?
-Sí, nos interesa la obra de Eduardo Rovira, también abordado por la danza aunque no tanto. Sin embargo, si no trabajáramos con la música de Piazzolla, posiblemente estaríamos buscando proyectos entre compositores contemporáneos.
-¿Quiénes creen que representan nuevas tendencias en la música ciudadana y pueden ser considerados en cierta forma como herederos de la visión estética de Piazzolla?
-Primeramente nos gustaría aclarar que hoy en día es el trap la música ciudadana, y es la música de cualquier mega ciudad del mundo. Sin embargo, aún nos permitimos tomar la denominación de “música de Buenos Aires” como sinónimo de tango, al menos de forma simbólica. En este sentido, creemos que llevó mucho tiempo desprenderse del legado de Ástor, de sus estructuras y sistemas compositivos. Por eso se sostuvo mucho tiempo que Piazzolla no generó escuela, sino imitadores. Hoy en día tenemos mucha afinidad con la nueva camada de compositores como Diego Schissi, Juan Pablo Navarro o Ramiro Gallo, entre otros.
-¿Creen que el exceso de las puestas “for export” en los espectáculos de tango no permiten o inhiben el trabajo de experimentación de nuevas formas de encarar la danza?
-Coincidimos en que la maquinaria de la industria cultural invisibiliza las nuevas propuestas. La estandarización, como sucede en cualquier industria, ha hecho perder interés en el tango. Ya no forma parte de la programación de festivales de arte y teatro como hace 40 años. El ámbito oficial tampoco ayuda, ya que sólo propone homenajes a glorias pasadas o un reflejo de lo “consagrado” en el ámbito comercial. Por lo tanto nos queda el camino de la producción independiente que para nosotros es un gran desafío.
-Entre las premisas de trabajo de Noestango figura el hecho de retrotraerse en su experimentación a los inicios de la internacionalización del tango. Esta situación ¿es una excusa para ir a las raíces, resignificarlas en el presente y proyectarlas hacia el futuro?
-Tomamos como disparador revisitar aquellas primeras experiencias que en su momento fueron novedosas y asumieron un gran riesgo artístico porque se arrojaron hacia un lenguaje de movimiento que no existía en ese entonces. Pero nos preguntamos qué pasó en todo este tiempo para que los espectáculos de hoy no tengan autoría y repitan clichés ya gastados, para que las narrativas estereotipadas ya no hagan vibrar a los espectadores de una sociedad que cambió. Creemos que la clave está en trabajar con ese gran legado, con ese patrimonio tan rico que tenemos, pero de manera que pueda revertirse y resignificarse para proyectarlo de acuerdo a las demandas de la sociedad contemporánea. La internacionalización del patrimonio ha hecho que Buenos Aires pierda el liderazgo, hay tango y muy bueno en todo el mundo. Por lo tanto el camino es apostar a la innovación para hacer la diferencia, para ser el faro de los próximos 100 años.
Funciones: 16, 23, 30 de agosto y 6 de septiembre, a las 20.
En Galpón de Guevara, Guevara 326, Chacarita. CABA.
Bailarines: David Alejandro Palo, Marcela Vespasiano, Nicolás Minoliti, Lisandro Eberle, Milagros Rolandelli.
Coreografía: Lisandro Eberle, Ollantay Rojas y Milagros Rolandelli
Músicos: Quinteto Revolucionario (Cristian Zárate, piano; Esteban Falabella, guitarra; Lautaro Greco, bandoneón; Manuel Quiroga, violín; Sergio Rivas, contrabajo).
Dirección: Ollantay Rojas.
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