Cecilia Bernasconi lleva publicados tres discos: Fulgor (2013), Puentes en el mar (2018) y Tregua (2021), en tanto que Javier Albín editó Las mañanas, el sol, nuestra casa (2010) y se encuentra elaborando su segundo trabajo discográfico. Juntos además integran un dúo, con el que se presentarán este viernes en el Espacio Cultural Doblar el Viento.
En esta oportunidad, y para despedir el año, contarán con la participación del pianista paranaense Sebastián Macchi como invitado, para “interpretar canciones propias, prestadas, del Río de la Plata, de nuestro país y de toda Latinoamérica, enlazando lenguajes y sonidos”, como afirman en la invitación al concierto. Tiempo dialogó con Bernasconi acerca de la actualidad del proyecto.
– ¿Cómo comenzó el proyecto que empezaste a desarrollar con Albin?
– Empezamos a actuar como dúo hace poco más de dos meses. Él ya había participado en mi segundo disco, Puentes en el mar. Y con la actuación de hoy cerramos el año con muchas ganas de seguir proyectando cosas para 2023. Tenemos ganas de seguir dándole continuidad al proyecto, con canciones propias y de artistas como Violeta Parra, Spinetta, Leo Masliah, tonadas venezolanas o canciones mejicanas. Pero también queremos ir desarrollando un repertorio propio y, si es posible, grabar el material y seguir actuando. Mi trabajo con Javier lo encaré porque necesitaba armar un proyecto que fuera más horizontal. Durante diez años actué con una banda que llevaba mi nombre, con músicos increíbles que siempre estuvieron dispuestos y compenetrados con las ideas que proponían mis composiciones. Pero no dejaba de ser mi proyecto. En cambio, ahora siento que en esta nueva etapa compartimos muchas ideas, componemos juntos y logramos una complementación que nos hace sentir cómodos a los dos y permite que la música fluya de manera natural. Encontramos una dinámica que nos enriquece a ambos.
– En esta oportunidad tendrán como invitado al pianista y compositor Sebastián Macchi. ¿De qué manera se llevará a cabo este encuentro?
– A Sebastián lo conozco desde hace mucho tiempo. Es amigo de Javier y fue pianista de Silvia Iriondo. Había escuchado su último y maravilloso disco, Melodía baldía, que grabó para Shagrada Medra, el sello de Carlos Aguirre, y lo tenía en mente para que hiciéramos algo juntos en algún momento. Javier también publicó en este sello su disco Las mañanas, el sol, nuestra casa. Así que hoy haremos una juntada en la que cada uno tendrá su espacio, haremos cosas entre los tres y, seguramente, si confluyen los planetas, podremos seguir proyectando un camino en común en el futuro.
– Creo que en tu último disco, Tregua, empieza una búsqueda de un sonido más íntimo. ¿Esto es así?
– Sí. Lo siento asociado a mi búsqueda como cantante. Me empecé a dar cuenta de que necesitaba desarrollar mi canto desde un lugar en el que no tuviera que necesitar la apoyatura de un formato de banda con bajo y batería. De a poco fui buscando un sonido más íntimo. Y no necesariamente acústico, ya que Javier también utiliza sonidos de sintetizadores, electrónicos y sampleados, pero muy sutiles y cuidados. Casi la mitad de las canciones de Tregua las compuse durante la pandemia y otras ya las venía trabajando de antes. Pero yo siempre compuse desde la intimidad, solo con mi guitarra y mi voz. Y después encaré el trabajo de ver qué tipo de marco sonoro se adaptaba a cada canción. Hace más de diez años que cumplo el rol de cantautora. Y creo que es necesario comprender por qué lado tiene que ir uno. Es una decisión que, en mi caso, me llevó a este formato en el que me siento cómoda y del cual creo que es un mundo que me permite explorar nuevas opciones como compositora y como cantante. Cada período que encaramos deja una huella de aprendizaje. Y lo bueno es seguir transitando ese aprendizaje.
– Este año también cumpliste un rol actoral en la cantata de Rolando de Marco, La tierra de los nombres. ¿Cómo influyó tu participación en este proyecto en tu papel como cantante?
– Me dejó un aprendizaje enorme haber participado de esa cantata. Me permitió abordar la canción desde un lugar diferente al tener que involucrarme con la actuación. Además, la continuidad de las funciones y el hecho de tener que cantar una y otra vez las canciones de la obra y, a la vez, actuarlas, hace que en cada oportunidad se descubran nuevos detalles, matices y maneras de encararlas. Y al volver a interpretar mis canciones y el repertorio latinoamericano que suelo abordar, me doy cuenta de que lo hago con otra visión. Por ejemplo, con Javier estamos haciendo Maldigo del alto cielo de Violeta Parra, que necesita un compromiso interpretativo enorme, y hay que poner mucho el cuerpo porque la potencia de su letra es como una gran puteada, pero con el vuelo poético que tiene Violeta. Y no se la puede cantar de manera indiferente sin involucrarse con todo lo que dice la canción porque cada frase, cada sílaba, tiene una potencia que es arrasadora.
– ¿Te considerás más cantautora que cantante o compositora?
– La palabra cantautora es un término que engloba el hecho de que una canta, toca un instrumento y compone. Cada uno de estos elementos es importante en sí mismo. En mi caso mi labor hace que busque fortalecer cada uno de esos elementos. Por eso es que haber formado parte de una banda, cantar con un ensamble de cuerdas, ahora en dúo con un pianista o sola con mi guitarra, forma parte de esta búsqueda que, espero, que se siga alimentando en mí.
Javier Albin / Cecilia Bernasconi Dúo + Sebastián Macchi
Viernes 16/12 a las 21 en Espacio Cultural Doblar el Viento
Montevideo 236, CABA. Entradas en venta en el lugar