“Eurípides fue un dramaturgo del siglo V a.C que reinventó la tragedia griega, poniéndola en un camino que conduce directamente a los reality shows. Sus obras rompieron todas las reglas, derrocaron las convenciones e indignaron a los críticos conservadores», dice la poeta canadiense Anne Carson (1950), ganadora del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2020 y una de las mayores escritoras contemporáneas en lengua inglesa dedicada a la poesía, la narrativa y el ensayo. La escritora argentina María Negroni, gran conocedora de la obra de Carson, afirma que ella “coloniza” de poesía todos los géneros.
En todos sus libros hay una frase que advierte: “Anne Carson nació en Canadá y enseña griego antiguo para vivir.”
Bakkhai no es la excepción. Se trata de una traducción creativa que realiza Carson de Las Bacantes de Eurípides que, publicada por La Pollera, por primera vez aparece en una impecable edición bilingüe inglés-español realizada por la traductora chilena Bernardita Bolumburu.
Según observa Negroni, Carson trae continuamente el pasado griego al presente. Por su parte, Harold Bloom afirmó que Carson es a la vez clásica y vanguardista “como ningún otro escritor vivo”.
Bakkhai es un ejemplo de este continuo movimiento pendular entre el pasado clásico y el presente.
En diálogo con Tiempo Argentino, Bolumburu se refiere al desafío de traducir esta obra de Carson y de las dificultades con que se enfrentó en el transcurso de su traducción.
-Toda traducción es un desafío. ¿Qué desafío específico le planteó la traducción al español de Bakkhai de Anne Carson que, a la vez, es también una suerte de traducción muy libre de la obra de Eurípides?
-La traducción de Carson es libre hasta cierto punto y muy literal a la vez. Yo siempre fui cotejando las dos obras, enfrentándolas. La libertad que se permitió fue intensificar lo poético desde lo dramático, sobre todo en el coro de las Bacantes, en donde se refuerza la poesía e incluso se juega con la disposición de las palabras a través de caligramas, jugando con la sintaxis y la puntuación. Eso se puede ver también en su prólogo, el cual se puede leer perfectamente como un poema, que comprende toda una unidad como una especie de arte poética de la vida y la literatura, y que al mismo tiempo es fragmentado en su lectura.
-Suele decirse que la traducción es también reescritura. La literalidad es prácticamente imposible. ¿Qué grado de libertad se permitió usted en la traducción?
-No tomé tantas libertades en la traducción, salvo en los casos en donde la traducción literal perdía su fuerza y sentido poético, o bien en donde la sintaxis del inglés y la sintaxis que desarrolla Carson podían confundir el sentido del texto.
–Que la edición sea bilingüe creo que deja expuesto el trabajo de traducción. ¿Cuál fue su premisa para esta traducción en particular?
-Siempre pensé en una edición bilingüe, incluso antes de tener una editorial para publicarla. Es un desafío mayor, pero enriquece enormemente la lectura y así deberían ser las traducciones. Una traducción nunca termina, si la leyera de nuevo tal vez cambiaría cosas, es como el proceso de la edición y de la escritura misma. Pero precisamente por ser una versión muy especial y atípica de la tragedia, es necesario enfrentar los dos lenguajes. Y también porque hubo términos que no se tradujeron como lo expliqué en una nota al comienzo del libro, y de esta forma, al ser bilingüe, el lector no se pierde del placer de leer el texto de Carson. Es tener dos libros en uno. Sería maravilloso una edición trilingüe; de griego, inglés y español. Como la Poética de Aristóteles de Valentín García Yebra de Gredos, que está en griego, latín y español.
-¿Con qué dificultades o problemas, si es que los hubo, se encontró a lo largo de su trabajo?
-Varias. Siempre hay cosas que no tienen una equivalencia literal y que hay que resolver de otra forma. Por un lado, lograr esa abstracción de imágenes tan condensadas que retrata y describe la autora no fue fácil. Su poética es precisa y elegante y eso es difícil. Por otro lado, ciertas decisiones que había que tomar, por ejemplo, que Carson mantiene el griego tanto en el título como en los personajes y en ciertos términos como Bakkhic (báquico), que en el caso del inglés se mantiene igual, pero en el español se conjuga, por lo tanto, era problemático para la continuidad de la lectura. Al final con el editor decidimos mantener sólo el título en griego ya que con la edición bilingüe se puede apreciar el texto en su versión original.
También cosas que inevitablemente se pierden en las traducciones. Un ejemplo fue el caso del sentido dual de la palabra ‘thunderstruck’, que quiere decir asombrado, impactado, atónito; pero que en la obra la autora la utiliza para referirse a Sémele, quien efectivamente en el relato mitológico había sido impactada por el trueno de Zeus. Es muy lindo e intraducible literalmente.
-¿Ya había traducido a Anne Carson?
-Esta fue la primera obra de Carson que traduje y ahora finalicé Antigo Nick, que se publicará el próximo año. Ella me envió por correo algunos libros, entre los que estaban Bakkhai y Antigo Nick, que yo hasta entonces no había leído, y ahí comencé mi trabajo de traducción.
-¿Cotejó también traducciones de la obra original de Eurípides?
-Por supuesto, permanentemente. Leí varias, pero principalmente cotejé la de Gredos y la de Cátedra que son las ediciones críticas que tienen traducciones clásicas de los griegos, pero que en muchos casos resultan un poco lejanas para el lector actual, pues incorporan términos muy españoles, a veces en desuso, a veces incluso con arcaísmos.
Pero de todas formas fue muy fructífero consultar otras versiones precisamente porque me ayudó a ver, a comparar y a tomar decisiones.
-¿Qué cree importante remarcar del libro que tradujo y de su trabajo sobre él?
-Yo llegué a este libro no desde la traducción sino desde mi interés por la literatura grecolatina y su actualización, especialmente de las tragedias. Y una de mis principales motivaciones al traducir Bakkhai fue modernizar el lenguaje respecto del que estamos acostumbrados a leer en las traducciones españolas de los clásicos griegos. Al pasar del griego al inglés -que es un idioma muy condensado y de mucha abstracción- y luego al español de Latinoamérica, resultó un proceso de transformación y modernización, y por lo tanto, de una lectura más cercana.