¿Quién fue Alberto Haylli? El libro editado por Ampersand es una forma de respuesta. Las fotos seleccionadas por la escritora Sylvia Iparraguirre, también juninense como Haylli, editora general del volumen, prologuista y curadora del material que incluye en él hablan por sí mismas. Era un fotógrafo extraordinario y un personaje omnipresente en la vida de la ciudad.
“El ‘gordo Haylli’, como le decía todo el mundo, -le cuenta Iparraguirre a Tiempo Argentino– era un personaje muy familiar en todos los eventos de Junín. No solo estaba en festejos, carnavales, bailes y entierros sino que, además, era reportero gráfico del diario La Verdad y también sacó fotos para la Policía de Junin. Estaba en todas partes, en Laguna de Gómez que era un lugar muy popular de desahogo de la ciudad en verano, en los picnics de la primavera de las escuelas primarias y secundarias. Era un fotógrafo callejero de alma. Le gustaba la calle porque le gustaba la gente. Le encantaba experimentar con la luz. Para mí y para cualquier otro juninense, Haylli estuvo siempre, no de una manera personal, pero si asistías a la escuela, a una fiesta de 15 o a un casamiento, luego ibas a ver las fotos expuestas en la vidriera de su estudio. Y cuando teníamos 13 o 14 y no nos permitían ir a bailar y desobedecíamos, luego íbamos a ver si aparecíamos en las fotos por temor a que se enteraran nuestros padres.”
Y agrega: “La foto que mi madre le regaló a mi padre cuando estaban de novios es una fotografía preciosa que ella se tomó en su estudio, la de su casamiento también es de él. Las fotos que tenían mis tíos de Eusebio Marcilla, un corredor de Turismo Carretera idolatrado en Junín, eran de Aylli. Tenía un gran oficio, estaba en todos los acontecimientos de la vida de la ciudad. Le sacaba fotos a la gente en la calle, a la salida de misa, en los portales, en las plazas, en los campos de fútbol. Les ha sacado fotos a mis sobrinos desde la más tierna infancia.Era un personaje muy particular, pero no pintoresco.”
Su hija, Herminia Haylli, amiga íntima de Iparraguirre y cuñada de su hermana, opina en un segundo prólogo que su padre fue un adelantado. “(…) en broma decimos –cuenta- que su estudio fue en Junín un antecedente de Facebook: todo el mundo pasaba por esa vidriera o a enterarse de quién había estado dónde. También de la selfie, el autorretrato: cada vez que compraba una cámara la probaba frente al espejo.”
Por su parte, Daniel Merle fotógrafo, editor y fundador del Nano Festival, señala en el libro, que “manejaba con la misma ductilidad una cámara de formato grande, medio o pequeño” y que “tenía una gran vocación por lo instantáneo, las snapshots o `foto cándida` como se le decía en esa época. Este saber, o más bien esta práctica no era del todo necesaria para su trabajo de sociales y retratos; tal vez sí para su trabajo como reportero gráfico. Aun así, es sorprendente lo novedosos que resultaban sus originales encuadres y su falta de acatamiento a las convenciones estéticas de la época.” Subraya, además, que sorprende el uso de la luz ambiente o “disponible” en la mayoría de las fotos seleccionadas en el libro. A su trabajo fotográfico se suman sus filmaciones, ya que trabajó para Sucesos Argentinos, el “más emblemático informativo fílmico de la historia argentina del siglo XX” por lo que comenzó a viajar a Buenos Aires una vez semana para revelar ese material en los famosos laboratorios Alex.
Otro mérito que le cabe a Haylli, es el de haber tomado las fotografías más familiares e íntimas de Eva Duarte, sobre todo antes que llegara a ser quien fue. Luego, la fotografió cuando, en viaje hacia otro punto junto a Perón, el tren paraba en Junín. “En su archivo –cuenta su hija- hay muchos registros de Eva y de Perón. Entre 1931 y 1935 Eva terminó en Junín la escuela primaria, mi mamá la recordaba muy bien ya que fueron compañeras en todos los grados. Papá fue amigo de Juan Duarte cuando era viajante del jabón Guereño. Iba mucho a comer a la casa de Juana Duarte. Asistió al casamiento de Eva y Perón. A la muerte de Eva, doña Juana lo llamaba para que fuera a conversar.”
Fue testigo de la historia de Junín y también de la Argentina. Parecía predestinado a captar con su cámara sucesos históricos. Una noche de 1970, mientras estaba cerrando la edición de La Verdad junto con sus compañeros, en la redacción recibieron la llamada de la policía que comunica que necesitan un reportero gráfico a 120 kilómetros de la ciudad de Junín, en la localidad de Timote, para fotografiar el hallazgo de un cuerpo. “Papá –cuenta Herminia- viaja con un joven periodista, Miguel Sáinz. Cuando esa madrugada llegan al lugar, no pueden creer lo que ven: el cuerpo era del general Aramburu, asesinado por el Movimiento Peronista Montonero. Allí saca varias fotos del cadáver. Nunca se supo más de esas fotos, por supuesto no salieron en el diario. La policía las requisó y en el diario no hablaron del tema ni lo nombraron. Tampoco en mi casa.”
El deseo de Haylli fue que todo su trabajo fuera legado a la ciudad de Junin, pero no pudo ser cumplido en el momento de su muerte, en 1994. La tarea de digitalizarlo y ponerlo en valor comenzó años después y aún está en proceso.
Dejó 120 horas de material fílmico sin revelar en el que hay muchas imágenes de Eva y de Perón y una incontable cantidad de fotografías que su hija reunió y guardó en una habitación. A Iparraguire le llegaron cerca de 80 mil negativos digitalizados que ya había comenzado a recuperar Christian Rémoli, quien dirigió un documental sobre la vida del fotógrafo estrenado en Canal Encuentro y se hizo cargo de las fotos familiares de Eva, algunas de las cuales se expusieron en el Museo Evita en diciembre de 2021.
“La selección de fotos para el libro fue ardua –afirma Iparraguirre-. De antemano había optado por el blanco y negro y por los trabajos de las tres primeras décadas, las del 30, 40 y 50, que me parecen las más expresivas y artesanales.
“Cuando miro la foto del guarda de tren que seleccioné para el libro –agrega-, siempre pienso que si hubiera estado expuesta en París en los años 30, Aylli hubiera pertenecido a la elite de fotógrafos de esa época, porque tenía una conexión espontánea pero, al mismo tiempo, profunda con la gente. Por eso lo llamo `cazador de gestualidades` porque incluso en las fotos multitudinarias, ninguna de las personas está movida, todos tienen la expresión exacta que se registra en ese instante. A mi juicio, también los retratos son extraordinarios, te dan la sensación de conocer a la persona retratada, como sucede con el de la planchadora. No sabemos si estaba en una búsqueda estética ni cuáles eran sus fotógrafos preferidos por los cuales se sintió influido. No dejó nada dicho ni escrito al respecto. Tampoco sé si las fotos que elegí las hubiera aprobado o no. Se pasó 60 años sacando fotos. En ellas estamos todos.”
Fotógrafo de raza, estaba convencido de que una foto le salvó la vida. Salía para Buenos Aires y pasó por el cuarto de su hija para despedirse. Ella volaba de fiebre y él decidió quedarse. Llamó al Hotel España, donde paraba, ubicado a una cuadra de la Casa Rosada para avisar que no iba y volvió al cuarto de su hija para sacarle una foto. Fue el 16 de junio de 1955, el día del bombardeo de Plaza de Mayo. Esa foto, en realidad, lo hará sobrevivir mucho más allá incluso del año de su partida. «