El músico argentino residente en Bélgica Ariel Eberstein acaba de publicar, junto a su grupo Sónico Eduardo Rovira: la otra vanguardia con temas del gran músico argentino injustamente olvidado.
Esta agrupación, integrada por Stephen Meyer en violin, Anke Steenbeke en piano, Patrick de Schuyter en guitarra, Lysandre Donoso en bandoneón y Eberstein en contrabajo, acaba de publicar su primer disco, “Eduardo Rovira: La otra vanguardia”, el que será presentado en vivo este viernes 27 en el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF), Sánchez de Bustamante 772, CABA. Luego se embarcará en una gira por distintas ciudades (La Plata, Córdoba y Rosario) que culminará con su participación en el Festival de Tango BA (Usina del Arte, 12 de agosto).
Eberstein nació en Buenos Aires en 1979 e inició sus estudios de contrabajo a los 16 años. En 2002 recibió una beca de la Fundación Antochas para estudiar en Viena, Austria, con James Rapport y Andrew Ackerman. Más tarde se trasladó a Bélgica para continuar sus estudios, además de trabajar con muchos directores de fama internacional y formó parte de las orquestas belgas más importantes como la Vlaamse Opera, la Orquesta Nacional de Bélgica y la Orquesta Filarmónica.
Eduardo Rovira nació en 1925 y falleció en 1980. Músico autodidacta, adoptó el bandoneón como su instrumento y encontró en la composición el territorio en el que pudo depositar toda su inquieta capacidad como creador. Participó de varias orquestas (entre ellas la que acompañó al cantor Alberto Castillo) y realizó arreglos para muchas otras hasta que, fines de los años cincuenta, comenzó a desplegar una faceta compositiva en la que aunaba elementos estilísticos y técnicos que, hasta ese momento, eran inusuales en el tango.
Para llevar adelante la visión personal que tenía sobre el género conformó diversas formaciones, entre las que se destacan la Agrupación Tango Moderno o el trío que integró con el guitarrista Rodolfo Alchourron y el bajista Néstor Romano.
Dan cuenta de su gran libertad creativa discos como «Tangos en su nueva dimensión» (1961), la suite para ballet “Tango Buenos Aires” (1962), “Tango vanguardia” (1963), “Tango en la Universidad (1966), “Sónico” (1968), “Que paren” (1975) y en varios discos simples y EPs.
Definido con frecuencia como “el otro Piazzolla”, la caracterización es injusta. Ambos tuvieron similares dosis de audacia y creatividad en sus obras y en la década del sesenta los dos marcaron un antes y un después en el tango. Pero los métodos compositivos de uno y otro eran muy diferentes. En todo caso sería más apropiado afirmar que las obras de ambos son complementarias e imprescindibles para la posterior evolución del género.
Pero, ¿cómo fue que llegó al tango y, en especial, a interpretar la obra de este eslabón perdido del género? “Coincidió una crisis profesional con la necesidad de encontrar otros rumbos en la música. En Bruselas tenía un amigo argentino que actuaba como cantante callejero al que empecé a acompañar en su aventura. Llegado un determinado momento, junto con otros amigos músicos (un bandoneonista y un guitarrista) decidimos encarar un trabajo más profesional”, responde Eberstein. “Entonces propuse la inclusión de algunos temas instrumentales para que el repertorio que interpretamos resultara más variado para el público. Fue en ese momento que cayó en mis manos el disco “Sónico” de Eduardo Rovira, que me abrió su universo musical. Entonces surgió el proyecto de incluir algo de su música, pero esto no prosperó mucho ya que los integrantes del grupo eran amateurs y la música de Rovira, que se caracteriza por tener un gran vuelo, necesita de un alto nivel de instrumentistas. Pero la idea quedó dando vueltas en mi cabeza durante un tiempo, durante el cual seguí intentando armar un ensamble para tocar su música, la que me seguía apasionando”, enfatiza el músico.
– ¿De qué manera nació el Quinteto Sónico?
– A mediados de 2015 hubo una master class en el Festival de Tango de Bruselas y me crucé con Stephen Meyer, el violinista del grupo, con quien venía tocando hacía tiempo en la ópera sin saber de su interés por el tango. Él estaba en Rotterdam, en donde hay una escuela en la que se estudia este género y cuya alma mater es el pianista argentino Gustavo Beytelman. En esta escuela también estudiaron la pianista Anke Steenbeke y el bandoneonista Lysandre Donoso. Luego se sumó el guitarrista Patrick de Schuyter y de esta manera quedó conformada la agrupación y empezó a caminar el proyecto.
– ¿Qué es lo que te deslumbró de Rovira y lo que te motivó a encarar el proyecto de interpretar su música?
– Descubrir su música fue como encontrar las joyas de una abuela en un frasco de azúcar del que nadie tenía idea de que tuviera ese contenido. La figura de Piazzolla es lo que es y no hace falta explicarla. Su imagen es tan avasallante que eclipsó a un creador tan rupturista como él y con el que compartió ese mismo período. Es una lástima que exista una obra como la suya y que no se sea consciente del valor que tiene para el patrimonio musical argentino. Era un experimentador nato, que no podía dejar de tomar riesgos en cada obra que encaraba. Obviamente que Piazzolla llevaba adelante una búsqueda personal para hacer evolucionar a su música. Pero en cierto momento empezó a apelar a fórmulas con las que obtuvo un mayor éxito y reconocimiento. Creo que Rovira y Horacio Salgán fueron los únicos que en su momento pudieron romper con esa figura musical tan avasallante que representaba Piazzolla.
– ¿A qué creés que se debe que su obra esté arrumbada en el olvido?
– Lamentablemente hay lagunas en la información y muchas de sus partituras se perdieron. Incluso sus grabaciones fueron realizadas en no muy buenas condiciones técnicas. “Suite Buenos Aires” es una de las pocas grabaciones decentes, además de los discos que reeditó Acqua Records en 1997, “Sónico” y “Que lo paren”. Este fue el último que grabó, y luego registró otro que todavía es inédito. De este último nosotros grabamos dos piezas: “Tango para Ángele” y “A Marambio Catán”. Por este motivo es muy escaso el material grabado que se puede conseguir de él. Pero nosotros somos músicos y no académicos y por este motivo es que nos podemos tomar ciertas libertades a la hora de encarar su música. Él incluyó el uso del dodecafonismo y el serialismo en el tango, si bien este último en la actualidad ya dejó de utilizarse. Pero en esa época, estamos hablando de principio de los sesenta, fue una jugada muy audaz y de avanzada dentro de la música popular. Creo que por estos motivos su obra y su persona están rodeados de un cierto mito y misterio.
– Incluso fue un pionero en la utilización de la electrónica y efectos para su instrumento.
– Según tengo entendido él se construía sus propios pedales de efectos, ya que en esos tiempos no llegaba nada de esa tecnología a la Argentina. Habría que cotejar las fechas, porque me comentaron que él le puso pedales al bandoneón antes de que Jimi Hendrix se los pusiera a la guitarra. No sé si esto es verdad, pero de alguna manera esta anécdota también sirve para alimentar al mito acerca de su obra y de su persona.
– ¿Cómo pudieron rescatar su música teniendo en cuenta que hay tan poco material disponible?
– Él estuvo casado dos veces y su última mujer es la que tenía todo o gran parte de su material. Ella vivía cerca del río Ensenada en La Plata y muchas de sus partituras se perdieron en la inundación que tuvo la ciudad en abril de 2013. Por este motivo debimos hacer un trabajo de recuperación por medio de transcripciones, búsquedas en bibliotecas, consultas con músicos y con integrantes de la pequeña secta “rovirana” que existe en el medio. Tratar de seguir un proyecto como el de Piazzolla es muy complicado. Lo intentaron muchos músicos de formación clásica y los resultados quedaron a mitad de camino. La ventaja que nos otorga la música de Rovira es que al ser una obra tan poco frecuentada nos podemos dar ciertas licencias para intentar revivirla de la mejor manera posible, pero siempre dentro de los límites de sus partituras.
– Sin duda en su trabajo de búsqueda se encontraron con un universo musical de gran valor al cual habrá que seguir descubriendo.
– Él era un romántico que se pasó los últimos años de su vida componiendo todo tipo de música. Tiene muchos tríos, cuartetos, octetos, obras sinfónicas, arreglos para orquestas típicas, como los que hizo para Alfredo Gobbi. Yo tengo las partituras de dos sinfonías compuestas por él, un concierto para oboe, pero siempre son elementos salteados que muestran la gran inquietud y creatividad que tenía Rovira para componer. Es muy difícil saber cuán grande es su obra. Nosotros logramos transcribir más de cincuenta partituras, muchas de las cuales tocamos frecuentemente y algunas quedaron registradas en nuestro disco. Pero da la sensación que es solo la punta de iceberg. Creo que lo más interesante acerca de Rovira es tratar de descifrar qué es lo que pasó con su figura y con su obra, y saber por qué está oculta esa música tan relevante. En definitiva uno termina con más preguntas que respuestas.
Para ver y escuchar a Sónico interpretando a Rovira:
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