Su autora fue la periodista Margaret Mitchell y nunca imaginó el suceso de ventas y el éxito cinematográfico que generaría su novela.
En 1922 entró a trabajar en el Atlanta Journal y a pesar de ser una mujer menuda y de baja estatura, no dejó de llamar la atención de sus colegas de redacción. No solo llegó a tener su propia columna, sino que, además, usaba pantalones, lo que en ese momento era un hecho bastante singular, ya que la falda era la vestimenta oficial que la sociedad instauraba para las mujeres, la mayor parte de las cuales tenía como principal tarea ocuparse de su casa y vivir recluida entre cuatro paredes.
El segundo esposo de Margaret, John R. Marsh, era editor del periódico en que ella rabajaba. Su matrimonio anterior había sido con un ex jugador de fútbol que también era contrabandista, Red Berrien Upshaw y del que se separó luego de dos años de relación. También en esto Mitchell hizo caso omiso de los prejuicios de la época acerca de que un matrimonio debía ser para toda la vida.
Más allá de sus méritos profesionales y de su audacia, Mitchell tenía también experiencia en relaciones amorosas tormentosas. La sabía mezcla de ambas cosas dio como resultado una obra maestra de la literatura que terminaría de consagrar el cine, aunque vista desde la perspectiva de hoy pueda ser considerada una obra racista.
Mitchell aprendió mucho sobre la guerra de Secesión leyendo lo libros que su esposo le llevaba cuando debió hacer reposo obligado por haberse fractura el tobillo, pero el disparador de su interés por ese suceso bélico fue su madre, quien la llevaba a ver las mansiones destruidas en la guerra perdida por el Sur de los Estados Unidos y que se desarrolló entre 1861 y 1865. “Mi madre dijo que mi propio mundo explotaría bajo mis pies algún día. Y que Dios me ayudase si no tenía armas para enfrentarme al nuevo mundo. La fuerza de las manos de las mujeres no vale nada, pero lo que tienen en sus mentes las llevará todo lo lejos que necesiten”, expresó alguna vez Mitchell intuyendo que el género femenino tenía una capacidad mucho mayor a la que le atribuían en ese momento y que, por lo tanto, igual que lo hacían los hombres, debía valerse por sus propios medios.
A veces, cuando se tiene talento, una fractura de tobillo y la consecuente inmovilidad que esta requiere puede dar como resultado un gran libro. Y este fue el caso, precisamente, de Mitchell que, motivada por su segundo esposo, a partir de sus grandes conocimiento sobre ese suceso histórico, escribió durante su convalecencia un libro que sería un suceso.
Obligada a permanecer en su casa debido al accidente sufrido, se dedicó a teclear devocionalmente su máquina de escribir Remington y, en 1929, terminó de escribir su libro. Al mismo tiempo, con su fractura ya soldada, nuevamente salió al mundo y el libro que acababa de escribir perdió para ella un poco de interés. Sin embargo, no pudo desentenderse del todo de él porque exactamente un año más tarde ese libro la hacía merecedora del máximo galardón otorgado por su país, el Premio Pulitzer.
Pero el éxito no se consumó sin críticas. La protagonista de la novela (y también de la película) era Scarlett O`Hara, hija de un hacendado esclavista y de una aristócrata francesa que vivían en la abundancia sin cuestionarse el esclavismo. Por eso, en muchas oportunidades, la película fue acusada de racista por ofrecer una imagen idealizada de la esclaviud y, en consecuencia, por contribuir a perpetuarla. La plataforma de streaming HBO la descatalogó por considerar inaceptable su posición frente a la esclavitud.
Scarlett sentirá nostalgia de su infancia sin cuestionarse la naturaleza del vínculo de la gente que trabajaba al servicio de los dueños, sus propios padres, en su enorme mansión. Vista desde hoy, por supuesto, esa visión esclavista resulta repudiable. En el momento en que apareció, en cambio, la mirada social sobre la esclavitud era muy diferente de la actual. Quizá por esta razón, tanto el libro como la película hoy se leen más como un melodrama amoroso que como la evidencia de una sociedad tremendamente injusta y desigual. Scarlett O`Hara se ha convertido más en una chica atormentada por sus sentimientos amorosos que en una niña rica que no podía ver más allá de lo que pasaba en su círculo íntimo. Los esclavos, en cambio, no tenían tiempo para vivir arrebatadores amores tormentosos, como si los únicos capaces de sentir pasiones fueran solo los blancos.
Aunque se recuerda más la película que el libro, también este se convirtió en un verdadero best seller de la época. Su fama y sus ventas alcanzaron tal magnitud que su propia autora no podía encontrar una explicación para ese verdadero fenómeno literario que había nacido a modo de distracción cuando estuvo obligada a permanecer inmóvil.
El tema, evidentemente, era convocante, porque la reserva de ejemplares comenzó antes de que fuera publicado. Cuando apareció en las librerías era Navidad y ya había vendido 50.000. Una vez distribuida la novela, en n seis meses vendió 1 millón de ejemplares, una cifra que hoy sería considerada sideral a pesar de que los mecanismos de venta incrementados por las posibilidades tecnológicas podrían darle una promoción mucho mayor. Eso sí, ya existían los rankings de venta y Lo que el viento se llevó permaneció 21 semanas en el primer puesto del Book Review del The New York Time.
En 1939, el libro de Mitchell fue llevada al cine y, previsiblemente, se convirtió en una de las películas más taquilleras de todos los tiempos. Producida por David O.Selznick, dirigida por Víctor Fleming y con guión de Sidney Howard, la filmación fue larga y dificultosa por el deseo del director de contar con actores de primera línea como Clark Gable, Leslie Howard, Olivia de Havilland y Vivien Leigh.
La película se estrenó en diciembre de ese año, fue nominada para trece Oscar y arrasó con diez. Uno de ellos, el de mejor actriz de reparto, fue ganado por Hattie McDaniel con gran suceso porque era la primera persona negra en obtener un galardón de la Academia de Hollywood.
Melodrama, amores tormentos y discusiones políticas ocasionadas por el argumento constituyeron una de las fórmulas más exitosas del cine.
Muy posiblemente hoy la autora del libro original, Margaret Mitchell, no recibiría un Pulitzer porque su novela sería considerada políticamente incorrecta. Pero en su época los valores eran otros y la periodista inconformista se convirtió en uno de los fenómenos literarios de todos los tiempos.
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