Hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte del popular escritor y periodista, que a pesar de haber sido uno de los argentinos más leídos nunca contó con el favor de críticos y académicos.
Soriano fue uno de los escritores más importantes de la literatura argentina durante los últimos 25 años del siglo XX. Algunos años antes había comenzado su ascenso dentro del oficio periodístico, que abrazó luego de haber probado suerte en otras actividades, de su desempeño como obrero de planta en la Metalúrgica Tandil, en la ciudad bonaerense donde vivió su juventud. Antes de eso el niño Soriano, que nació en Mar del Plata el 6 de enero de 1943, había vivido en varias ciudades y provincias, como Córdoba, San Luis o Río Negro. La causa de ese peregrinaje era el oficio de su padre, un inmigrante catalán que trabajaba para la empresa estatal Obras Sanitarias. Ni la literatura ni el periodismo se manifestaron mientras estuvo obligado a seguir ese éxodo familiar. Soriano contó en varias entrevistas que empezó a leer ya siendo grande, con más de 20 años de edad. Hasta entonces los libros solo habían sido parte de su vida como estudiante, que terminó prematuramente cuando fue expulsado de la escuela técnica por haber prendido fuego el overol de un compañero, nunca se supo si de forma accidental o como parte de una broma muy pesada.
Su carrera como periodista puede compararse con las de los futbolistas, actividad que también quiso desarrollar profesionalmente durante su juventud, pero que finalmente quedó trunca por una lesión. Durante la década de 1960 comenzó escribiendo en periódicos de Tandil como El Eco y Actividades, siempre en las secciones deportivas. Pero de a poco comenzó a colaborar con diarios y revistas de Buenos Aires, a donde se mudó definitivamente en abril de 1969. Su primer trabajo publicado en un medio de tirada nacional fue una crónica en la que criticaba el tradicional Vía Crucis de Tandil, encargado por la revista Primera Plana.
Ya en Buenos Aires todo se aceleró. En pocos años pasó por algunos de los medios más prestigiosos de la época. Formó parte de las redacciones de diarios como La Opinión o Noticias y de revistas como Panorama o Semana gráfica. Y en 1973, ya con 30 años, publicó Triste, solitario y final, su primera novela que se convirtió en uno de los libros más vendidos del año. Al año siguiente fallece su padre José Vicente y de ese dolor surge su segunda novela, No habrá más penas ni olvido, publicada recién cinco años después.
Tal vez la mejor forma de definir a la literatura de Soriano sea mencionando sus influencias. Él solía recordar que el primer libro que había leído en su vida, en 1961, había sido Soy leyenda, la extraordinaria novela distópica del estadounidense Richard Matheson. Una vez descubierta la pasión, Soriano leía todo libro que le pasaba cerca: desde clásicos como Dostoievski, Flaubert, Stendhal, Quiroga, hasta enamorarse de las obras de Roberto Arlt y Julio Cortázar. Con este último Soriano trabaría una gran amistad pocos años después, cuando el comienzo de la dictadura militar de 1976 lo obligara a exiliarse, primero en Bruselas y enseguida en París. Con Cortázar no sólo compartieron el amor por la escritura, sino también una mirada política. Mientras permaneció fuera del país Soriano colaboró con importantes medios de Europa como los diarios El País (España), Le Monde (Francia) o Il Manifesto (Italia).
Con el regreso de la democracia, Soriano se subió a la ola de quienes volvían del exilio para instalarse una vez más en Buenos Aires. Con sus libros Cuarteles de invierno (1980) y A sus plantas rendido un león (1986) se convirtió en bestseller. Pero ese aumento de lectores y popularidad que su obra iba ganando era inversamente proporcional al respeto que la misma despertaba en críticos y académicos. Aún así siguió creciendo y vendiéndose sin pausas, mientras algunas de sus novelas eran adaptadas con enorme éxito al cine, como ocurrió con No habrá más penas ni olvido (1983, Héctor Olivera), Cuarteles de invierno (1984, Lautaro Murúa) o Una sombra ya pronto serás (1994, H. Olivera). Justamente el cine había sido otra de sus grandes pasiones y una influencia vital dentro de su obra literaria.
En 1987 formó parte del núcleo inicial que fundó el diario Página 12, que dirigido por Jorge Lanata representó una revolución dentro del periodismo local durante la llamada Primavera Alfonsinista. Diez años después, ya consolidado como uno de los autores más leídos por los argentinos, Osvaldo Soriano falleció a causa de un cáncer de pulmón. 22 años después su obra sigue siendo la de un marginal dentro del canon literario argentino.
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